Mientras la crisis financiera sigue fuera de control, el oro supera los 1.900 dólares la onza
Por Marco Antonio Moreno
A medida que la crisis financiera continúa y amenaza con hundir a la economía real a niveles insospechados, queda en claro que los mercados financieros están totalmente fuera de control, y que los gobiernos han sido incapaces de contener el incendio que comenzó hace cuatro años con el estallido de la crisis subprime, y que explotó para el mundo hace tres años con la quiebra de Lehman Brothers. En este infierno imparable en el que se demuestra que la crisis está totalmente fuera de control y a su total arbitrio, el oro sigue ascendiendo y ayer escaló hasta los 1.900 dólares la onza, su nuevo precio récord (ver gráfica), aumentado un 17% en el mes, un 35% en el año, y un 55% en los últimos 12 meses.
Hasta el momento, la tormenta ha arrasado con Grecia, Irlanda y Portugal, y sacude fuertemente a Italia y España en los preámbulos de lo que será el ataque al núcleo duro de UE, que encabezan Francia y Alemania. Francia ha vivido ya un acercamiento al infierno al aparecer en la foto junto a los países más complicados de la zonaeuro, lo que acrecienta el suspenso por el futuro del euro que desde The Economist a Mohamed El-Erian, ponen cada vez más en suspenso.
Pero esta no es una película de suspense y algún día habrá que rendir cuentas de por qué una crisis que estalló en Estados Unidos y que era un producto típicamente estadounidense, provocó tanto daño en los países europeos. Esperemos que algún día el público esté preparado para ese interrogatorio a sus gobiernos y a su banca. La respuesta, a modo de anticipo, está en la tentación de los generosos beneficios que ofrecían los riesgosos activos estadounidenses que, por el solo hecho de tener la triple A (sinónimo de lo más puro y sacrosanto del sistema), estaban libres de todo pecado, lo que resultó ser completamente falso dado que eran “basura pura y dura”, generada por un sistema financiero corrupto pero altamente defendido y comprado por la banca europea.
Sobre toda esta corrupción, ni la banca europea, ni los gobiernos, ni los medios de comunicación han emprendido acciones judiciales, pese a tratarse de una estafa que provocó un grave daño a la economía mundial. Como vivimos en un mundo al revés, muchos celebran esta incompetencia, y declaran libres de polvo y paja a quienes perpetraron este crimen que amenaza con arrastrar al mundo a su peor década en cien años.
Por eso que la reunión secreta entre Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, convocada la semana pasada para aquietar los ánimos del mercado, tuvo el efecto diametralmente opuesto y todas las bolsas mundiales se desplomaron al unísono. Nadie cree en las medidas de los actuales líderes europeos y ni Merkel ni Sarkozy pueden resolver este problema fuertemente enquistado en la economía mundial.
Mientras el cáncer sigue su avance, el oro escala a los 1.900 dólares la onza dando cuenta que el pánico actual no es más que el anuncio de que el mundo se dirige a una profunda recesión porque ni Europa ni Estados Unidos pueden dar respuestas a la crisis, y, peor aún, están con el pie en el freno. Es el camino inevitable al cual nos ha conducido este negro guión del crimen financiero. Un crimen que nos tiene en el umbral de un peligroso estancamiento con altas tasas de desempleo, con nuevas oleadas de despidos por parte de las empresas, y con resonantes recortes presupuestarios y planes de austeridad que anticipan los gobiernos como gran y brillante medida para evitar un colapso mayor.
Pero el problema tiene profundas raíces, como la adopción y aplicación de la políticas monetaristas, primero con el quiebre de Bretton Wodds y luego con la legitimación del endeudamiento masivo, que legitimaron a la oligarquía financiera, que maximizó sus ganancias presionando a la baja los ingresos de la economía real.
China e India forman parte de este nexo que dio prioridad al capitalismo financiero por sobre el capitalismo industrial, lo que permitió sobrevalorar activos para la obtención de mayores ganancias en los ciclos de auge y caída con la consecuente creación de crisis cada vez más recurrentes: crisis de los países de América Latina en los años 80 y la crisis de los países asiáticos en los años 90. En todos estos casos, y como siempre, el flujo de beneficios que provocaba la crisis iba dirigido hacia los grandes capitales.
Esta vez no ha sido diferente y la crisis retoma la misma receta: los beneficios de la crisis siguen fluyendo hacia la cima de la pirámide financiera, el conocido esquema ponzi, lo que implica que pese a la caída de EEUU o Europa, en estos países están los grandes receptores de los beneficios que ha generado esta nueva estocada a la economía real. La oligarquía financiera lleva a la quiebra a sus propios países y presiona para que los gobiernos adopten planes de austeridad. De este modo, mientras el 99% de la población se empobrece, el 1% más rico, de Europa y EEUU, se queda con el 40% de toda la riqueza mundial, y esa tendencia aumenta con las crisis sin que nadie le ponga atajo.
El plan por el desmantelamiento de los servicios sociales, la salud y la educación está en plena marcha así como la erosión y extinción de los fondos de pensiones. El aumento de la jornada laboral no es por dar mayor empoderamiento a las personas de mayor edad, sino simplemente porque no están los recursos para pagar las pensiones en el momento indicado: desaparecieron producto de una mala mano en el juego financiero.
Hasta hace algunos años las crisis de profundo desempleo eran aligeradas con el envío a jubilación anticipada de los trabajadores. De este modo se permitía dar tiraje al empleo y permitir la entrada de las generaciones más jóvenes al campo laboral. Con la actual crisis es al revés: deben disputarse los puestos de trabajo desde los más jóvenes hasta los más ancianos, lo que da una seña del descalabro que vive el mundo, aunque algunos lo sigan negando. Como puede ver, esta crisis cada día adquiere un tono más macabro, tal como el oro, que ya ha superado los 1.900 dólares la onza.
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