¿Por qué se reforma la asistencia sanitaria en Estados Unidos?

Entre toda la preocupación por los detalles de cómo poner en práctica la legislación sanitaria, me alegró ver a Paul Krugman defender la necesidad de la reforma en primer lugar.
Krugman escribe: "Los estadounidenses favorecen por mayoría aplastante la cobertura de las personas con afecciones preexistentes, pero eso no se puede hacer sin llevar a cabo una reforma amplia. Para que el seguro sea accesible, hay que mantener a las personas actualmente sanas en el grupo de riesgo, lo que significa exigir que todos o casi todos contraten una cobertura. Y eso no se consigue sin una ayuda económica a los estadounidenses de rentas más bajas, para que puedan pagar las primas. Por eso, al final, se acaba con una política tripartita de eliminación de la discriminación médica, cobertura obligatoria y subvenciones a las primas".
Pensando en este tema, me resulta útil considerar los dos polos extremos de lo que supuestamente es el objetivo de la atención sanitaria.
En primer lugar, pensemos en un grupo de personas, todas ellas sanas en estos momentos y con el mismo riesgo de necesitar una atención considerable con gasto médico en el futuro, aunque todas desconocen si serán ellas las que necesitarán asistencia.
Si cada persona agrega sus recursos y esos fondos se destinan a ayudar a quienes presenten una necesidad, todas sentirían que salen ganando por el hecho de estar incluidas en ese grupo.
Esa clase de asistencia sanitaria es una mejora paretiana, porque todos sienten que salen ganando más con el seguro que sin él y, precisamente porque mejora el índice de Pareto, los mercados del seguro privado no tienen ningún problema en ofrecer ese tipo de producto financiero.
Consideremos ahora el extremo opuesto, es decir, un grupo de personas que sabe con certitud quién va a necesitar gasto médico y quién no. En ese caso, si los fondos se agrupan, con pagos de los sanos a los enfermos, el óptimo de Pareto no mejora porque ganan quienes reciben los fondos y pierden quienes los proporcionan.
Por esa razón, el mercado privado nunca ofrecería un producto financiero para lograr ese resultado y describir un acuerdo así como "seguro" es inapropiado. Al contrario, se trata de una mera política de transferencia de ingresos.

¿Por compasión?

Podemos proponer distintos argumentos a favor de dicha transferencia de ingresos, como por ejemplo remontándonos a una época pasada, antes de que las personas supieran a qué enfermedades podían ser susceptibles y razonar, basándonos en eso, que ambos casos son estrictamente comparables.
Ésa es, en el fondo, la perspectiva rawlsiana de la justicia social, que sostiene que debemos buscar una distribución de los recursos que todo miembro de la sociedad defendería si no supiera de antemano la posición que va a ocupar en la sociedad.
Sin embargo, creo que el argumento más fundamental a favor de la asistencia a los necesitados en el segundo ejemplo es el de la compasión. ¿Realmente estamos preparados para insistir, con la condición de saber quién es quién, en que la atención médica sólo se preste a quienes puedan pagarla?
Creo que Krugman tiene razón cuando afirma que la amplia mayoría de los estadounidenses respondería con un "no" a esa pregunta. Prácticamente todos queremos ayudar a las personas que pensamos que tienen necesidad, incluso si no existe ningún beneficio directo para nosotros por hacerlo.

Asistencia sanitaria, ¿a quién? 

La pregunta, entonces, se vuelve muy práctica: ¿a cuántos dólares exactamente deben renunciar los sanos y cuál es el límite en cuanto al destino de los fondos? ¿Esos mismos principios llaman a los estadounidenses a ofrecer asistencia sanitaria al resto del mundo o sólo a quienes viven dentro de nuestras fronteras?
Y, en el último caso, ¿debemos cubrir a quienes entran en nuestro país ilegalmente o sólo a los residentes y ciudadanos legales? Cualquiera que sea el subgrupo humano que decidamos abarcar, tendremos que fijar un límite en alguna parte y negarnos a determinados procedimientos. ¿Cuándo, dónde y cómo fijamos ese límite?
Por supuesto, la realidad es una mezcla de los dos polos extremos que he resumido antes, aunque la discusión de las enfermedades preexistentes me sugiere que ya hemos pasado definitivamente al mundo descrito en el segundo ejemplo, más que en el primero.
Por eso creo que es importante que los estadounidenses se enfrenten abiertamente a la cuestión principal subyacente que se impone en el segundo ejemplo: ¿cómo vamos a decidir quién recibirá los servicios médicos y qué servicios van a prestarse?

James Hamilton, profesor de Economía en la Universidad de California.
FUENTE : El Economista

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