Los instrumentos de la dominación imperialista...
Por Homar Garcés
Del mismo deriva la anuencia sutilmente forzada en torno a situaciones álgidas con gobiernos que -de una u otra manera- buscan una vía independiente del curso de la historia marcado por las elites dominantes de Washington desde el momento mismo que cesara la Segunda Guerra Mundial, cosa que devino en golpes de Estado, bloqueos económicos, sabotajes, invasiones, acusaciones sin base de violaciones a los derechos humanos, de totalitarismo, de comunismo, de narcotráfico y de terrorismo, asesinatos selectivos de dirigentes políticos y sociales, amenazas constantes de agresión y manipulación de los organismos multilaterales, entre éstos la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA) que tienen como soporte principal las mentiras vertidas por dicho sistema. De este modo, Estados Unidos ha justificado su injerencia imperialista en Guatemala, Cuba, República Dominicana, Vietnam, Grenada, Líbano, Panamá, Afganistán e Irak, sin olvidar lo mismo mediante el derrocamiento de los gobiernos de Chile, Haití, Venezuela y, en el tiempo reciente, de Honduras.
Esta forma de doctrina fue acompañada por la constitución de la USAID bajo el gobierno de Harry S. Truman en 1946, del Banco de Importaciones y Exportaciones (Eximbank), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento o Banco Mundial (BM), la Organización para el Fomento de Inversiones en América Latina (ADELA) y sus otros apéndices financieros, los cuales han tenido -fundamentalmente- un papel relevante en la promoción y mantenimiento de la dependencia económica de los países de Nuestra América respecto al Tío Sam.
Todo ello, conformando una vasta estrategia hegemónica diseñada al cabo de la Segunda Guerra Mundial y enunciada por el ideólogo y fundador de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, Allen W. Dulles, en el libro titulado “El arte de la inteligencia”, para contrarrestar, derrotar y, finalmente, eliminar a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), su enemigo ideológico y militar, de modo que la hegemonía estadounidense se impusiera sin rivales a nivel mundial, aplicándose luego en cada una de las zonas geográficas del planeta donde la autodeterminación de los pueblos personificaba una amenaza para la hegemonía imperialista, siendo el comunismo internacional la excusa perfecta para legitimar la intervención abierta o encubierta de Washington, como se evidenció desde entonces en Nuestra América, el sudeste asiático y África. Según Dulles, “solo unos pocos acertarán a sospechar e, incluso, a comprender lo que realmente sucede. Pero a esa gente la situaremos en una posición de indefensión, ridiculizándolos, encontrando la manera de calumniarle, desacreditarle y señalarle como desecho de la sociedad” y, dependiendo del grado potencial de amenaza que representara, matándola.
Tal estrategia fue perfeccionándose con el tiempo a través de equipos multidisciplinarios, teniendo en la industria cinematográfica de Hollywood, sin duda alguna, uno de sus mejores medios de propaganda, al crear una serie de iconos -tipo Superman o Rambo- que resaltan la supremacía racial, cultural, militar e ideológica de Estados Unidos. A lo interno de Estados Unidos, esta misma industria le ha inculcado a la población estadounidense ignorancia, odio y miedo respecto a los demás pueblos del mundo, de tal suerte que los indígenas, los mexicanos, los vietnamitas, los soviéticos, los alemanes, los árabes y los latinos en general, son presentados como salvajes, carentes de alguna moralidad e incultos, a quienes es preciso dominar, sin importar el precio que se pague.
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