EE UU entra en quiebra política
Por ANTONIO CAÑO *
Estados Unidos está a punto de sumergir al mundo en un grave periodo de incertidumbre económica por culpa de la ingobernabilidad en la que ha entrado su sistema político. Ambas cámaras del Congreso se muestran incapaces de sacar adelante una ley viable que evite la suspensión de pagos, ninguno de los dos partidos ofrece una alternativa válida para el otro y, aunque Barack Obama ha pedido urgentemente una solución bipartidista, él mismo no dispone de los instrumentos y el liderazgo suficiente como para imponerla.
El país se encuentra, como consecuencia, a la espera de un milagro que le salve del cataclismo que puede representar una quiebra de la potencia que domina la economía mundial. Ese milagro tiene que llegar antes del 2 de agosto en la forma de un acuerdo parlamentario.
Tanto republicanos como demócratas dicen ser conscientes de la trascendencia de este momento. Por si acaso, el anuncio de un modesto crecimiento del 1,3% ha venido a recordar a todos que está en juego, entre otras cosas, el riesgo de una nueva recesión. "Estamos en un momento muy frágil de la economía mundial y no podemos permitirnos hacer nada que dificulte nuestra recuperación", ha advertido el jefe del consejo de asesores económicos de la Casa Blanca, Austan Goolsbee.
En este caso, la amenaza a la economía viene por el lado de la política. Como ha dicho Obama, "hay muchas crisis en el mundo que no somos capaces de evitar, huracanes, terremotos, tornados, ataques terroristas..., esta no es una de esas crisis". Esta es una crisis achacable a la incapacidad de la clase política de EE UU.
Distintos intentos de solución siguen en marcha, pero ninguno con buenas perspectivas. Después del fracaso del jueves por la noche, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, tuvo que ceder a la presión del Tea Party y solo ha conseguido aprobar esta noche su ley sobre el levantamento del techo de deuda -únicamente hasta final de año- después de incluir en el texto la exigencia de una enmienda constitucional para prohibir los presupuestos deficitarios. Inclusión que le ha permitido sacar adelante su plan por 218 votos y 210 en contra (todos los legisladores demócratas y 22 republicanos).
Es una victoria pírrica, obtenida después de una gigantesca concesión de la extrema derecha y que se enfrenta al rechazo garantizado de la Casa Blanca y de los demócratas en el Senado.
"Es un plan que nos obligaría a revivir esta crisis dentro de unos pocos meses, manteniendo de nuevo a la economía cautiva de los políticos en Washington. En otras palabras, no soluciona los problemas y no tiene oportunidad de convertirse en ley", ha declarado Obama.
Corresponde, pues, a los demócratas ofrecer una alternativa más viable, pero estos tampoco parecen tenerla. El líder demócrata en el Senado, Harry Reid, ha anunciado una ley que recorta una cantidad del gasto público similar al proyecto de Boehner -más un billón de dólares de las guerras de Irak y Afganistán que ya está, en realidad descontado- y eleva el techo de deuda hasta finales de 2012. "Hay demasiado en juego como para perder un solo minuto más, el último tren está saliendo de la estación", ha dicho Reid.
Esta propuesta, sin embargo, no ha encontrado hasta ahora el respaldo de los senadores republicanos, que son suficientes como para impedir que sea incluso votada por el pleno. Los demócratas necesitan el apoyo al menos de siete escaños de la oposición para aprobar el texto de su líder.
Solo queda, por tanto, la opción de un pacto bipartidista, para lo que los demócratas deberían de hacer concesiones que, probablemente, les privaría del apoyo de la izquierda, y los republicanos se verían, seguramente, obligados a romper con el Tea Party en la Cámara de Representantes. Ese pacto tendría que establecerse sobre la base de una extensión del techo de deuda hasta después de las elecciones a cambio de un mayor recorte del déficit, por supuesto sin elevar los impuestos, algo a la que ya han renunciado los demócratas.
Sería, por decirlo así, el pacto de los moderados. Los hay suficientes en ambas Cámaras como para poner fin a esta crisis. Pero eso exige una actitud muy decidida de parte de los dos partidos, especialmente de los republicanos, algo que no se contempla en absoluto en estos momentos.
Boehner ha perdido fuerza para conducir ese proceso. Reid nunca ha tenido demasiada. Los puestos de ambos van a estar seriamente en entredicho cuando esta crisis finalice. En cuanto a Obama, su posición es más difícil aún. Después de varias semanas de esfuerzos personales que concluyeron, sin frutos, en el discurso auto exculpativo del lunes pasado. Después, ha tratado de protegerse en el hecho cierto de que la responsabilidad de elevar el techo de deuda corresponde exclusivamente al Congreso para tratar de quedar relativamente al margen de la situación.
Misión imposible. El pésimo espectáculo que Washington ofrece a la nación afecta decisivamente a la imagen del presidente, el máximo símbolo de la política, cuya popularidad ha alcanzado este viernes en el sondeo diario de Gallup el mínimo histórico del 40%.
El Pais *
John Boehner consigue aprobar su plan sobre el levantamiento del techo de deuda tras ceder a la presión del Tea Party e incluir una gigantesca concesión de la extrema derecha.- Se trata de una victoria pírrica, pues se enfrenta al rechazo garantizado de la Casa Blanca y de los demócratas en el Senado
Estados Unidos está a punto de sumergir al mundo en un grave periodo de incertidumbre económica por culpa de la ingobernabilidad en la que ha entrado su sistema político. Ambas cámaras del Congreso se muestran incapaces de sacar adelante una ley viable que evite la suspensión de pagos, ninguno de los dos partidos ofrece una alternativa válida para el otro y, aunque Barack Obama ha pedido urgentemente una solución bipartidista, él mismo no dispone de los instrumentos y el liderazgo suficiente como para imponerla.
El país se encuentra, como consecuencia, a la espera de un milagro que le salve del cataclismo que puede representar una quiebra de la potencia que domina la economía mundial. Ese milagro tiene que llegar antes del 2 de agosto en la forma de un acuerdo parlamentario.
Tanto republicanos como demócratas dicen ser conscientes de la trascendencia de este momento. Por si acaso, el anuncio de un modesto crecimiento del 1,3% ha venido a recordar a todos que está en juego, entre otras cosas, el riesgo de una nueva recesión. "Estamos en un momento muy frágil de la economía mundial y no podemos permitirnos hacer nada que dificulte nuestra recuperación", ha advertido el jefe del consejo de asesores económicos de la Casa Blanca, Austan Goolsbee.
En este caso, la amenaza a la economía viene por el lado de la política. Como ha dicho Obama, "hay muchas crisis en el mundo que no somos capaces de evitar, huracanes, terremotos, tornados, ataques terroristas..., esta no es una de esas crisis". Esta es una crisis achacable a la incapacidad de la clase política de EE UU.
Distintos intentos de solución siguen en marcha, pero ninguno con buenas perspectivas. Después del fracaso del jueves por la noche, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, tuvo que ceder a la presión del Tea Party y solo ha conseguido aprobar esta noche su ley sobre el levantamento del techo de deuda -únicamente hasta final de año- después de incluir en el texto la exigencia de una enmienda constitucional para prohibir los presupuestos deficitarios. Inclusión que le ha permitido sacar adelante su plan por 218 votos y 210 en contra (todos los legisladores demócratas y 22 republicanos).
Es una victoria pírrica, obtenida después de una gigantesca concesión de la extrema derecha y que se enfrenta al rechazo garantizado de la Casa Blanca y de los demócratas en el Senado.
"Es un plan que nos obligaría a revivir esta crisis dentro de unos pocos meses, manteniendo de nuevo a la economía cautiva de los políticos en Washington. En otras palabras, no soluciona los problemas y no tiene oportunidad de convertirse en ley", ha declarado Obama.
Corresponde, pues, a los demócratas ofrecer una alternativa más viable, pero estos tampoco parecen tenerla. El líder demócrata en el Senado, Harry Reid, ha anunciado una ley que recorta una cantidad del gasto público similar al proyecto de Boehner -más un billón de dólares de las guerras de Irak y Afganistán que ya está, en realidad descontado- y eleva el techo de deuda hasta finales de 2012. "Hay demasiado en juego como para perder un solo minuto más, el último tren está saliendo de la estación", ha dicho Reid.
Esta propuesta, sin embargo, no ha encontrado hasta ahora el respaldo de los senadores republicanos, que son suficientes como para impedir que sea incluso votada por el pleno. Los demócratas necesitan el apoyo al menos de siete escaños de la oposición para aprobar el texto de su líder.
Solo queda, por tanto, la opción de un pacto bipartidista, para lo que los demócratas deberían de hacer concesiones que, probablemente, les privaría del apoyo de la izquierda, y los republicanos se verían, seguramente, obligados a romper con el Tea Party en la Cámara de Representantes. Ese pacto tendría que establecerse sobre la base de una extensión del techo de deuda hasta después de las elecciones a cambio de un mayor recorte del déficit, por supuesto sin elevar los impuestos, algo a la que ya han renunciado los demócratas.
Sería, por decirlo así, el pacto de los moderados. Los hay suficientes en ambas Cámaras como para poner fin a esta crisis. Pero eso exige una actitud muy decidida de parte de los dos partidos, especialmente de los republicanos, algo que no se contempla en absoluto en estos momentos.
Boehner ha perdido fuerza para conducir ese proceso. Reid nunca ha tenido demasiada. Los puestos de ambos van a estar seriamente en entredicho cuando esta crisis finalice. En cuanto a Obama, su posición es más difícil aún. Después de varias semanas de esfuerzos personales que concluyeron, sin frutos, en el discurso auto exculpativo del lunes pasado. Después, ha tratado de protegerse en el hecho cierto de que la responsabilidad de elevar el techo de deuda corresponde exclusivamente al Congreso para tratar de quedar relativamente al margen de la situación.
Misión imposible. El pésimo espectáculo que Washington ofrece a la nación afecta decisivamente a la imagen del presidente, el máximo símbolo de la política, cuya popularidad ha alcanzado este viernes en el sondeo diario de Gallup el mínimo histórico del 40%.
El Pais *
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