Los costos económicos del miedo
 J. Bradford DeLong
El índice bursátil S&P ahora indica un rendimiento del 7% real (ajustado por inflación). Por el contrario, la tasa anual real de interés de los bonos estadounidenses de tesorería indexados por inflación (TIPS) es del -1,02%. Sí, hay un signo «menos» delante: si compra los TIPS de cinco años, el Tesoro estadounidense le pagará en concepto de intereses durante el próximo quinquenio la inflación minorista del año anterior menos 1,02%. Incluso la tasa de interés real anual del TIPS a 30 años es solo del 0,63% –y usted asume un gran riesgo de que su valor disminuya en algún momento durante la próxima generación, lo que implicaría una fuerte pérdida si necesita venderlo antes de la madurez del bono.
El índice bursátil S&P ahora indica un rendimiento del 7% real (ajustado por inflación). Por el contrario, la tasa anual real de interés de los bonos estadounidenses de tesorería indexados por inflación (TIPS) es del -1,02%. Sí, hay un signo «menos» delante: si compra los TIPS de cinco años, el Tesoro estadounidense le pagará en concepto de intereses durante el próximo quinquenio la inflación minorista del año anterior menos 1,02%. Incluso la tasa de interés real anual del TIPS a 30 años es solo del 0,63% –y usted asume un gran riesgo de que su valor disminuya en algún momento durante la próxima generación, lo que implicaría una fuerte pérdida si necesita venderlo antes de la madurez del bono.
Así
 que, imagine que invierte $10 000 en el índice S&P. Este año, su 
parte de los beneficios generados por esas empresas será $700. Ahora, 
imagine que, de ese total, las empresas pagan $250 en dividendos (que 
usted reinvierte en acciones) y retienen $450 de los beneficios para 
reinvertir en sus negocios. Si los gerentes de las empresas hacen su 
trabajo, esa reinversión impulsará el valor de sus acciones hasta $10 
450. Agregue a eso los $250 de sus acciones nuevas y al año siguiente su
 cartera valdrá $10 700 –más, si sube el valor de mercado de las 
acciones, y menos, si cae.
De
 hecho, siempre en el pasado, durante los períodos lo suficientemente 
largos como para que las oleadas de optimismo y pesimismo se cancelaran 
entre sí, el rendimiento promedio del índice S&P ha sido un buen 
indicador del rendimiento de la cartera. Por lo tanto, si invierte $10 
000 en S&P durante los próximos cinco años, puede esperar 
razonablemente (con enormes riesgos de alza y baja) ganar 
aproximadamente 7% al año, lo que lo deja con un beneficio compuesto 
ajustado por inflación de $4191. Si invierte $10 000 en los TIPS a cinco
 años, en cinco años puede esperar con seguridad una pérdida de $510.
Esa
 es una brecha extraordinaria entre los rendimientos esperables. 
Naturalmente, dispara la pregunta: ¿por qué la gente no pasa su dinero 
desde los TIPS (y bonos del Tesoro de EE. UU. y otros activos seguros) a
 acciones (y otros activos relativamente riesgosos)?
Las
 personas tienen distintos motivos. Y la forma de pensar de muchos no es
 extremadamente coherente. Pero dos explicaciones son plausibles.
En
 primer lugar, muchas personas tienen sus dudas sobre la continuidad de 
la situación actual. La mayoría de los economistas pronostica que dentro
 de un año el mundo se verá muy parecido a como se lo ve hoy, con 
márgenes de beneficio y tasas de desempleo en niveles similares, 
salarios y precios un 1,5% más elevados en promedio, la producción total
 un 2% arriba, y riesgos tanto de alza como de baja. Pero muchos 
inversores ven una probabilidad importante de un regreso a 2008 y 2009, 
ya sea disparada por una crisis total del euro o por algún cisne negro 
que todavía no percibimos, y temen que, a diferencia de lo que sucedió 
en 2008 y 2009, los gobiernos no tengan la capacidad para amortiguar el 
impacto económico.
Esos 
inversores no ven el rendimiento anual del 7% de las acciones como una 
expectativa promedio, con riesgos de baja contrarrestados por 
oportunidades de alza. En vez de ello, ven un resultado positivo en el 
cual solo los insensatos confiarían.
En segundo lugar, muchas personas sí
 ven el rendimiento del 7% sobre las acciones como una expectativa 
razonable, y no dejarían pasar la oportunidad para aprovecharlo –a lo 
que se suma la posibilidad de sorpresas positivas adicionales– pero no 
creen poder afrontar los riesgos a la baja. De hecho, el mundo parece un
 lugar mucho más riesgoso que hace cinco o diez años. El peso de las 
deudas contraídas es alto, y el objetivo principal de los inversores es 
evitar las pérdidas, no buscar beneficios.
Ambos
 motivos reflejan un enorme fracaso en nuestras instituciones 
económicas. El primer motivo deja al descubierto la falta de confianza 
en la capacidad y voluntad de los gobiernos para hacer aquello que 
aprendieron durante la Gran Recesión: mantener estable el nivel del 
gasto para que no se repitan las grandes depresiones con prolongadas 
tasas de desempleo de dos dígitos. El segundo revela el fracaso del 
sector financiero para movilizar adecuadamente la capacidad para asumir 
riesgo de la sociedad y ponerla al servicio de las empresas.
Como
 personas, parece que vemos una apuesta con aproximadamente el 50% de 
probabilidades de duplicar nuestra riqueza y aproximadamente el 50% de 
probabilidades de reducirla a la mitad como algo que vale la pena 
considerar: no es una oportunidad imperdible, pero tampoco algo para 
descartar de plano. Los mercados financieros con buen funcionamiento 
movilizarían esa capacidad para asumir riesgo y la pondrían a trabajar 
para el beneficio de todos, así quienes no creen poder asumir el riesgo 
de poseer acciones podrían dejarlo en manos de otros por un precio 
razonable.
Como 
economista, esta situación me resulta frustrante. Sabemos, o al menos 
debiéramos saber, cómo construir instituciones políticas que acepten la 
misión de la estabilización macroeconómica, y cómo crear instituciones 
financieras para movilizar la capacidad de asumir riesgos y 
distribuirlos. Sin embargo, en grandísima medida, no lo hemos logrado.
J  Bradford DeLong es profesor de economia de la Universidad Berkeley en California, asociado al  National Bureau for Economic Research.
FUENTE  :  Project Syndicate 
VERSION EN INGLES  :  http://www.project-syndicate.org/commentary/the-economic-costs-of-fear



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