“Aquellos que nunca se dejaron llevar por dicho paradigma (económico) eran los llamados antisistema”
Por Víctor Francisco Bermúdez*
Aquellos pocos que creyeron insostenible el sistema, es decir aquellos que nunca se dejaron llevar por dicho paradigma eran los llamados antisistema (o una parte de ellos), una minoría entonces despreciada (antecesores de los indignados, ya no tan despreciados). Y sin embargo el tiempo les ha dado al menos, parte de razón’. La crisis actual tiene a la deuda como protagonista principal. ¿Pero de dónde viene esa deuda? De una etapa durante la cual existía la creencia de que tanto endeudarse sin miramientos como dar créditos sin contemplaciones iba a suponer un beneficio, porque todo iba a seguir yendo a más y parar aquello no interesaba a nadie. Unos creían que podrían devolver las deudas y hacer negocios y otros creían que las deudas les serían devueltas con intereses.
Es por tanto el cambio de paradigma económico, de una época de paradigma económico positivo (basado en creencias que hoy sabemos falsas, sobre todo del sector financiero) a otra de paradigma pesimista (más realista, aunque eso lo sabemos ahora), lo que hay detrás de la crisis. Las barbaridades que se hicieron bajo la etapa positiva no eran vistas entonces como tales por casi nadie puesto que se sustentaban en la creencia de que fomentaban que todo siguiera yendo a mejor. Eran vistas como crecimiento, como negocio, como la forma lógica de intentar aprovechar oportunidades servidas en bandeja.
Aquellos pocos que creyeron insostenible el sistema, es decir aquellos que nunca se dejaron llevar por dicho paradigma eran los llamados antisistema (o una parte de ellos), una minoría entonces despreciada (antecesores de los indignados, ya no tan despreciados). Y sin embargo el tiempo les ha dado al menos, parte de razón.
¿Qué se hizo, y por qué, bajo el paradigma de crecimiento?
La burbuja inmobiliaria
Sí, la hoy célebre burbuja inmobiliaria de la cual tanta gente se benefició: propietarios convertidos en pequeños especuladores, inmobiliarias, bancos de aquí, bancos de allá, ayuntamientos, e indirectamente los empadronados en tales ayuntamientos, la sociedad, etc.
Ahora esa burbuja es vista como un error monumental, como algo monstruoso que debió haber sido frenado y por lo que hay que pedir responsabilidades a los que la impulsaron: políticos y banqueros. El vecino del 3º 2ª no soporta hoy ni a políticos ni a banqueros. Son su chivo expiatorio. Para él, para el del 1º 1ª, para el del 4º 2ª, y para muchos otros. Pero… un momento: ¿qué hubiéramos pensado si en pleno 2004 algún político hubiera querido hacer estallar la burbuja? Ese político hubiera provocado la crisis en 2004. Menos dramática, pero quién sabe cuánto. Y no sólo nosotros, sino el mundo entero, se habría lanzado con máxima crueldad contra él. Cuando las cosas van bien, los aguafiestas no son bienvenidos. Menos aún cuando quieren explícitamente reventar esa fiesta diciéndonos que el alcohol nos pasará factura y que las bellas mujeres y hombres que allí bailan no son más que maniquís de cartón. Es triste pero así es nuestra naturaleza.
¿Y si la burbuja nunca hubiera empezado? Si la burbuja en España nunca hubiera empezado por la precaución de sus gobiernos, o del Banco de España, entonces, la economía nunca hubiera crecido lo que creció. Esto hubiera significado además mantener una postura heroica. Heroica frente a las presiones brutales del resto del mundo para dejar correr el crédito y hacer negocio, pero sobre todo frente a los propios ciudadanos que hubiéramos culpabilizado al Gobierno del atraso en el crecimiento, en el progreso, en comparación con el resto de Occidente, por ejemplo con los vecinos más cercanos (Portugal, Italia, Grecia, Francia, etc).
Nos hubiéramos dicho: “¿Si los portugueses, los italianos… y todos los demás se lo están pasando en grande, por qué no nosotros? ¿Es que somos tontos? ¿Acaso somos un país de pandereta, atrasado, de segunda división? Fuera este Gobierno, que venga otro, que España vaya bien y que nos meta en la Champions League”. Triste, pero así es nuestra naturaleza. De hecho eso hicimos sin saberlo, y sin querer reconocerlo hoy. Lo mismo para la burbuja inmobiliaria como para los aeropuertos fantasma, y todos los derroches, que ahora son derroches y en su día, fueron inversión, modernización y progreso.
El vecino del 3º 2ª
El vecino del 3º 2ª también era optimista. En el 2003 fue al banco X a pedir una hipoteca a 40 años para comprarse una vivienda (y un coche más potente) en una zona en la que los precios se estaban disparando. Solo tenía que esperar unos años y revenderla. Cinco años de sueldo como mínimo, esperaba embolsarse con la operación. Todo un artista. Solo un temor le rondó la cabeza antes de ir al banco: “¿Y si no me dan la hipoteca?”. Hombre previsor, ya tenía un plan B: “Si se les ocurre no darme la hipoteca lo cancelo todo con ellos y no me ven más el pelo. Y cuidado que no le escupa en la cara al empleado. Pringado. Luego me voy al banco de enfrente y se lo pido a ellos que sí me la darán”. Normal, si la oportunidad está ahí: ¿por qué no aprovecharla? Naturaleza humana pura y dura.
El banco
El banco X, como el Y, el Z y todos los demás se lo jugaban todo con las hipotecas y demás créditos. O las daban o no hacían negocio, se quedaban sin clientes. Dos opciones en el horizonte: quebrar/ser engullido en el futuro por los bancos que sí daban los créditos o hacerlo también y hacer el negocio del siglo. ¿Usted que haría? Endeudamiento salvaje, sí: el mismo que todos. O juegas o estás muerto. Puro instinto de supervivencia, naturaleza humana, otra vez.
La crisis europea
Angela Merkel: “España sufre los efectos de una burbuja creada por un comportamiento irresponsable durante los últimos diez años”. Eso dijo el pasado 15 de junio, ante el Bundestag, para justificarse por las ayudas a España.
La culpa siempre es del otro. Visto desde el punto de vista de nuestro paradigma actual, en el que sabemos que el dinero creado por el sistema financiero no era fiable, nos parece irresponsable todo lo que se hizo en la época de abundancia. El problema es que olvidamos que en esa época de crecimiento el marco mental era otro.
La frase acusatoria de Merkel es en sí misma un ejemplo para entender por qué estamos olvidando la cuestión de los paradigmas. Es muy simple de entender: olvidándolos es más fácil culpar al otro de la crisis. Fíjense ustedes que Merkel no dice nada de la actitud de los bancos y fondos alemanes que prestaron todo lo que prestaron a los bancos y empresas españolas. Visto desde ahora ese es también un error, fruto de una actitud de codicia e irresponsabilidad y es también una causa de la burbuja inmobiliaria española. Pero visto bajo el prisma anterior, el de abundancia, los bancos alemanes sólo hacían que invertir donde estaban seguros que harían un buen negocio. Igual que los bancos españoles cuando daban hipotecas. Nada más lógico. Pero Merkel aplica un paradigma a los españoles y otro a los alemanes. Y eso no es justo ni racional. Más naturaleza humana: “Yo no hice nada, todo es culpa suya”.
Cambio de paradigma y egoísmo
Es pues el cambio de paradigma lo que lo ha cambiado todo en pocos años. Los protagonistas son los mismos, las mismas personas. A partir de ahora tendremos que ir con más cuidado a la hora de valorar la realidad y pensar mejor si lo que hacemos no es un exceso que pagaremos en el futuro (con el medio ambiente seguimos en el error).
Habrá que controlar el ego para ello, para que no sea solo él quien se encargue de interpretar el sentido de los tiempos y nos empuje al despilfarro. ¿Pues quién sino él nos impulsa a no pensar en lo que hacemos? ¿A no entender los riesgos? ¿A generar etapas de crecimiento descontroladas marcadas por el egoísmo y la codicia?
Peor: odia la autocrítica y por tanto está siempre dispuesto a culpar a cualquier otro en caso de problemas. Se llame Angela Merkel o vecino del 3º 2ª, echarle la culpa a los demás no deja de ser lo fácil. Pero haciéndolo sólo estamos empeorando la que es la causa de esta crisis y de todas las otras: la naturaleza humana, con su ego.
Solución: reconocer y llegar a acuerdos justos
La solución a la crisis de deuda tiene que venir por un acuerdo entre endeudados y acreedores (personas, empresas, países, etc), para hacer viable el pago de las deudas, de las que sean viable poder pagar. Viable para los dos. Pero para ello, ayudaría reconocer que el error fue común, ambos han hecho poco más que dejarse llevar por dos épocas distintas (de abundancia y de escasez).
*Víctor Francisco Bermúdez es profesor de Secundaria en la enseñanza pública holandesa
FUENTE : La carta de la Bolsa
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