Roubini: "Standard & Poor's insta a Estados Unidos a hacer lo correcto"
La decisión de S&P de rebajar su pronóstico a la deuda estatal estadounidense de estable a negativa -una primicia histórica- ha hecho que se desplomen los mercados. El 18 de abril, el DowJones industrial y el S&P 500 registraron las mayores caídas de una jornada en casi un mes (aunque a los bonos estadounidenses y al dólar les fue bien).
La rebaja histórica del pronóstico refuerza lo que decimos desde 2010:que EEUU se encuentra en una trayectoria fiscal insostenible de la que no podrá salir sin consenso político. La pregunta es si el paralizado sistema político estadounidense podrá responder a tiempo y evitar una revuelta en el mercado de bonos.
El aumento de la deuda pública tras una crisis financiera es uno de los principales mecanismos de apoyo a la recuperación a corto plazo. Suele producirse a través de la relajación del consumo keynesiano y la generación de ingresos mediante la redistribución estatal de los recursos entre sectores, financiada con créditos contra ingresos futuros y crecimiento. Aunque la otra cara de la mejoría a corto plazo puede traducirse en un menor potencial post-recuperación y un menor crecimiento real. La mayor deuda pública presagia una subida futura de los impuestos sobre el patrimonio o las rentas, lo que a su vez pesa sobre el crecimiento y, por ende, en el balance fiscal.
Dado que la burbuja de activos apalancados pre-crisis provocó unos ingresos públicos, beneficios empresariales, rentas de los hogares, riqueza y gasto por encima del equilibrio, es lógico esperar una reducción general de la riqueza neta, con aumento de la deuda pública neta incluido. La capacidad de los mercados financieros y el Estado para tolerar y gestionar una carga de la deuda en aumento o imponer ajustes fiscales o estructurales para reducirla decidirá si los mercados compran el pasivo fiscal o lo venden en masa.
No es nada fácil organizar una revuelta del mercado de bonos en EEUU. No hay en todo el mundo destino más seguro para los activos que Washington, que tiene el tercer sistema de Gobierno más antiguo del mundo, pese a ser un país joven. Casi ninguna estructura estatal ?y de derechos de propiedad? ha sobrevivido a las guerras mundiales y locales, depresiones económicas y crisis fiscales y financieras sin grandes trastornos y redistribuciones arbitrarias de la riqueza mediante la inflación o las expropiaciones más directas. La ola de rechazo instintivo del riesgo podría pasar cuando la gente empiece a darse cuenta de que la nueva calificación no va a cambiar mucho (o nada) las cosas e incluso puede que mejore la dinámica de la deuda, recortando los rendimientos de los bonos sipersiste la ausenciade riesgo.
Al contrario que otros países deudores, Estados Unidos se beneficia de la aversión al riesgo, incluso la doméstica, gracias a un dólar fuerte y unos rendimientos más bajos de los bonos, de manera que los efectos en el mercado seguramente sean transitorios.
Washington presenta los problemas fiscales más manejables de cualquier gran economía avanzada porque los ingresos federales, estatales y locales, en porcentaje del PIB, son muy bajos por motivos cíclicos y de otra índole. Por ello, el equilibrio fiscal puede restaurarse mediante ajustes fiscales sin mucha dificultad económica a corto plazo. A largo plazo, hará falta una reforma fiscal estructural debido al aumento de los compromisos de la Seguridad Social.
En EEUU, la sostenibilidad de la deuda es una función con restricciones políticas. El centro político se ha fracturado a resultas de la crisis financiera y para arreglarlo va a ser necesario un consenso sobre el tamaño deseado del Estado. ¿Debe el Gobierno asumir los bajos niveles de responsabilidad de sus antecesores libertarios de los siglos XVIII y XIX o compartir las visiones de la América del New Deal o de la Gran Sociedad?
La actual falta de consenso en Washington sobre el balance correcto entre las responsabilidades públicas y privadas sugiere que no va a tomarse ninguna medida real para abordar los problemas estructurales del presupuesto hasta, como mínimo, después de las elecciones presidenciales de 2013. Por otro lado, actualmente existen cuatro planes posibles de fomento del debate en el Congreso que podrían reducir el déficit en 4 o 5 billones de dólares durante la próxima década: la propuesta bipartidista original Simpson-Bowles, el plan Ryan republicano, la nueva propuesta de Barack Obama y la inminente proposición de la Banda de los Seis, que podría tener el mayor atractivo bipartidista. Aunque no se avance formalmente hasta 2013, ya en 2011 o 2012 podría llegarse al acuerdo de que algo se hará antes.
FUENTE : El Economista.es
Comentarios
Publicar un comentario