La libra esterlina
¿Quién gobierna Reino Unido? Probablemente, pronto lo harán los mercados de bonos. Es posible que el indeciso votante medio sea incapaz de distinguir un ráting crediticio AAA de un andouillette AAAAA, pero cuando los tabloides claman “la crisis de la libra”, algo se revuelve en los estómagos de los británicos.
Es el persistente temor a que el país esté cayendo nuevamente en el ranking de naciones; a que los días de sexo, sol y sangría pronto sean un lujo inalcanzable; y a que el alto coste de las hipotecas ponga en peligro las finanzas familiares.
Reino Unido no se encuentra aún en esta situación. Es cierto, los mercados se han asustado ante los comentarios sobre un Parlamento bloqueado. La libra ha caído a un mínimo de nueve meses frente al dólar, mientras que el margen de los títulos del Estado a 10 años sobre los bonos alemanes ha aumentado 21 puntos básicos desde el comienzo del año, llegando a los 94 puntos básicos. Sin embargo, si analizamos la situación con más detenimiento, hay pocos motivos para el pánico.
La libra opera con libertad, por lo que no estamos ante una situación similar a la crisis del ERM (Mecanismo de Tipos de Cambio Europeos) de 1992. De hecho, una pequeña devaluación ayudaría a los exportadores. Además, el coste real de los créditos es menor ahora que el uno de enero. Los bonos a 10 años rinden un 4,05%, frente al 4,11% de entonces. Difícilmente pueda considerarse una catástrofe.
Dicho esto, una fuerte e inesperada devaluación de la libra podría elevar la inflación y dificultar la consecución del equilibrio entre una política fiscal severa y una política monetaria flexible. Las verosímiles promesas sobre un ajuste fiscal –que podría retrasar un Parlamento bloqueado– deberían estimular la economía rebajando los tipos de interés a largo plazo.
Sin la confianza de los mercados, los tipos de interés a largo plazo se dispararán, elevando el coste de los préstamos públicos y privados y forzando un ritmo mucho más rápido de consolidación fiscal. Esto no ha pasado aún. Pero la lección que se extrae de Grecia es que será terriblemente caro si llega a suceder.
Lex Column
FUENTE : FINANCIAL TIMES
Es el persistente temor a que el país esté cayendo nuevamente en el ranking de naciones; a que los días de sexo, sol y sangría pronto sean un lujo inalcanzable; y a que el alto coste de las hipotecas ponga en peligro las finanzas familiares.
Reino Unido no se encuentra aún en esta situación. Es cierto, los mercados se han asustado ante los comentarios sobre un Parlamento bloqueado. La libra ha caído a un mínimo de nueve meses frente al dólar, mientras que el margen de los títulos del Estado a 10 años sobre los bonos alemanes ha aumentado 21 puntos básicos desde el comienzo del año, llegando a los 94 puntos básicos. Sin embargo, si analizamos la situación con más detenimiento, hay pocos motivos para el pánico.
La libra opera con libertad, por lo que no estamos ante una situación similar a la crisis del ERM (Mecanismo de Tipos de Cambio Europeos) de 1992. De hecho, una pequeña devaluación ayudaría a los exportadores. Además, el coste real de los créditos es menor ahora que el uno de enero. Los bonos a 10 años rinden un 4,05%, frente al 4,11% de entonces. Difícilmente pueda considerarse una catástrofe.
Dicho esto, una fuerte e inesperada devaluación de la libra podría elevar la inflación y dificultar la consecución del equilibrio entre una política fiscal severa y una política monetaria flexible. Las verosímiles promesas sobre un ajuste fiscal –que podría retrasar un Parlamento bloqueado– deberían estimular la economía rebajando los tipos de interés a largo plazo.
Sin la confianza de los mercados, los tipos de interés a largo plazo se dispararán, elevando el coste de los préstamos públicos y privados y forzando un ritmo mucho más rápido de consolidación fiscal. Esto no ha pasado aún. Pero la lección que se extrae de Grecia es que será terriblemente caro si llega a suceder.
Lex Column
FUENTE : FINANCIAL TIMES
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