PIGS o ClubMed
 Por Gurus
Es, cuando menos, significativo el 
encuentro que ha tenido lugar ayer en París entre Alemania, Francia, 
Italia y España. Se trata de los cuatro pesos pesados, y por tanto 
decisivos, de la Eurozona, y no se trata de una reunión cuatripartita 
sino de un encuentro con dos bandos enfrentados: Alemania vs los otros 
tres. Algún periodista de The Times como Anatole Kaletsky (para que luego digan que los anglosajones siempre muerden la yugular periférica) ya habla de este grupo italofrancoespañol como el Club Med, por aquello de la mediterraneidad latina que tienen en común, como contrapunto a al germanismo del norte.
Menudo cambio, ¿verdad? Hasta ahora 
hablábamos de la periferia como los PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, 
Grecia y España), y ahora, por una cuestión de tamaño, italianos y 
españoles nos integramos en un Club mediterráneo mucho más agradable y 
de la mano nada menos que de la Francia de Hollande.
Este upgrade que parece haber 
beneficiado a España e Italia, puede ser la clave para conseguir que 
Alemania dé su brazo (y su envidiable economía) a torcer. ¿Acaso somos 
ahora mejores que hace un par de meses? En absoluto, más bien al 
contrario. El cambio radical ha surgido de Francia y de su nuevo 
presidente. Sí, ese mismo país vecino con el que históricamente tenemos 
una relación compleja, cuya colaboración antiterrorista llegó tarde cuyo
 gobierno no comulga en absoluto con el de Rajoy y cuya selección 
futbolística eliminamos hace unos días. Hollande considera que la 
medicina que necesita el ClubMed (Francia, Italia y España) es la misma 
que la gala. Y en cambio el combo Merkozy (Merkel y Sarkozy) consideró 
que la medicina que la periferia precisaba era la alemana. O mejor 
dicho, consideraban que tan sólo se debían tomar medidas adecuadas al 
interés del tren alemán, al que Francia pretendía subirse para no quedar
 descolgado con el resto de la periferia.
La 
clave ahora es la unidad y la influencia que consiga el ClubMed, ya que 
de ello depende su fuerza ante Alemania. El objetivo: Conseguir que 
Merkel acepte la mutualización de la deuda europea (o al menos la del 
ClubMed), y que el banco central alemán y su gobierno ceda soberanía al 
unísono con el resto de la Eurozona. 
Si Alemania claudica ante las decisiones que convienen al ClubMed, la 
evolución de la Eurozona hacia unos EE.UU. de Europa puede ser ágil y 
provechosa para el conjunto, aunque algo ruinosa para la economía 
alemana. Y si los germanos no aceptan las propuestas del bloque 
mediterráneo, como por arte de magia, Alemania habrá pasado de héroe a 
villano en tan sólo cuestión de semanas o meses. Porque al resto de 
potencias mundiales, los intereses particulares alemanes pesan menos que
 los intereses de la Eurozona en su conjunto. Y todos temen una 
resolución traumática y conflictiva de la zona Euro. Por tanto, repito, 
si hay unidad en el ClubMed, Alemania puede verse en la encrucijada de
 ser el héroe europeo o convertirse en el villano al que el mundo 
señalará con el dedo en cuanto las cosas se pongan más feas en los 
mercados del mundo y en las calles de Europa. Está en nuestra mano que 
los alemanes se vean obligados a pagar nuestros excesos, por injusto que
 eso suene. Tan sólo necesitamos unidad y jugar bien nuestras cartas 
respecto a la comunidad internacional.
Poco a poco el poder germánico parece 
haber perdido cuota decisoria en el seno de la zona Euro: Primero fue la
 dimisión de Jürgen Stark (Un halcón menos en el BCE)
 y después la sustitución del fiel Trichet -a pesar de ser francés- por 
Draghi. Y la puntilla puede ser el escarnio público de Alemania que la 
unidad del ClubMed y la complicidad global pueden conseguir.
Y es que los causantes del problema, o 
sea la periferia endeudada, recesiva e insolvente, pueden trasladar la 
responsabilidad del problema y del destino de la economía mundial a 
Alemania. Y para conseguir semejante martingala, basta con tan sólo 
unirse en una sola voz mediterránea y en complicidad con el resto de 
potencias mundiales. Los alemanes, que hasta hace bien poco manejaban 
las riendas europeas a su antojo, se pueden encontrar de la noche a la 
mañana sentados en una mesa señalados con el dedo por un Club que cuenta
 con las simpatías -por pura conveniencia- del resto del planeta.
El acreedor, aunque cargado de razones, 
puede perder sus derechos cuando los deudores se convierten en gigantes 
unidos y gozan de la complicidad del resto. Lamentablemente esta 
insolvencia periférica tan descomunal, ha hecho que el bienestar del 
futuro de nuestroa hijos sea inversamente proporcional al bienestar de 
las futuras generaciones alemanas. Quién dijo que la solución a los 
problemas de la Eurozona fuera a ser justa.



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