Como un monstruo a lo Frankenstein, los engendros financieros de los CDS están fuera de control

 Por Marco Antonio Moreno.

Cuando Mary Shelley inventó a su famoso personaje de Frankenstein no imaginó nunca que esta metáfora podía emplearse para elaborar un alambicado ardid que equivaldría a poner una bomba de tiempo en el sistema financiero mundial. Pues bien, tal como describimos en el concepto de los Credit Default Swaps o Derivados de incumplimiento crediticio, conocidos también como activos tóxicos, o “armas financieras de destrucción masiva”, estos instrumentos han escapado al control de sus creadores para dar paso a una contundente vida propia. Una vida mucho más grande que toda la economía real del planeta, aunque no tienen nada que ver con la economía real dado que no son más que oscuros papeles manejados por oscuros burócratas.
Lo curioso del caso, es que esto se sabe desde hace tres años y las autoridades europeas han sido incapaces de controlar a los CDS. Han intentado controlar los pequeños incendios de los déficit de Grecia o Irlanda, pero no se interesan por maniatar a los verdaderos pirómanos que desatan los incendios grandes. Por eso se encuentran en un camino sin salida, cuya turbulencia sólo ayuda a propagar el fuego. Este es el lúgubre fantasma que recorre Europa, y pese a que las autoridades saben que están en un pantano, no pueden hacer nada para remediarlo. El engendro financiero, a lo Frankenstein, se les ha escapado de las manos.

Los swaps de incumplimiento crediticio (CDS) suman actualmente más de 61 billones de dólares (US$61.000.000.000.000), es decir, más que toda la economía mundial, ver gráfica. Estos swaps tienen el extraño mérito de acelerar el proceso de destrucción económica, como quien lanza bombas molotov a un incendio.
Tanto es así, que el año pasado, Angela Merkel comparó el mercado de CDS con quien asegura la casa de un vecino (con los CDS no se necesita ser el dueño del bien asegurado), recordando que “quien compra un seguro para la casa de su vecino tiene un gran interés en que la casa se incendie, e incluso le prende fuego”. Pero luego de estas expresiones todo siguió igual.
Que la mujer más poderosa de Europa no pueda detener el mercado de los CDS demuestra que estamos bajo la dictadura de la oligarquía financiera. Es decir, estamos en manos de los especuladores. Las imágenes de Charlie Chaplin en El Gran Dictador, son una inocentada al lado de esta operación real.

¿De dónde vienen los CDS?

Los Credit Default Swaps nacieron en 1990 tras el derrame petrolero del Exxon Valdez del 24 marzo de 1989 en Alaska. Fue tal el nivel de pérdidas que ocasionaron las 37.000 toneladas de petróleo vertidas a lo largo de 2.200 kilómetros de costas, que los ingenieros financieros de Goldman Sachs idearon esta fórmula mágica para no paralizar el sistema financiero. El accidente del Exxon Valdez no sólo provocó una catástrofe ecológica y cuantiosas pérdidas de crudo, sino que ocasionó gran daño en la cadena de suministro y hubo múltiples demandas que aletargaron aún más la normalización del proceso.
La idea de este seguro buscaba agilizar los trámites e impedir que se paralizaran los flujos financieros que amplificaban el daño a la cadena de suministro. Si se producía un incumplimiento que obligaba un no pago, el seguro respondía y así el sistema seguía funcionando mientras se reparaban los daños puntuales. La idea tiene el gran mérito de reanimar un sistema que colapsa (como en Frankenstein), mediante el inmediato estímulo financiero. Todo habría resultado perfecto, si el sistema no se hubiese prestado para abusos. Y como los CDS no tienen ninguna forma de control o regulación, todas las formas de abuso se hicieron presentes. Una de las principales formas de abuso es que cualquiera que disponga de diez millones de dólares (es decir, bancos o grandes inversionistas), pueden asegurar la casa del vecino para luego prenderle fuego. Es lo que ocurre con las apuestas a los impagos soberanos de Grecia, Irlanda y Portugal. Mientras más se apuesta, más alta es la probabilidad de impago dado que los bonos de deuda soberana están indexados a los CDS.
Como se trata de instrumentos algo complejos y a los que sólo acceden los grandes inversionistas (el monto mínimo de un CDS es de 10 millones de dólares), estos instrumentos tardaron bastante en darse a conocer. Hacia 1995 su volumen de operaciones no alcanzaba los 200.000 millones de dólares, y aunque para 1999 llegaba a 500.000 millones de dólares, su despegue definitivo se produce el año 2003. A partir de ese momento los CDS comienzan a duplicarse cada año dado que se convierten en la herramienta favorita de los especuladores (ver gráfica).
Ahora el mundo se encuentra dominado por CDS y es insólito que en las pruebas de solvencia no se haya medido a fondo el impacto de los CDS para la banca de los países en problemas. Cómo el mecanismo de los test se realizaron el año 2008, cuando aún no se develaba el peligro expansivo de los CDS, no se tomaron en cuenta. Pero no tomarlos en cuenta al cabo de tres años de alto daño acumulado refleja una grave falta.
Si la única manera de controlar un incendio es cortando el suministro de oxígeno, al parecer la única manera de controlar a los CDS será cortando el suministro financiero. Y como los bancos centrales siguen auspiciando el suministro financiero para el desarrollo de esa farsa y falsa economía, sólo el colapso total de los bancos centrales y del sistema financiero podrá derrocar a los CDS de su tiranía, y devolver al mundo a una economía real. Como lo he advertido en otros post, la actual crisis sólo parará cuando el actual sistema financiero sea destruído. La realidad de Europa y de Estados Unidos (la hegemonía del actual sistema) va en esa dirección. Al inocente y descontrolado Frankenstein, también hubo que destruirlo.

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