Capitales tóxicos llegan al Sur

Por Martin Khor



Estados Unidos y otros países desarrollados han puesto en circulación cuantiosos recursos con un interés cercano a cero como forma de impulsar sus alicaídas economías. Esto ha alentado los flujos de capital hacia los países en desarrollo y ha incidido en el aumento de los precios de los productos básicos.

Ambas tendencias ya están teniendo efectos desestabilizadores en varios países y también terminarán en un quiebre, como ya ocurrió en situaciones similares anteriores. Pero esta vez el impacto será aún más pernicioso. Por lo tanto, es urgente instrumentar una regulación internacional, así como medidas nacionales para controlar este ciclo de auge y caída.

Éstas son las principales conclusiones del documento del South Centre Capital Flows to Developing Countries in a Historical Perspective: Will the Current Boom End in a Bust? (Flujos de capital hacia los países en desarrollo desde una perspectiva histórica: ¿el auge actual terminará en quiebre?), elaborado por su economista principal, Yilmaz Akyuz. (Disponible en www.southcentre.org)

El autor presentó los puntos clave del estudio la semana pasada en la sede de las Naciones Unidas en Ginebra, en un acto en el que el secretario general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), Supachai Panitchpakdi, formuló extensos comentarios sobre el mismo. Akyuz manifestó que como parte de las políticas de intervención aplicadas por las economías avanzadas, los gobiernos o los bancos centrales ofrecieron grandes sumas con interés cercano a cero. La actual “expansión monetaria cuantitativa” de la Reserva Federal de Estados Unidos, por un monto de 600.000 millones de dólares, es un ejemplo ilustrativo.

Estas medidas de expansión monetaria no lograron un crecimiento estable y vigoroso en las economías avanzadas. En cambio, los fondos se canalizaron principalmente como corrientes de capital especulativo en busca de mayores beneficios en las economías emergentes.

Esto transmite impulsos desestabilizadores a los países en desarrollo a través de su impacto en los tipos de cambio y en los mercados de activos, crédito y productos básicos, amenazando su crecimiento y estabilidad. Por otra parte, los flujos de capital tienden a revertirse, provocando un daño significativo a los países en desarrollo.

Por eso, éstos deben realizar una gestión eficaz de los mismos para sobrevivir a la crisis económica mundial. El estudio reconstruye los ciclos de auge y caída de los flujos de capital en el periodo de posguerra. El primer ciclo comenzó a fines de la década del setenta y concluyó en la crisis de la deuda de los años ochenta en América Latina, el segundo comenzó a principios de la década del noventa y terminó con la crisis del sudeste asiático, y el tercero comenzó a principios de la primera década de este siglo y terminó con el colapso de Lehman Brothers en setiembre de 2008. Este último quiebre fue de corta duración y un cuarto auge comenzó en la segunda mitad de 2009 y continúa ahora con mucha fuerza.

Si bien esos ciclos difieren en naturaleza y objetivo, comparten algunos rasgos comunes. Los periodos de auge se caracterizan por la rápida expansión de los activos disponibles y las bajas tasas de interés en los principales países emisores de monedas de reserva, en especial Estados Unidos.

Las caídas son catalizadas por condiciones de crédito más estrictas, aumento de las tasas de interés en dólares y un fortalecimiento de la moneda estadounidense, mientras que en los países receptores se produce un deterioro de las condiciones macroeconómicas, en gran medida debido a los efectos producidos por la propia entrada de capitales.

En el periodo de auge actual, que comenzó a mediados de 2009, la expansión monetaria cuantitativa (inyección de fondos del gobierno en el sistema bancario) en Estados Unidos y Europa no se tradujo mayoritariamente en la expansión del crédito interno sino que se volcó a los países en desarrollo a través de los inversores que buscan mayores rendimientos.

Esto se debe a las mayores tasas de interés de los países en desarrollo, lo que fomenta los préstamos en una divisa con bajo interés y la inversión en una moneda con interés más alto (carry trade), un cambio en la percepción del riesgo frente a las economías avanzadas y mejores perspectivas de ganancias en los países en vías de crecimiento.

El aumento de los flujos de capital hacia los países en desarrollo tuvo tres efectos adversos:

* Sus tipos de cambio se han apreciado significativamente, lo que resta competitividad a sus exportaciones y afecta a sus balanzas de pagos. Irónicamente, las divisas de los países con déficit de cuenta corriente, como India, Brasil, Sudáfrica o Turquía, son las que más se han revalorizado.

* Hay una acumulación de la deuda privada a corto plazo en algunos países, lo que aumenta la morosidad de las empresas en caso de que se revierta la apreciación de la moneda.

* Se crean burbujas de activos, en que el precio del capital aumenta junto con los flujos de capital. Existe el riesgo de un brusco aterrizaje cuando las corrientes se revierten.

El documento también muestra que hay un ciclo en los precios de los productos básicos que está asociado con los flujos de capital. Este ciclo se ve influenciado, de manera similar, por los activos líquidos ofrecidos por las economías avanzadas y la búsqueda de mayores ganancias por los inversores.

El documento apunta a la financiarización de los mercados de productos básicos, con un aumento de la inversión en el comercio de índices, que entre 2003 y 2010 pasó de 13.000 millones a 320.000 millones de dólares.

Además, muestra una estrecha correlación entre las fluctuaciones de los flujos de capital privado y los precios de los productos básicos, y una relación inversa entre el valor de los precios en dólares y los precios de las materias primas.

Analizando los antecedentes históricos de los ciclos anteriores, el documento predice que el auge tanto de los flujos de capital como de los productos básicos terminarán en quiebre. Esto podría ocurrir a través de alguno de los tres escenarios siguientes: un abrupto ajuste monetario en Estados Unidos, un ajuste monetario y crecimiento más lento en China, y una crisis de la balanza de pagos o crisis financiera en una de las grandes economías emergentes.

El documento examina tres opciones de políticas que los países en desarrollo podrían aplicar para manejar los aumentos repentinos de flujos de capital: intervención y “esterilización” del mercado monetario, liberalización y fomento de las salidas de capitales de residentes, y controles de capital. En cuanto a las limitaciones y desventajas de las dos primeras opciones, el documento reflexiona sobre la necesidad de establecer controles de capital.

Las medidas adoptadas por algunos países no han funcionado porque no han sido adecuadas. Por ejemplo, la aplicación de impuestos bajos a los ingresos de capital no es suficiente para desalentarlos cuando las diferencias de interés son grandes y la moneda se está apreciando. Por lo tanto, es necesario poner restricciones al empréstito privado desde el extranjero y a la entrada de no residentes a los mercados internos de activos. El documento concluye que los controles pueden ser efectivos para cambiar la situación.

Es necesaria una acción decidida de los países en desarrollo para controlar tanto la entrada como la salida de capitales y no deberían permitir que la situación de sus monedas y cuentas corrientes se les escape de las manos. Mientras tanto, también es necesario reformar la arquitectura financiera internacional para reducir la inestabilidad sistémica. Esto incluye la regulación de las corrientes internacionales de capital (incluso en los países de origen) y del comercio de futuros de materias primas, así como reformas en el sistema de reserva de divisas y el sistema cambiario.

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