FMI, ¿EN MANOS DE QUIÉN ESTAMOS?

 
 Por Oscar Iglesias


¿Qué pensarían de una organización donde a los técnicos se les desincentiva decir la verdad y si la dicen pueden arruinar su carrera?
Hay un refrán que afirma que no hay peor ciego que quien no quiere ver. Esta máxima hay que aplicársela al FMI, que bajo su apariencia de excelencia y tecnicismos solo albergaba y alberga luchas de poder y servilismo al becerrero de oro reinante en nuestros días, que no es otro que el neoliberalismo, si lo decimos en versión fina, y la avaricia sin límite y a cualquier precio si somos más realistas.

Recuerden en este punto, el famoso Informe “Desempeño del FMI en el período previo a la crisis financiera y económica: La supervisión del FMI entre 2004-07”, donde ellos mismos hablan de sesgo político para referirse a la falta de imparcialidad en la forma en que el FMI trata a sus accionistas más importantes con respecto al resto. Y reconocen, que en los informes del FMI rara vez se hizo referencia al trabajo de analistas externos que señalaban el aumento de los riesgos en los mercados financieros.

Lo anterior solo es el inicio, porque resulta sorprendente que los mismos que durante décadas han impartido doctrina, bajo pago, en instituciones, países y escuelas de negocio, sobre la importancia de organizaciones estructuradas y enfocadas a la excelencia, ahora asuman lo que ya decían otros académicos que eran apartados del circuito mediático e incluso académico cuando denunciaban, entre otras cuestiones, los graves problemas en el gobierno interno del FMI:

• “Un importante obstáculo organizativo que limitó el desempeño del FMI es el hecho de que la institución opera en compartimentos estancos o “silos”.

• “El funcionamiento en compartimentos estancos hace que sea difícil integrar la supervisión multilateral y la bilateral, vincular los fenómenos macroeconómicos con los financieros, y extraer lecciones de la experiencia de los distintos países.”

• “Los funcionarios técnicos señalaron que los incentivos estaban orientados a generar consenso con las opiniones predominantes en el FMI. Varios altos funcionarios opinaron que el hecho de expresar fuertes puntos de vista en contra de la corriente podía “arruinarles la carrera”.

• “Muchos economistas de departamentos regionales sentían que había fuertes desincentivos para “decirles la verdad a los poderosos”, especialmente en los grandes países, debido a que el personal técnico tenía la sensación de que no contarían con el respaldo de la Gerencia si expresaban su desacuerdo con las autoridades de estos países”.


Se puede decir más alto, pero la claridad de las afirmaciones no deja de asustar solo al pensar que en nombre de su fundamentalismo económico millones de seres humanos han caído en las garras del hambre, la desigualdad extrema y la desesperación. Pero había que ser obedientes y con ese fin todo vale. Como ellos dicen:

• “La falta de franqueza y claridad “podría ser síntoma del deseo de los miembros del equipo de evitar conflictos con las autoridades nacionales”. La tendencia habitual era presentar un informe “balanceado”, que comenzaba con una declaración positiva antes de señalar cualquier riesgo”.

• “No se consideraron o se analizaron de manera insuficiente los temas pertinentes a la crisis: Los riesgos de liquidez, la preparación para afrontar una crisis, las quiebras bancarias y el riesgo de financiamiento externo parecen haber recibido un tratamiento menos sistemático en los FSAP de los países avanzados que en los de mercados emergentes”.

• “Deficiencias de la pruebas de resistencia. Según el FMI, “las pruebas de resistencia … no aportaban información significativa en lo concerniente a la crisis”.

• “No integración de las perspectivas multilaterales. Normalmente se centraban en asuntos y escenarios internos, sin considerar los riesgos o los efectos indirectos a escala transfronteriza, las cuestiones intersectoriales o los riesgos económicos mundiales”.

Ahora, para seguir dominando el panorama nos hablan de cinco recomendaciones para hacer más eficaz la supervisión por parte del FMI. Recomendaciones, que no dejan de sorprender al lector al plantear, por ejemplo, como gran solución crear un entorno que promueva la franqueza y aliente a plantear diversos puntos de vista y opiniones divergentes o en disidencia, cambiando la cultura aislacionista del FMI. O fortalecer los incentivos para “decirles la verdad a los poderosos”. Más que recetas, parece que están copiando algún manual de autoayuda, para que todo siga igual bajo otro envoltorio.

No es el momento de medias tintas, sino de trasformar de arriba a bajo la institución y hacerla depender de Naciones Unidas, porque, como decía en el artículo anterior, acabaríamos con la parcialidad con que actúa el FMI y porque pondríamos la institución al servicio del bienestar de las personas y no de las elites económicas y políticas. Pero, sobre todo, hay que cambiar el FMI porque ha fracasado. Como señala distintos estudios, los veinticinco años de soberanía económica, crecimiento económico coordinado por el Estado y controles de capital bajo el sistema de Bretón Woods llevaron a unos resultados económicos y sociales mejores que los de los siguientes veinticinco años de neoliberalismo y desregulación. Por poner un ejemplo, en EE.UU a partir de 1975, los indicadores sociales empezaron a caer, alcanzando el nivel de 1960 al llegar el año 2000.

Hay que caminar por otro sendero para alcanzar el bienestar de todos los seres humanos. Se puede.

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