La crisis de la deuda amenaza tormenta sobre Europa



La crisis de la deuda de la eurozona pende como una nubarrón negro sobre las perspectivas económicas de Europa. Pero aún no está claro que la lenta recuperación del continente de su peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial cambie su rumbo.

Aún tienen que aparecer evidencias convincentes de que las principales economías de la eurozona estén yendo a peor como consecuencia de la tormenta financiera generada dentro de sus propias fronteras. El Bundesbank alemán dijo el miércoles que, hasta el momento, las turbulencias no habían afectado a la mayor economía de Europa, que había experimentado un “fuerte” crecimiento en el segundo trimestre. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo económico revisó al alza sus previsiones sobre el crecimiento de la eurozona en 2010 y 2011, aunque destacó riesgos para las perspectivas globales.
Las medidas de emergencia tomadas por gobiernos y bancos centrales han estabilizado a las mayores economías de la región. En los próximos meses, la fuerte depreciación del euro –su valor cae un 8% con respecto a hace un año– debería aumentar las exportaciones de la eurozona.
Pero el mapa del clima económico europeo de Financial Times –publicado el miércoles por octava ocasión– corre el riesgo de sufrir repentinos cambios si la alarma del mercado por las finanzas públicas se extiende a la economía real, agravando los efectos derivados de las subidas de impuestos y los fuertes recortes en el gasto público proyectados.
“Todo lo dicho sobre las medidas de austeridad tendrá repercusiones en la confianza de consumidores y empresas –a lo que habrá que añadir el efecto del propio ajuste fiscal–”, explicó Robert Bergqvist, economista jefe de SEB en Estocolmo. “Tras la estabilización a la que hemos asistido en los últimos meses, creo que la gran prueba llegará después del verano”.
Erik Nielsen, economista europeo de Goldman Sachs, añadió: “Calculo que la economía real dispone de entre tres y seis meses para convencer a los mercados financieros de que los fundamentos están mejorando de verdad antes de que la persistente congelación de los canales de crédito comience a sumir de nuevo al sector real en la recesión”.
Los efectos de la crisis de la deuda soberana de la eurozona –que se inició con los temores sobre Grecia, pero que se ha ampliado también a las finanzas públicas de la mayor parte del sur de Europa– se ha limitado hasta el momento al consumo. El miércoles, Francia informó de una caída del 1,2% en el gasto de los consumidores en abril. La confianza del consumidor alemán también está cayendo, según muestra un sondeo de la empresa de medición GfK.
Como contraste, los pedidos industriales de la eurozona aumentaron un 5,2% en marzo, según datos conocidos esta semana, ayudados casi sin lugar a dudas por la mayor debilidad del euro. Los índices de gestores de compras sugerían la semana pasada que el producto interior bruto del bloque de los 16 países aún crecía a un ritmo trimestral próximo al 0,5%. Pero la tasa de crecimiento se ha ralentizado este mes, y el sector industrial es el más afectado.
El próximo mes tendremos una prueba sobre la confianza de los políticos cuando el Banco Central Europeo revise sus previsiones. En marzo, apuntaba un crecimiento para la eurozona de entre el 0,8% y el 1,6% en 2010. Pero el pronóstico de la OCDE mostraba una expansión del 1,2% este año y del 1,8% en 2011.
Una tendencia parece clara. Es probable que aumenten aún más las divergencias de resultados en el continente, complicando la labor del BCE a la hora de fijar los tipos de interés. La caída del euro beneficia menos a países como España que a aquellos que dependen de las exportaciones, como Alemania; y la austeridad fiscal será más severa en el sur de Europa. Grecia ya siente los helados vientos de las medidas de austeridad impuestas por el Fondo Monetario Internacional y la UE. Portugal y España afrontan condiciones inhóspitas y, posiblemente, tormentosas. Irlanda aún tiene que mostrar signos de recuperación.
Fuera de la eurozona, los países bálticos –Estonia, Letonia y Lituania– se han estabilizado, y las perspectivas han mejorado en Rusia, Turquía y Ucrania. Pero la crisis también añade incertidumbre. “Si la depresión se limita a Grecia, Portugal y, tal vez, España, la Europa emergente no tendría por qué verse afectada”, señaló Charles Robertson, economista jefe para la Europa emergente de ING. “Si la depresión infecta a Alemania y Francia, se resentirá el crecimiento de esas regiones”.
También existen riesgos para las economías europeas que no pertenecen a la eurozona y que gozan de unas finanzas públicas estables. Suecia ha conservado su divisa, pero no la plena independencia económica. “Durante la fase más aguda de la crisis, devaluamos la divisa, y eso ayudó”, explica Bergqvist. “Pero ahora, nuestra dependencia de las exportaciones hace que nos veamos muy afectados por lo que suceda en el resto de Europa”.

AUTOR : Ralph Atkins
FUENTE : FINANCIAL TIMES

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