Austeridad y prosperidad en tiempos de crisis
Por Jerome Duval
«El público debe aprender a tolerar la desigualdad como medio para alcanzar una mayor prosperidad para todos» Lord Griffiths, vicepresidente de Goldman Sachs, The Guardian, 21 de octubre de 2009 |1|
Los remedios capitalistas administrados en tiempos de crisis engendran fallos que desembocan en nuevas crisis, que estallan regularmente y con mayor frecuencia en todos los continentes. En México en 1982 y a finales de 1994, en el sudeste asiático en 1997-1998, en Rusia en 1998, en Brasil en 1999, en Turquía en 2000, en Argentina en 1999-2001 o en Estados Unidos en 2000-2001, las crisis se fueron sucediendo unas a otras sin haber provocado ningún cambio estructural que permitiera explorar vías de actuación radicalmente diferentes. Muy a menudo, los capitales salían del país justo a tiempo para refugiarse en el exterior y regresaban cuando se recuperaba la calma. Los principales tenedores de capitales salen ganando, mientras que las clases desfavorecidas sufren de lleno este azote.
En el verano de 2007, el barco comienza a hundirse y se desencadena una nueva crisis que todavía perdura. Pero esta crisis difiere en diversos aspectos de las anteriores. En primer lugar, su ubicación geográfica no es banal, ya que se produce en Estados Unidos, donde se deciden las grandes orientaciones económicas mundiales a través de instituciones como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional (FMI), con sede en Washington. Esto hizo que se tambaleara el «centro financiero» (en oposición a la «periferia» o «tercer mundo»), esto es, el punto neurálgico donde el principal mercado financiero del mundo fija, día a día, la tendencia al resto del planeta. Además, esta crisis es sistémica y multipolar |2|: comenzó como una crisis de superproducción en el sector inmobiliario residencial en Estados Unidos, que provocó la crisis de las «subprime» (hipotecas basura). Ésta trajo aparejada una crisis bancaria y financiera de gran envergadura, que a su vez afectó al conjunto de la producción de los países más industrializados. A partir de allí se produjo el retroceso más brutal registrado desde la segunda guerra mundial. Si bien las economías del tercer mundo no se vieron afectadas directamente por esta tormenta financiera, también sintieron sus efectos. Europa, golpeada de lleno, entró en una fase de crisis profunda. En muchos países, los gobiernos rescataron bancos y compañías de seguros, aumentando de esta manera la deuda pública. Sin embargo, todavía queda muy lejos el fin de la crisis económica. Por último, la crisis ecológica y climática confirma la incapacidad del capitalismo para conservar un planeta viable a corto y a largo plazo, no sólo para nuestros descendientes sino también para las generaciones actuales. Todo esto produce una crisis de confianza, existencial, que ilustra el fracaso del poder político, incapaz de enfrentarse a grandes retos como la eliminación de la pobreza o la resolución de los problemas ambientales y energéticos y los problemas derivados del agotamiento de los recursos. Por lo tanto, podemos hablar de una crisis de civilización, o sistémica, en tanto y en cuanto los fundamentos de la sociedad se quebrantan.
Las repercusiones de esta nueva crisis sistémica son colosales: aumento del desempleo, despidos masivos, recorte de la protección social, de los salarios y de las pensiones, explosión de la deuda… En Europa, la respuesta social no se hizo esperar y en países como Grecia, Rumania, España, Francia y Portugal estallaron huelgas y manifestaciones. En ocasiones muy radicalizados, estos movimientos sociales sufren una lamentable falta de unidad y de coordinación a escala europea e incluso a escala nacional, como en el caso de Rumania y Grecia. Efectivamente, para responder a un ataque de origen supranacional, que tiene como actores principales al FMI y a la Comisión Europea, convendría actuar de la forma más coordinada posible, para poder ofrecer una respuesta a la altura del ataque. Sólo un movimiento social decidido y de ámbito europeo podría encauzar el proceso de manera beneficiosa para las poblaciones |3| .
Ni siquiera un imperio edificado sobre mentiras —como la de hacer la guerra en nombre de la libertad—, puede resistir a la insurrección de los pueblos unidos por la cólera que suscita la injusticia capitalista. El totalitarismo de las firmas multinacionales erigido en sistema por el dogma del provecho y el mito del crecimiento ya no se sostiene. Aunque se repinte de verde, el capitalismo es destructor. Tomemos las cosas en serio y comencemos por arrancar el mal de manera radical (radical proviene del latín «radix» y éste del griego «rhiza», raíz), con el objetivo de repensar la economía al servicio del hombre y no de los mercados financieros.
Revisión rápida sobre el origen y la evolución de la crisis actual (2007-2010)
La crisis actual es la prolongación de una serie de crisis cuyo origen y epicentro se encuentra en Estados Unidos: Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal hasta 2006, aumentó el tipo de interés director de la Fed (que es el Banco Central de los Estados Unidos) del 1 %, tipo correspondiente al 25 de junio de 2003, al 4, 5 % el día de su partida, el 31 de enero de 2006 (se alcanzó un techo del 5, 25 % el 29 de junio de 2006) |4|. Las familias, que habían sido incitadas por bancos poco escrupulosos a endeudarse para lograr ser propietarios de sus viviendas se encontraron de pronto con la imposibilidad de pagar las cuotas de una hipoteca cuyos intereses se habían multiplicado. La crisis hipotecaria estalló en agosto de 2007 a raíz de la especulación en el sector inmobiliario y sus «subprime», dando por resultado la expulsión de miles de familias de sus viviendas puesto que ya no podían pagar sus hipotecas. Concretamente, en septiembre de 2009 se calculaba que los embargos inmobiliarios habían provocado el desalojo de 3 millones de familias en los Estados Unidos |5|.
Cuando el contribuyente paga el rescate de su banco, la deuda privada se convierte en pública
Arrastrado por el estallido de la burbuja inmobiliaria estadounidense, el sistema bancario se tambalea, ya que también había invertido ampliamente en estas «subprime» y en otros fondos especulativos. El plan Paulson, también llamado plan TARP (Troubled Asset Relief Programme), de 700.000 millones de dólares, aprobado por el Congreso estadounidense en octubre de 2008, sirvió fundamentalmente para inyectar fondos en el capital de los bancos, para reflotar la compañía de seguros American International Group (AIG) y para ayudar al sector automotriz. A fines de noviembre de 2009, se habían asignado ya 560.000 millones de dólares en el marco de este programa, que se prolongó hasta octubre de 2010, a pesar de que en principio debía expirar en diciembre de 2009. Tras los pasos de los Estados Unidos, la Unión Europea anunció que se disponía a inyectar 1,7 billones de euros para salvar el sistema bancario de la zona euro, y el Reino Unido, por su parte, iba a contribuir con 500.000 millones de libras. Desde ese momento, los gobiernos se empeñan en rescatar a los bancos utilizando el dinero público. El 13 de octubre de 2008, Francia aprobó un plan de rescate bancario por un monto de 360.000 millones de euros, de los que 21.000 millones fueron concedidos a los seis principales bancos privados |6|.
Como señala Frédéric Lordon: «La Organización de Cooperación y de Desarrollo Económicos (OCDE) evalúa en 11,4 billones de dólares las sumas movilizadas para el rescate. O sea, 1.676 dólares por cada ser humano…» |7|. De manera general, hemos asistido a la transferencia de la deuda privada hacia la deuda pública para salvar al sistema bancario. Y todo a costa del contribuyente. La población pobre, ya penalizada por una fiscalidad injusta (IVA, impuestos diversos…), es además la más vulnerable al desempleo, a la caída del poder adquisitivo y a los despidos. Pero, además de todo eso ¿es realmente necesario pedirle que pague de su bolsillo la puesta a flote de un sistema en quiebra?
Contrariamente a la publicitada voluntad de las instituciones, la deuda pública continúa aumentando y su pago ahonda el déficit. Los regalos concedidos por el Estado al sector bancario, a menudo responsable de la crisis, han agravado las cuentas de la deuda pública. Según los datos de Eurostat publicados el 22 de abril de 2010, la deuda pública de los 27 países miembros de la Unión Europea pasó del 58,8 % del PIB en 2007 al 73,6 % en 2009 |8|, lo que significa que pasó de 7,3 billones a 8,7 billones de euros. Eso representa un enorme aumento de 1,4 billones de euros en dos años, lo que más o menos equivale al stock de la deuda pública externa de todos los llamados países en desarrollo (1,5 billones de dólares), en donde habita las tres cuartas partes de la población mundial; por cierto, un monto comparable al stock de la deuda pública de Francia, que se aproxima a 1,5 billones de euros.
Por otro lado, se debe considerar el papel determinante que tiene la función especulativa de los agentes financieros. El mercado amenaza a los Estados especulando con su deuda. Después de haber desencadenado episodios terribles de hambre al influir sobre el aumento del precio de los cereales en 2008 —las rebeliones del hambre se extendieron por el mundo mientras se superaba la barrera de los 1.000 millones de seres humanos que sufren desnutrición—, los especuladores, desde entonces dispuestos a hacer tambalear a los Estados, se volcaron hacia un sector que ofrecía un mayor rendimiento de la inversión: la llamada deuda «soberana». Esta oligarquía capitalista, que se ampara en una fiscalidad laxista, puede entonces continuar su carrera hacia el lucro en un contexto de crisis que apenas la afecta y cuyo coste no deberá sufragar, puesto que, en primer lugar, las políticas de austeridad tienen su punto de mira en las clases desfavorecidas y la clase media.
En periodo de crisis los bancos y las aseguradoras reflotados por los contribuyentes se autootorgan beneficios escandalosos
La crisis del mercado hipotecario, o «subprime», que comenzó en el verano de 2007, rápidamente hizo caer a algunas instituciones de renombre, como Northen Rock (nacionalizado en el último minuto, sin duda antes de poder nuevamente privatizar sus futuros beneficios), Bear Sterns (que perdió 17.000 millones de dólares en menos de 48 horas), y otras entidades. Pero la crisis no afectó a todo el mundo de la misma forma y algunas multinacionales obtuvieron enormes ganancias. Exxon Mobil batió el récord registrando un beneficio neto anual de 41.000 millones de dólares en el año 2007, el más importante jamás obtenido por una empresa |9|.
Los grandes bancos quedaron muy expuestos a los montajes financieros dudosos (se habla de bonos basura, o «junk bonds»). A pesar de ello, en un contexto de crisis que afectaba sobre todo a los hogares humildes que ya no podían garantizar el pago de su vivienda, éstos ofrecieron primas astronómicas y otras ventajas a sus directivos. En octubre de 2007, en plena crisis de las «subprime», Merrill Lynch (en ese momento el tercer banco de negocios de Wall Street) decidió la salida anticipada de su presidente y consejero delegado, Stan O’Neal, y le concedió una indemnización de 160 millones de dólares (cerca de 30 millones en concepto de jubilación y 129 millones en stock options). Es así como Merril Lynch daba el ejemplo, agradeciéndole al presidente de un gran banco mundial por asumir personalmente la responsabilidad de las pérdidas ligadas a las hipotecas de riesgo («subprime»). Algunos días más tarde, en noviembre de 2007, fue el turno de Charles Prince, presidente de Citigroup, a quien reconocieron los servicios prestados con una prima de 12,5 millones de dólares. En 2007, el presidente y consejero delegado del banco Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, pulverizó el récord de primas concedidas al primer ejecutivo de un banco al verse recompensado con 68 millones de dólares. Dos años más tarde, en 2009, después de haber llevado a la empresa a la quiebra (con una pérdida récord de 99.000 millones de dólares en 2008), algunos ejecutivos de AIG (American Internacional Group) se embolsaron 165 millones de dólares en primas. Por supuesto, Edward Liddy, presidente de AIG, defendió la legalidad de esas primas cuando estalló el escándalo. Los directivos cobraron esas primas después de que el Estado federal hubiera inyectado más de 182.000 millones de dólares en fondos públicos, y rescatado el 80 % de la aseguradora.
Primas para los enterradores de Wall Street
Según una encuesta del Wall Street Journal, en 2007 las principales entidades financieras estadounidenses se embolsaron además 130.000 millones de dólares en concepto de remuneración (salarios más primas). Si sólo se contabilizan las primas, los banqueros y brókers de Wall Street percibieron 33.000 millones de dólares en 2007, lo que constituye una cifra astronómica en una época en la que los países industrializados se deslizan hacia una crisis profunda y duradera. Este importe sólo es moderadamente inferior al récord de 2006, cuando se autoconcedieron más de 34.000 millones de dólares, justo antes del inicio de la crisis. En 2008, un año después, las autoridades del Estado de Nueva York anunciaron que las mismas entidades de Wall Street que habían recortado 19.200 puestos de trabajo en 2008 (esto es, un recorte del 10,3% de la plantilla del sector financiero) pagaron 18.400 millones de dólares en primas a sus trabajadores ese mismo año: incluso si esa cifra es un 44% inferior a la del año anterior (33.000 millones), queda patente que los despidos de muchos se producen para mantener las primas exorbitantes de unos cuantos [véase el cuadro siguiente].
Primas y remuneración total (salarios más primas) de Wall Street entre 2006 y 2010:
Cuadro elaborado por Jérôme Duval, 2010. Fuentes: New York City Securities Industry Bonus Pool, Thomas P. DiNapoli’s Office estimates State Comptroller; Wall Street Journal
Así pues, esas prácticas se siguen aplicando incluso después de que las entidades financieras hubieran percibido las ayudas del Estado para salir a flote, en un momento en el que el desempleo y la precariedad campan a sus anchas en pleno apogeo de la crisis. El drástico incremento del desempleo es especialmente notable en los Estados Unidos, al igual que en Letonia o España, cuyos índices de desempleo son los más elevados de la Unión Europea. En su informe Perspectivas del empleo 2010, Superar la crisis de los empleos, la OCDE señala que, «del 5,6 % en 2007, su nivel más bajo en los últimos 25 años, la tasa de desempleo de la zona de la OCDE pasó al 8,3 % en junio de 2009, un nivel sin precedentes desde la guerra, con un aumento del número de desempleados cercano a los 15 millones». Un año después, el informe de 2010 de la OCDE indica que el número de desempleados había aumentado en 17 millones desde el principio de la crisis, en 2007. |10|
En los Estados Unidos, la tasa de desempleo oficial se duplicó en dos años, y pasó del 4,6 % en 2007 al 10 % de la población activa en el cuarto trimestre de 2009 (OCDE). Según Eurostat, en 2010 cerca del 20 % de los jóvenes menores de 25 años carecía de empleo (19,6 % en abril), y el país perdió más de 8,5 millones de empleos a partir de diciembre de 2007. Los 55,8 millones de estadounidenses que perciben una pensión de la seguridad social volverán a experimentar por segundo año consecutivo una congelación de éstas, sin que tengan derecho a una subida correlativa a la inflación.
Mientras tanto, según lo publicado por el Wall Street Journal el 11 de octubre de 2010 |11|; las remuneraciones totales de los directivos de Wall Street apuntan a un nuevo récord de 144.000 millones de dólares para 2010 y el mayor exportador de armas del mundo no deja de acrecentar su gasto militar, que entre 1998 y 2008 se incrementó en un 66,9 % para situarse en más de 607.000 millones de dólares en 2008 |12|. Inmune a las esperanzas que había despertado, y a pesar de la crisis financiera mundial, la administración Obama no logra atajar la tendencia belicosa de su antecesor (durante su presidencia, entre 2000 y 2008, Georges W. Bush consiguió aumentar el presupuesto militar en un 63 % |13|). Nada más llegar al poder, la administración Obama pactó un presupuesto militar de 661.000 millones de dólares para 2009, de los cuales 65.000 millones se destinaron a financiar la guerra de Afganistán, donde el Pentágono duplicó sus efectivos militares. Se prevé que ese presupuesto alcance 719.000 millones de dólares para 2010 y 739.000 millones para 2011. Durante la presidencia de Obama, esos gastos representaron en 2009 el 43 % del presupuesto militar mundial, frente al 41,5 % el año anterior. En proporción a la población, el presupuesto militar estadounidense superó los 2.000 dólares por ciudadano, ya que en un año pasó de 1.994 a 2.100 dólares por habitante en 2009. Más allá de llenar las arcas de las empresas armamentísticas multinacionales, la escalada bélica no hace sino alimentar el odio y poner en peligro las aspiraciones de lograr un mundo de paz; además, es una de las principales culpables del despegue del déficit público estadounidense. En el conjunto del planeta, el gasto militar mundial aumentó en términos reales un 5,9% con respecto a 2008 y un 49% desde 2000, para alcanzar un total estimado en 1,531 billones de dólares en 2009. |14|
Los gobiernos siguen perorando
Ahora bien, el 29 de enero de 2009 el flamante Presidente de los Estados Unidos no ocultó su enfado por las primas distribuidas por los grupos financieros estadounidenses a sus trabajadores en 2008: «Entre otras cosas, será necesario que la gente de Wall Street que está pidiendo ayuda muestre moderación, disciplina y un mayor sentido de la responsabilidad». A pesar de su llamada a la moderación, Obama no se pronunció sobre los 118 millones de dólares percibidos en concepto de salario, primas y acciones entre 1999 y 2008 por uno de sus asesores principales, el antiguo responsable de Citigroup, Robert Rubin |15|. Tampoco hizo referencia a aquel a quien nombró Secretario del Tesoro, Timothy Geithner, cuando éste “defraudó al fisco al ocultar los ingresos que había percibido del FMI” |16|. Por último, los bonitos discursos sólo sirven para tranquilizar a la opinión pública y distraer su atención cuando hace falta.
En Europa, Nicolas Sarkozy tampoco se quedó corto en el discurso que pronunció en Tolón el 25 de septiembre de 2008, pero nadie pareció inmutarse. En referencia al bróker de la Société Générale Jérôme Kerviel, acusado por un fraude histórico por valor de 5.000 millones de euros, el Presidente francés censuraba entonces a las entidades financieras tratando – sin conseguirlo - de hacerse eco de las palabras de Georges Marchais|NdT| «demasiados abusos, demasiados escándalos»: «Este sistema, en el que los responsables de un desastre financiero se van a casa con indemnizaciones millonarias, en el que un bróker puede provocar pérdidas de cinco mil millones de euros a su banco sin que nadie se dé cuenta, en el que se exige a las empresas unos beneficios tres o cuatro veces superiores al crecimiento de la economía real, ha ahondado las desigualdades, ha desmoralizado a las clases medias y ha alimentado la especulación en los mercados». No cabe duda de que, en lo atinente a las desigualdades, y sin siquiera hacer referencia a esas indemnizaciones millonarias, había motivos para denunciar el “escándalo” que constituía el hecho de que, en 2007, la renta media anual de los franceses se situaba en 15.780 euros para las personas que vivían solas y en 23.664 euros para las parejas, cuando los ingresos medios de los directivos de las principales empresas que cotizaban en la Bolsa de París se aproximaban a los 5 millones de euros, según el Conseil de l’emploi, des revenus et de la cohésion sociale (CERCS, Consejo para el Empleo, la Renta y la Cohesión Social). Ahora bien, en 2007 Nicolas Sarkozy no vaciló en “ahondar las desigualdades y desmoralizar” a los franceses, incluidas las clases medias, al subirse el sueldo un 172 % de un plumazo. Cabe preguntarse si al Jefe del Estado le pudo parecer escandaloso que Patrick Kron, directivo de Alsthom, se hubiera embolsado 12,2 millones de euros en concepto de plusvalías resultantes de la transferencia de activos que la empresa efectuó entre el 1 de enero de 2008 y el 25 de marzo de 2009. Sea como fuere, esos bonitos discursos no le impidieron aceptar 4 millones de euros más unos meses más tarde, en noviembre de 2009, cuando Alsthom volvió a transferir activos. En ocasiones, el discurso político difundido por los principales medios de comunicación pone de manifiesto un control sorprendente, y probablemente no habrá sido tan fácil pasar de la prohibición de los paraísos fiscales, y de la imposición de diversos gravámenes al sistema financiero, a la austeridad presupuestaria. La cuestión es si los franceses estarán dispuestos a pasar por el aro.
La gula capitalista a la palestra pública
Al producirse la explosión del desempleo y la precariedad, la opinión pública se indigna ante las primas exorbitantes que cobran los directivos de las empresas que tuvieron que ser rescatadas con el dinero del contribuyente. A raíz de la presión mediática y del consiguiente escándalo, John Mack, el Presidente y consejero delegado del banco estadounidense Morgan Stanley renunció temporalmente a cobrar sus primas; Alex Miller, antiguo administrador delegado del banco franco-belga Dexia también renunció en octubre de 2008 a percibir una indemnización por cese que ascendía a 3,7 millones de euros. Después de haberse embolsado cerca de 14 millones de euros en 2007, en plena tormenta financiera, Josef Ackermann, directivo del primer banco alemán, el Deutsche Bank, también renunció en 2008 a sus primas «por motivos de solidaridad», con lo que su salario de ese año «quedó limitado» a 1,4 millones de euros. Dicho esto, esa austeridad «solidaria» no fue longeva, ya que en 2009 Ackermann cobró una prima de 8,2 millones de euros que, sumada a su sueldo de 1,3 millones de euros, le garantizó una remuneración de 9,55 millones de euros. En 2008, el Director del Royal Bank of Scotland, Fred Goodwin, provocó pérdidas por valor de 27.000 millones de euros (24.137 millones de libras), lo que obligó al Estado británico a reflotar el banco inyectando 22.000 millones de euros (20.000 millones de libras) para evitar su quiebra, y se vio obligado a reducir en 212.500 libras su pensión de jubilación, que inicialmente había negociado en 703.000 libras anuales (más de 800.000 euros). Aunque sólo tenía 50 años, Goodwin se negó categóricamente a rebajar la pensión que cobraba – y sigue cobrando - desde su cese, en octubre de 2008, lo que provocó la ira de la población y el consiguiente saqueo de su opulenta vivienda, situada en el elegante barrio de Morningside, en Edimburgo, en marzo de 2009. Sin embargo, el Estado acudió al rescate del banco, que nacionalizó en un 84%. Desde ese rescate, la entidad eliminó 27.000 puestos de trabajo, en su mayor parte en Gran Bretaña, y a finales de septiembre de 2010 anunció la supresión de otros 500 empleos en Londres (Les Echos, 29 de septiembre de 2010)
Si bien la lista de salarios, indemnizaciones por cese y primas satisfechos a la oligarquía capitalista en tiempos de crisis es interminable, en cuanto se evapora la atención mediática por las escandalosas remuneraciones de los directivos de la industria financiera éstos no tardan en reanudar con sus viejas costumbres. En la página 3 de su informe titulado Recuperación y crecimiento bajo el signo del trabajo decente, de junio de 2010, el chileno Juan Somavia, Director General de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) lo explica con claridad: «En 2009, los gobiernos rescataron a las instituciones financieras en las que nació ese riesgo sistémico, los famosos bancos «demasiado grandes para quebrar». Desde entonces, estas entidades se han recuperado, sus cotizaciones, beneficios y primas han aumentado, y en los mercados financieros reina un clima de vuelta a la rutina, como si no hubiera pasado nada».
Cuando, temerosas del escándalo, no pueden percibir primas demasiado abultadas, las entidades financieras compensan el lucro cesante de sus banqueros a través de un incremento significativo del salario fijo. Escudándose en el pretexto de una competencia feroz, cada banco trata de retener a los sujetos mejor cualificados mediante el aumento de los ingresos fijos o variables en función de la legislación y las cargas vigentes en el país en el que operan.
«Si el clima fuera un banco, ya lo habrían salvado»
Esa diligencia por salvar a los bancos resulta verdaderamente asombrosa. El frenesí de nuestros dirigentes políticos pasó bastante más desapercibido durante la crisis alimentaria de 2007-2008, cuando el número de personas hambrientas en el mundo aumentó en 150 millones y en 2008 estallaron disturbios por hambre en una veintena de países. Esa diligencia por salvar a los bancos contrasta además con la apatía de la que se hizo gala durante la cumbre de Copenhague, en diciembre de 2009, cuando las paredes de la ciudad y las pancartas de los manifestantes lucían esta inscripción, cuya veracidad resulta aterradora: «Si el clima fuera un banco, ya lo habrían salvado» |17|.
Traducido del francés por Griselda Piñero y Maria Rodrigo Stinus.
NdT: Georges Marchais, político francés, Secretario General del Partido Comunista (PCF) entre 1970 y 1994.
notes articles:En el verano de 2007, el barco comienza a hundirse y se desencadena una nueva crisis que todavía perdura. Pero esta crisis difiere en diversos aspectos de las anteriores. En primer lugar, su ubicación geográfica no es banal, ya que se produce en Estados Unidos, donde se deciden las grandes orientaciones económicas mundiales a través de instituciones como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional (FMI), con sede en Washington. Esto hizo que se tambaleara el «centro financiero» (en oposición a la «periferia» o «tercer mundo»), esto es, el punto neurálgico donde el principal mercado financiero del mundo fija, día a día, la tendencia al resto del planeta. Además, esta crisis es sistémica y multipolar |2|: comenzó como una crisis de superproducción en el sector inmobiliario residencial en Estados Unidos, que provocó la crisis de las «subprime» (hipotecas basura). Ésta trajo aparejada una crisis bancaria y financiera de gran envergadura, que a su vez afectó al conjunto de la producción de los países más industrializados. A partir de allí se produjo el retroceso más brutal registrado desde la segunda guerra mundial. Si bien las economías del tercer mundo no se vieron afectadas directamente por esta tormenta financiera, también sintieron sus efectos. Europa, golpeada de lleno, entró en una fase de crisis profunda. En muchos países, los gobiernos rescataron bancos y compañías de seguros, aumentando de esta manera la deuda pública. Sin embargo, todavía queda muy lejos el fin de la crisis económica. Por último, la crisis ecológica y climática confirma la incapacidad del capitalismo para conservar un planeta viable a corto y a largo plazo, no sólo para nuestros descendientes sino también para las generaciones actuales. Todo esto produce una crisis de confianza, existencial, que ilustra el fracaso del poder político, incapaz de enfrentarse a grandes retos como la eliminación de la pobreza o la resolución de los problemas ambientales y energéticos y los problemas derivados del agotamiento de los recursos. Por lo tanto, podemos hablar de una crisis de civilización, o sistémica, en tanto y en cuanto los fundamentos de la sociedad se quebrantan.
Las repercusiones de esta nueva crisis sistémica son colosales: aumento del desempleo, despidos masivos, recorte de la protección social, de los salarios y de las pensiones, explosión de la deuda… En Europa, la respuesta social no se hizo esperar y en países como Grecia, Rumania, España, Francia y Portugal estallaron huelgas y manifestaciones. En ocasiones muy radicalizados, estos movimientos sociales sufren una lamentable falta de unidad y de coordinación a escala europea e incluso a escala nacional, como en el caso de Rumania y Grecia. Efectivamente, para responder a un ataque de origen supranacional, que tiene como actores principales al FMI y a la Comisión Europea, convendría actuar de la forma más coordinada posible, para poder ofrecer una respuesta a la altura del ataque. Sólo un movimiento social decidido y de ámbito europeo podría encauzar el proceso de manera beneficiosa para las poblaciones |3| .
Ni siquiera un imperio edificado sobre mentiras —como la de hacer la guerra en nombre de la libertad—, puede resistir a la insurrección de los pueblos unidos por la cólera que suscita la injusticia capitalista. El totalitarismo de las firmas multinacionales erigido en sistema por el dogma del provecho y el mito del crecimiento ya no se sostiene. Aunque se repinte de verde, el capitalismo es destructor. Tomemos las cosas en serio y comencemos por arrancar el mal de manera radical (radical proviene del latín «radix» y éste del griego «rhiza», raíz), con el objetivo de repensar la economía al servicio del hombre y no de los mercados financieros.
Revisión rápida sobre el origen y la evolución de la crisis actual (2007-2010)
La crisis actual es la prolongación de una serie de crisis cuyo origen y epicentro se encuentra en Estados Unidos: Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal hasta 2006, aumentó el tipo de interés director de la Fed (que es el Banco Central de los Estados Unidos) del 1 %, tipo correspondiente al 25 de junio de 2003, al 4, 5 % el día de su partida, el 31 de enero de 2006 (se alcanzó un techo del 5, 25 % el 29 de junio de 2006) |4|. Las familias, que habían sido incitadas por bancos poco escrupulosos a endeudarse para lograr ser propietarios de sus viviendas se encontraron de pronto con la imposibilidad de pagar las cuotas de una hipoteca cuyos intereses se habían multiplicado. La crisis hipotecaria estalló en agosto de 2007 a raíz de la especulación en el sector inmobiliario y sus «subprime», dando por resultado la expulsión de miles de familias de sus viviendas puesto que ya no podían pagar sus hipotecas. Concretamente, en septiembre de 2009 se calculaba que los embargos inmobiliarios habían provocado el desalojo de 3 millones de familias en los Estados Unidos |5|.
Cuando el contribuyente paga el rescate de su banco, la deuda privada se convierte en pública
Arrastrado por el estallido de la burbuja inmobiliaria estadounidense, el sistema bancario se tambalea, ya que también había invertido ampliamente en estas «subprime» y en otros fondos especulativos. El plan Paulson, también llamado plan TARP (Troubled Asset Relief Programme), de 700.000 millones de dólares, aprobado por el Congreso estadounidense en octubre de 2008, sirvió fundamentalmente para inyectar fondos en el capital de los bancos, para reflotar la compañía de seguros American International Group (AIG) y para ayudar al sector automotriz. A fines de noviembre de 2009, se habían asignado ya 560.000 millones de dólares en el marco de este programa, que se prolongó hasta octubre de 2010, a pesar de que en principio debía expirar en diciembre de 2009. Tras los pasos de los Estados Unidos, la Unión Europea anunció que se disponía a inyectar 1,7 billones de euros para salvar el sistema bancario de la zona euro, y el Reino Unido, por su parte, iba a contribuir con 500.000 millones de libras. Desde ese momento, los gobiernos se empeñan en rescatar a los bancos utilizando el dinero público. El 13 de octubre de 2008, Francia aprobó un plan de rescate bancario por un monto de 360.000 millones de euros, de los que 21.000 millones fueron concedidos a los seis principales bancos privados |6|.
Como señala Frédéric Lordon: «La Organización de Cooperación y de Desarrollo Económicos (OCDE) evalúa en 11,4 billones de dólares las sumas movilizadas para el rescate. O sea, 1.676 dólares por cada ser humano…» |7|. De manera general, hemos asistido a la transferencia de la deuda privada hacia la deuda pública para salvar al sistema bancario. Y todo a costa del contribuyente. La población pobre, ya penalizada por una fiscalidad injusta (IVA, impuestos diversos…), es además la más vulnerable al desempleo, a la caída del poder adquisitivo y a los despidos. Pero, además de todo eso ¿es realmente necesario pedirle que pague de su bolsillo la puesta a flote de un sistema en quiebra?
Contrariamente a la publicitada voluntad de las instituciones, la deuda pública continúa aumentando y su pago ahonda el déficit. Los regalos concedidos por el Estado al sector bancario, a menudo responsable de la crisis, han agravado las cuentas de la deuda pública. Según los datos de Eurostat publicados el 22 de abril de 2010, la deuda pública de los 27 países miembros de la Unión Europea pasó del 58,8 % del PIB en 2007 al 73,6 % en 2009 |8|, lo que significa que pasó de 7,3 billones a 8,7 billones de euros. Eso representa un enorme aumento de 1,4 billones de euros en dos años, lo que más o menos equivale al stock de la deuda pública externa de todos los llamados países en desarrollo (1,5 billones de dólares), en donde habita las tres cuartas partes de la población mundial; por cierto, un monto comparable al stock de la deuda pública de Francia, que se aproxima a 1,5 billones de euros.
Por otro lado, se debe considerar el papel determinante que tiene la función especulativa de los agentes financieros. El mercado amenaza a los Estados especulando con su deuda. Después de haber desencadenado episodios terribles de hambre al influir sobre el aumento del precio de los cereales en 2008 —las rebeliones del hambre se extendieron por el mundo mientras se superaba la barrera de los 1.000 millones de seres humanos que sufren desnutrición—, los especuladores, desde entonces dispuestos a hacer tambalear a los Estados, se volcaron hacia un sector que ofrecía un mayor rendimiento de la inversión: la llamada deuda «soberana». Esta oligarquía capitalista, que se ampara en una fiscalidad laxista, puede entonces continuar su carrera hacia el lucro en un contexto de crisis que apenas la afecta y cuyo coste no deberá sufragar, puesto que, en primer lugar, las políticas de austeridad tienen su punto de mira en las clases desfavorecidas y la clase media.
En periodo de crisis los bancos y las aseguradoras reflotados por los contribuyentes se autootorgan beneficios escandalosos
La crisis del mercado hipotecario, o «subprime», que comenzó en el verano de 2007, rápidamente hizo caer a algunas instituciones de renombre, como Northen Rock (nacionalizado en el último minuto, sin duda antes de poder nuevamente privatizar sus futuros beneficios), Bear Sterns (que perdió 17.000 millones de dólares en menos de 48 horas), y otras entidades. Pero la crisis no afectó a todo el mundo de la misma forma y algunas multinacionales obtuvieron enormes ganancias. Exxon Mobil batió el récord registrando un beneficio neto anual de 41.000 millones de dólares en el año 2007, el más importante jamás obtenido por una empresa |9|.
Los grandes bancos quedaron muy expuestos a los montajes financieros dudosos (se habla de bonos basura, o «junk bonds»). A pesar de ello, en un contexto de crisis que afectaba sobre todo a los hogares humildes que ya no podían garantizar el pago de su vivienda, éstos ofrecieron primas astronómicas y otras ventajas a sus directivos. En octubre de 2007, en plena crisis de las «subprime», Merrill Lynch (en ese momento el tercer banco de negocios de Wall Street) decidió la salida anticipada de su presidente y consejero delegado, Stan O’Neal, y le concedió una indemnización de 160 millones de dólares (cerca de 30 millones en concepto de jubilación y 129 millones en stock options). Es así como Merril Lynch daba el ejemplo, agradeciéndole al presidente de un gran banco mundial por asumir personalmente la responsabilidad de las pérdidas ligadas a las hipotecas de riesgo («subprime»). Algunos días más tarde, en noviembre de 2007, fue el turno de Charles Prince, presidente de Citigroup, a quien reconocieron los servicios prestados con una prima de 12,5 millones de dólares. En 2007, el presidente y consejero delegado del banco Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, pulverizó el récord de primas concedidas al primer ejecutivo de un banco al verse recompensado con 68 millones de dólares. Dos años más tarde, en 2009, después de haber llevado a la empresa a la quiebra (con una pérdida récord de 99.000 millones de dólares en 2008), algunos ejecutivos de AIG (American Internacional Group) se embolsaron 165 millones de dólares en primas. Por supuesto, Edward Liddy, presidente de AIG, defendió la legalidad de esas primas cuando estalló el escándalo. Los directivos cobraron esas primas después de que el Estado federal hubiera inyectado más de 182.000 millones de dólares en fondos públicos, y rescatado el 80 % de la aseguradora.
Primas para los enterradores de Wall Street
Según una encuesta del Wall Street Journal, en 2007 las principales entidades financieras estadounidenses se embolsaron además 130.000 millones de dólares en concepto de remuneración (salarios más primas). Si sólo se contabilizan las primas, los banqueros y brókers de Wall Street percibieron 33.000 millones de dólares en 2007, lo que constituye una cifra astronómica en una época en la que los países industrializados se deslizan hacia una crisis profunda y duradera. Este importe sólo es moderadamente inferior al récord de 2006, cuando se autoconcedieron más de 34.000 millones de dólares, justo antes del inicio de la crisis. En 2008, un año después, las autoridades del Estado de Nueva York anunciaron que las mismas entidades de Wall Street que habían recortado 19.200 puestos de trabajo en 2008 (esto es, un recorte del 10,3% de la plantilla del sector financiero) pagaron 18.400 millones de dólares en primas a sus trabajadores ese mismo año: incluso si esa cifra es un 44% inferior a la del año anterior (33.000 millones), queda patente que los despidos de muchos se producen para mantener las primas exorbitantes de unos cuantos [véase el cuadro siguiente].
Primas y remuneración total (salarios más primas) de Wall Street entre 2006 y 2010:
. | 2006 | 2007 | 2008 | 2009 | 2010 |
Primas Wall Street (en millones de dólares) | 34 000 | 33 000 | 18 400 | 20 300 | |
Variacion porcentual | 34 % | - 4 % | - 44 % | + 17 % | |
Remuneración total(en millones de dólares) | 130 000 | 117 000 | 139 000 | 144 000 |
Así pues, esas prácticas se siguen aplicando incluso después de que las entidades financieras hubieran percibido las ayudas del Estado para salir a flote, en un momento en el que el desempleo y la precariedad campan a sus anchas en pleno apogeo de la crisis. El drástico incremento del desempleo es especialmente notable en los Estados Unidos, al igual que en Letonia o España, cuyos índices de desempleo son los más elevados de la Unión Europea. En su informe Perspectivas del empleo 2010, Superar la crisis de los empleos, la OCDE señala que, «del 5,6 % en 2007, su nivel más bajo en los últimos 25 años, la tasa de desempleo de la zona de la OCDE pasó al 8,3 % en junio de 2009, un nivel sin precedentes desde la guerra, con un aumento del número de desempleados cercano a los 15 millones». Un año después, el informe de 2010 de la OCDE indica que el número de desempleados había aumentado en 17 millones desde el principio de la crisis, en 2007. |10|
En los Estados Unidos, la tasa de desempleo oficial se duplicó en dos años, y pasó del 4,6 % en 2007 al 10 % de la población activa en el cuarto trimestre de 2009 (OCDE). Según Eurostat, en 2010 cerca del 20 % de los jóvenes menores de 25 años carecía de empleo (19,6 % en abril), y el país perdió más de 8,5 millones de empleos a partir de diciembre de 2007. Los 55,8 millones de estadounidenses que perciben una pensión de la seguridad social volverán a experimentar por segundo año consecutivo una congelación de éstas, sin que tengan derecho a una subida correlativa a la inflación.
Mientras tanto, según lo publicado por el Wall Street Journal el 11 de octubre de 2010 |11|; las remuneraciones totales de los directivos de Wall Street apuntan a un nuevo récord de 144.000 millones de dólares para 2010 y el mayor exportador de armas del mundo no deja de acrecentar su gasto militar, que entre 1998 y 2008 se incrementó en un 66,9 % para situarse en más de 607.000 millones de dólares en 2008 |12|. Inmune a las esperanzas que había despertado, y a pesar de la crisis financiera mundial, la administración Obama no logra atajar la tendencia belicosa de su antecesor (durante su presidencia, entre 2000 y 2008, Georges W. Bush consiguió aumentar el presupuesto militar en un 63 % |13|). Nada más llegar al poder, la administración Obama pactó un presupuesto militar de 661.000 millones de dólares para 2009, de los cuales 65.000 millones se destinaron a financiar la guerra de Afganistán, donde el Pentágono duplicó sus efectivos militares. Se prevé que ese presupuesto alcance 719.000 millones de dólares para 2010 y 739.000 millones para 2011. Durante la presidencia de Obama, esos gastos representaron en 2009 el 43 % del presupuesto militar mundial, frente al 41,5 % el año anterior. En proporción a la población, el presupuesto militar estadounidense superó los 2.000 dólares por ciudadano, ya que en un año pasó de 1.994 a 2.100 dólares por habitante en 2009. Más allá de llenar las arcas de las empresas armamentísticas multinacionales, la escalada bélica no hace sino alimentar el odio y poner en peligro las aspiraciones de lograr un mundo de paz; además, es una de las principales culpables del despegue del déficit público estadounidense. En el conjunto del planeta, el gasto militar mundial aumentó en términos reales un 5,9% con respecto a 2008 y un 49% desde 2000, para alcanzar un total estimado en 1,531 billones de dólares en 2009. |14|
Los gobiernos siguen perorando
Ahora bien, el 29 de enero de 2009 el flamante Presidente de los Estados Unidos no ocultó su enfado por las primas distribuidas por los grupos financieros estadounidenses a sus trabajadores en 2008: «Entre otras cosas, será necesario que la gente de Wall Street que está pidiendo ayuda muestre moderación, disciplina y un mayor sentido de la responsabilidad». A pesar de su llamada a la moderación, Obama no se pronunció sobre los 118 millones de dólares percibidos en concepto de salario, primas y acciones entre 1999 y 2008 por uno de sus asesores principales, el antiguo responsable de Citigroup, Robert Rubin |15|. Tampoco hizo referencia a aquel a quien nombró Secretario del Tesoro, Timothy Geithner, cuando éste “defraudó al fisco al ocultar los ingresos que había percibido del FMI” |16|. Por último, los bonitos discursos sólo sirven para tranquilizar a la opinión pública y distraer su atención cuando hace falta.
En Europa, Nicolas Sarkozy tampoco se quedó corto en el discurso que pronunció en Tolón el 25 de septiembre de 2008, pero nadie pareció inmutarse. En referencia al bróker de la Société Générale Jérôme Kerviel, acusado por un fraude histórico por valor de 5.000 millones de euros, el Presidente francés censuraba entonces a las entidades financieras tratando – sin conseguirlo - de hacerse eco de las palabras de Georges Marchais|NdT| «demasiados abusos, demasiados escándalos»: «Este sistema, en el que los responsables de un desastre financiero se van a casa con indemnizaciones millonarias, en el que un bróker puede provocar pérdidas de cinco mil millones de euros a su banco sin que nadie se dé cuenta, en el que se exige a las empresas unos beneficios tres o cuatro veces superiores al crecimiento de la economía real, ha ahondado las desigualdades, ha desmoralizado a las clases medias y ha alimentado la especulación en los mercados». No cabe duda de que, en lo atinente a las desigualdades, y sin siquiera hacer referencia a esas indemnizaciones millonarias, había motivos para denunciar el “escándalo” que constituía el hecho de que, en 2007, la renta media anual de los franceses se situaba en 15.780 euros para las personas que vivían solas y en 23.664 euros para las parejas, cuando los ingresos medios de los directivos de las principales empresas que cotizaban en la Bolsa de París se aproximaban a los 5 millones de euros, según el Conseil de l’emploi, des revenus et de la cohésion sociale (CERCS, Consejo para el Empleo, la Renta y la Cohesión Social). Ahora bien, en 2007 Nicolas Sarkozy no vaciló en “ahondar las desigualdades y desmoralizar” a los franceses, incluidas las clases medias, al subirse el sueldo un 172 % de un plumazo. Cabe preguntarse si al Jefe del Estado le pudo parecer escandaloso que Patrick Kron, directivo de Alsthom, se hubiera embolsado 12,2 millones de euros en concepto de plusvalías resultantes de la transferencia de activos que la empresa efectuó entre el 1 de enero de 2008 y el 25 de marzo de 2009. Sea como fuere, esos bonitos discursos no le impidieron aceptar 4 millones de euros más unos meses más tarde, en noviembre de 2009, cuando Alsthom volvió a transferir activos. En ocasiones, el discurso político difundido por los principales medios de comunicación pone de manifiesto un control sorprendente, y probablemente no habrá sido tan fácil pasar de la prohibición de los paraísos fiscales, y de la imposición de diversos gravámenes al sistema financiero, a la austeridad presupuestaria. La cuestión es si los franceses estarán dispuestos a pasar por el aro.
La gula capitalista a la palestra pública
Al producirse la explosión del desempleo y la precariedad, la opinión pública se indigna ante las primas exorbitantes que cobran los directivos de las empresas que tuvieron que ser rescatadas con el dinero del contribuyente. A raíz de la presión mediática y del consiguiente escándalo, John Mack, el Presidente y consejero delegado del banco estadounidense Morgan Stanley renunció temporalmente a cobrar sus primas; Alex Miller, antiguo administrador delegado del banco franco-belga Dexia también renunció en octubre de 2008 a percibir una indemnización por cese que ascendía a 3,7 millones de euros. Después de haberse embolsado cerca de 14 millones de euros en 2007, en plena tormenta financiera, Josef Ackermann, directivo del primer banco alemán, el Deutsche Bank, también renunció en 2008 a sus primas «por motivos de solidaridad», con lo que su salario de ese año «quedó limitado» a 1,4 millones de euros. Dicho esto, esa austeridad «solidaria» no fue longeva, ya que en 2009 Ackermann cobró una prima de 8,2 millones de euros que, sumada a su sueldo de 1,3 millones de euros, le garantizó una remuneración de 9,55 millones de euros. En 2008, el Director del Royal Bank of Scotland, Fred Goodwin, provocó pérdidas por valor de 27.000 millones de euros (24.137 millones de libras), lo que obligó al Estado británico a reflotar el banco inyectando 22.000 millones de euros (20.000 millones de libras) para evitar su quiebra, y se vio obligado a reducir en 212.500 libras su pensión de jubilación, que inicialmente había negociado en 703.000 libras anuales (más de 800.000 euros). Aunque sólo tenía 50 años, Goodwin se negó categóricamente a rebajar la pensión que cobraba – y sigue cobrando - desde su cese, en octubre de 2008, lo que provocó la ira de la población y el consiguiente saqueo de su opulenta vivienda, situada en el elegante barrio de Morningside, en Edimburgo, en marzo de 2009. Sin embargo, el Estado acudió al rescate del banco, que nacionalizó en un 84%. Desde ese rescate, la entidad eliminó 27.000 puestos de trabajo, en su mayor parte en Gran Bretaña, y a finales de septiembre de 2010 anunció la supresión de otros 500 empleos en Londres (Les Echos, 29 de septiembre de 2010)
Si bien la lista de salarios, indemnizaciones por cese y primas satisfechos a la oligarquía capitalista en tiempos de crisis es interminable, en cuanto se evapora la atención mediática por las escandalosas remuneraciones de los directivos de la industria financiera éstos no tardan en reanudar con sus viejas costumbres. En la página 3 de su informe titulado Recuperación y crecimiento bajo el signo del trabajo decente, de junio de 2010, el chileno Juan Somavia, Director General de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) lo explica con claridad: «En 2009, los gobiernos rescataron a las instituciones financieras en las que nació ese riesgo sistémico, los famosos bancos «demasiado grandes para quebrar». Desde entonces, estas entidades se han recuperado, sus cotizaciones, beneficios y primas han aumentado, y en los mercados financieros reina un clima de vuelta a la rutina, como si no hubiera pasado nada».
Cuando, temerosas del escándalo, no pueden percibir primas demasiado abultadas, las entidades financieras compensan el lucro cesante de sus banqueros a través de un incremento significativo del salario fijo. Escudándose en el pretexto de una competencia feroz, cada banco trata de retener a los sujetos mejor cualificados mediante el aumento de los ingresos fijos o variables en función de la legislación y las cargas vigentes en el país en el que operan.
«Si el clima fuera un banco, ya lo habrían salvado»
Esa diligencia por salvar a los bancos resulta verdaderamente asombrosa. El frenesí de nuestros dirigentes políticos pasó bastante más desapercibido durante la crisis alimentaria de 2007-2008, cuando el número de personas hambrientas en el mundo aumentó en 150 millones y en 2008 estallaron disturbios por hambre en una veintena de países. Esa diligencia por salvar a los bancos contrasta además con la apatía de la que se hizo gala durante la cumbre de Copenhague, en diciembre de 2009, cuando las paredes de la ciudad y las pancartas de los manifestantes lucían esta inscripción, cuya veracidad resulta aterradora: «Si el clima fuera un banco, ya lo habrían salvado» |17|.
Traducido del francés por Griselda Piñero y Maria Rodrigo Stinus.
NdT: Georges Marchais, político francés, Secretario General del Partido Comunista (PCF) entre 1970 y 1994.
|1| The Guardian, 21 de octubre de 2009, Public must learn to ’tolerate the inequality’ of bonuses, says Goldman Sachs vice-chairman, http://www.guardian.co.uk/
|2| Véase sobre este tema el libro de Damien Millet y Eric Toussaint, La crise, quelles crises, Aden, 2010. Ediciones en castellano: La crisis global, El Viejo Topo, Mataró, 2010 ; La crisis global, Ediciones Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 2010.
|3| Véanse las propuestas del CADTM: La deuda, maná del cielo para los acreedores y una tragedia para los pueblos, original en francés y traducido también al griego, alemán, inglés y polaco. Disponible en: http://www.cadtm.org/IMG/pdf/
|4| Gilles Bonafi, Crise systémique: les USA au bord du gouffre, http://www.mondialisation.ca/
|5| Stéphanie Treillet, De la crise des subprime à la crise bancaire, http://www.npa2009.org/
|6| «Este préstamo comprende una suma de 40.000 millones de euros para recapitalizar los bancos que lo necesiten. El 20 de octubre de 2008, se concedió una primera partida de 10.500 millones de euros a los seis bancos privados franceses más grandes para reforzar sus fondos propios. El Estado prestaba este dinero a los bancos a un tipo de interés del 8 % y su reembolso se haría a medida que mejorara la situación económica». La parte siguiente figuraba en la web pero ha sido suprimida: «Pero la situación es bien distinta en lo que atañe a esos 40.000 millones previstos para la adquisición de participaciones, pues, ciertamente, esto afectará a la deuda. Para disponer de esos fondos, el Estado deberá pedir un préstamo, sin estar seguro de recuperarlos; una garantía de 320.000 millones de euros para proveer a los bancos de la liquidez necesaria para poder conceder créditos. También en este caso se trata de préstamos, que los bancos deberán devolver según los plazos previstos.» http://www.gouvernement.fr/
|8| Eurostat, 22 de abril de 2010, http://epp.eurostat.ec.europa.
|9| Les Echos, 2-3 de mayo de 2008.
|10| «Del 5,6 % a finales de 2007, su nivel más bajo en los últimos 28 años, la tasa de desempleo de la zona OCDE alcanzó 8,5 % en el primer trimestre de 2010, lo que corresponde a 17 millones más de personas desempleadas, esto es, un incremento de la tasa de desempleo ligeramente superior al 50 % (…)» (versión completa sólo disponible en francés e inglés, resumen en español).
|11| Wall Street Pay : A Record $144 Billion, Wall Street Journal, 11 de octubre de 2010. http://online.wsj.com/article/
|12| Dépenses militaires, production et transferts d’armes, Compendium 2010, Groupe de recherche et d’information sur la paix et la sécurité, GRIP 2010
|13| Media Background—Military expenditure, SIPRI Yearbook 2010, pág. 2 : “US military expenditure rose by 63% in real terms between 2000, just before George W. Bush took office as president, to 2008, his last full year in office”http://www.sipri.org/
|14| Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz, SIPRI Yearbook 2010, Estocolmo, junio de 2010. http://www.sipri.org/yearbook/
|15| Damien Millet y Eric Toussaint, La crise, quelles crises ?, Aden, 2010, pág. 59.
|16| Ibid, pág. 62.
|17| Hugo Chávez retomó este eslogan en varios de sus discursos. También se publicó en la prensa.
www.cadtm.org/Austeridad-y-
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