Las implicaciones del 'caso DSK'
Por Nouriel Roubini
La detención del director general del FMI, Dominique Strauss-Kahn (conocido como DSK), acusado de intento de violación, plantea implicaciones importantes para el FMI -la sucesión de su liderazgo-, para los rescates de los países periféricos de la eurozona en apuros, y para las elecciones presidenciales francesas.
Antes de la detención del pasado fin de semana, DSK seguramente tenía pensado dimitir de su cargo en el FMI para preparar su candidatura a la Presidencia de Francia en 2012. De hecho, según casi todas las encuestas, era el favorito para ganar.
Aunque de momento sólo estamos ante acusaciones de violación, el suceso del fin de semana habrá destruido sin duda cualquier posibilidad de que DSK se presente a las elecciones. En el juzgado de la opinión pública ya es mercancía dañada, por mucho que sea inocente hasta que se demuestre lo contrario.
Hay muy pocas probabilidades de que recupere sus ambiciones políticas si las acusaciones resultan ser falsas a corto plazo. Algunos incluso han lanzado la hipótesis de que le han tendido una trampa para destruir su candidatura. Algunas fuentes sugieren que los "poderes ocultos" de Francia podrían estar decididos a acabar con el jefe del FMI pero, a no ser que se descubra que las alegaciones de "conspiración" y "trampa" son ciertas en los próximos días o semanas, su carrera en el FMI estará acabada y también sus probabilidades de presentarse a las elecciones francesas, independientemente de que se le declare culpable o inocente en un tribunal.
Implicaciones para los rescates
DSK debía entrevistarse con la canciller Angela Merkel el domingo, y el lunes con los ministros de Economía de la UE, para discutir los pasos a seguir con Grecia, es decir, ceñirse al plan A+ -aumentando con creces el programa oficial del FMI, la UE y el Fondo Permanente de Estabilidad (EFSF)-, que permitiría a Grecia cubrir su brecha de financiación de 25.000-30.000 millones en 2012; o pasar a un plan B, y forzar una reestructuración ordenada de la deuda, siguiendo con un programa modificado de austeridad y reformas.Aunque hay más personas en el FMI que pueden tomar el mando de las negociaciones del papel del Fondo en un rescate adicional de Grecia o una fianza de sus acreedores privados, DSK tenía la experiencia y seriedad necesarias para liderar al FMI en estas difíciles concesiones. Además, la marcha prevista en agosto de John Lipsky, número dos del FMI, se suma al vacío de liderazgo. No hay duda de que el programa del FMI para Grecia se ha desviado seriamente. El país no sólo presenta una enorme laguna financiera en 2012, sino que, además, el tramo de préstamos oficiales que debía desembolsarse tras la revisión de junio se encuentra ahora en peligro, porque Grecia se ha excedido de sus objetivos del déficit con este año.
De hecho, Grecia tendría que ir más allá del programa original, cuyos objetivos ya ha empezado a incumplir, para acercarse remotamente a poder solicitar y recibir recursos adicionales de rescate para 2012 y más allá, dada la probabilidad de que no recupere el acceso al mercado hasta dentro de muchos años.
Las opiniones personales de DSK sí que importaban en términos de si el programa para Grecia iba a aumentarse o tendría lugar una reestructuración ordenada de la deuda. Pese a que los puntos de vista del personal del FMI pesan en cierto modo, el programa griego no pasó los estrictos criterios del análisis de sostenibilidad de la deuda del Fondo en un principio y fue necesario tomar la decisión política de "prestar y rezar", dada la decisión de la UE de tomar el camino del rescate.
Así, aunque DSK sabía perfectamente que el plan A había fallado y que era necesario pasar al plan B (la reestructuración ordenada de la deuda), él es un hombre de política, consciente de que había que tener en cuenta los siguientes factores políticos: 1) la resistencia radical del BCE a la reestructuración; 2) el riesgo de que, si el FMI forzaba una reestructuración, el contagio podía conllevar consecuencias adversas para su propio futuro político en Francia; y 3) el objetivo francés tradicional de controlar el poder de Alemania, anclándola más todavía en la integración de la UE mediante un rescate completo y más caro de Grecia. DSK seguramente favorecía el plan A+ frente al plan B, aunque tanto él como el FMI supieran que el plan A era un fracaso.
Para poder seguir el plan B, hace falta lógicamente que todos los miembros de la troika (el FMI, la UE y el BCE) estén convencidos de que es el mejor camino. Por ahora, el BCE ha hecho oír públicamente su oposición a la reestructuración de la deuda en Grecia, ante la preocupación por los daños colaterales y el contagio. Otros miembros del consejo ejecutivo del BCE (o futuros miembros) como Jurgen Stark y Mario Draghi puede que tengan opiniones más flexibles sobre esta cuestión, pero con la futura presidencia del BCE prevista de este último, no es el momento de presentar opiniones confrontadas.
Si el BCE ha tomado legítimamente esa postura, las vendas ideológicas que le han llevado hasta ahí, ante su incapacidad de considerar seriamente la posibilidad de una reestructuración ordenada y las formas de evitar el contagio, han dejado a la institución en una posición incómoda.
Su cartera de activos acumula cientos de miles de millones de euros en reclamaciones contra los bancos de los PIIGS que se han convertido en un mal colateral -tratándose, en su mayoría, de deuda pública o bancaria garantizada por los gobiernos- por sus préstamos a entidades bancarias de esos países. Y, por encima, hay otra pila de deuda pública de los PIIGS, resultado de sus adquisiciones limitadas directas de deuda estatal. En parte, la oposición del BCE a una reestructuración de la deuda podría deberse más al temor a los efectos para su hoja de balances que a una consideración racional de las ventajas e inconvenientes. Además, el BCE, arrinconado en el rechazo a cualquier mención de reestructuración, no hizo los deberes y análisis necesarios del posible escenario de una reestructuración ordenada.
Y ése es un fallo institucional que raya en la imprudencia, porque cualquier institución seria consideraría y analizaría como es debido un plan B por si falla el A. Esta vez, los prejuicios ideológicos han llevado al BCE a no hacer los deberes del plan B, que le habrían llevado a la conclusión de que existen formas de efectuar una reestructuración ordenada de la deuda, limitando los efectos del contagio.
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