El dinero nunca duerme, ni hace huelgas

  


Por Madrilonia.org


El dinero de tu cuenta no está en una caja fuerte, viaja por el mundo, haciendo apuestas cruzadas sobre el mercado de carbono, subiendo las acciones de algún banco que obtendrá mejores créditos para luego prestarte el dinero que tú devolverás con creces. Con tu hipoteca, hicieron paquetes y los vendieron en Shangai, Nueva York o Londres, donde aseguraron esos paquetes otro par de veces para después vender esos seguros hasta que ya no sabían lo que vendían. Y es que tu dinero no para de multiplicarse. Los beneficios que genera la especulación financiera son enormes y quedan en muy pocas manos. Las mayores ganancias hoy en día provienen de los préstamos, los depósitos, los intereses y la compra-venta de títulos. Las apuestas sobre el valor futuro de los alimentos, la deuda de los países, las pensiones o el agua es un gran negocio, el mejor negocio. Para hacernos una idea, el Producto Interior Bruto Mundial es de 60 billones de dólares y en los mercados financieros se mueven entre 240 y 400 billones de dólares, de cuatro a seis veces más.
El dinero no tendría por qué ser un problema si la mayor parte se invirtiese en equipamientos sociales, económicos o ambientales. Pero los mercados utilizan el dinero para multiplicarlo y concentrarlo, lo que les otorga un gran poder para presionar a los gobiernos y conseguir políticas a su favor. El dinero no descansa, se multiplica, se concentra y se utiliza para obtener mayores ganancias a costa de la mayoría. El poder del dinero es enorme. La mayor gestora financiera del mundo, Black Rock, maneja activos por un valor similar a todo lo que se produce en Alemania en un año. Y Allianz, la segunda, maneja inversiones por un valor mayor que el PIB de la India. Los llamados mercados son gigantes con mucho poder que pueden arruinar países apostando contra su moneda o contra la deuda de su sector público, tal y como ocurre hoy en Europa.

En España, los super-ricos tienen unos 30.000 millones de euros en sociedades de inversión (SICAV). Pero, ¿cómo parar el desmadre financiero? Es necesaria una recuperación por parte de la sociedad de los beneficios financieros. Una opción es gravar la circulación financiera, lo que permitiría recoger millones y millones para ser distribuidos entre la población, quizá en forma de una prestación universal que asegurara el acceso a una vida digna, la llamada renta básica.
Todos sabemos que muchos bancos están al borde del colapso. ¿Dónde se van los beneficios? La mayoría, entre ellos los bancos españoles, han recibido grandes ayudas públicas o han accedido a créditos muy baratos por parte de los bancos centrales para impedir su quiebra. Su negocio tiene poco que ver con fomentar tejidos productivos que procuren el bienestar social. La banca, como función pública, debe tener como objetivo ayudar a dinamizar la economía. Pero su objetivo ha sido, y sigue siendo, ganar dinero alimentando una economía especulativa, en el caso de la Empresa-España, muy ligada a la burbuja inmobiliaria. Los bancos son uno de los grandes culpables de la crisis, pero están recibiendo las mayores ayudas por parte de los gobiernos. Es hora de empezar a hacer algo.
Hasta que no se invente una buena manera de detener los movimientos de dinero, las huelgas no afectarán demasiado al sector financiero. Pero sacar el dinero de los bancos que nos están estafando es una fácil y hermosa manera de demostrar que quienes generamos la riqueza somos millones de personas. Tenemos derecho a saber qué se hace con nuestro dinero y cómo se podría utilizar para otros objetivos que no fueran el enriquecimiento de unos pocos. Podemos llevarnos nuestros ahorros e ingresos a cooperativas de crédito y banco éticos que no juegan con nuestro dinero, ni se forran dedicándose a especular. Es muy agradable entrar a una sucursal del Santander, BBVA o Bankia y decir las palabras mágicas: “Quiero cerrar mi cuenta porque los dueños de este banco son unos impresentables, usureros, ladrones y estafadores, etc., etc.”. Bien alto para que lo oigan todos los clientes, por si se animan. Y después contarlo en el bar y que la gente te dé unas palmaditas en la espalda y se lo piense. Es lo menos que podemos hacer. Somos millones, podemos ir con amigos, convocar un día de retirada masiva o hacerlo un día cualquiera. Pongamos, también, nuestro dinero en huelga.

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