El costo del desastre
Por La Jornada
Aún no se conoce la extensión total del daño por el tsunami que azotó la costa noreste de Japón el 11 de marzo, pero los primeros cálculos son grandes. Reconstruir casas, fábricas, caminos y puentes podría costar hasta 200 mil mdd, según algunas estimaciones. Muy aparte de los costos directos, ¿causará el desastre un daño perdurable a la economía japonesa?
Horwich supone que la principal razón de ese repunte en la producción y la actividad económica, pese a que algunas franjas de infraestructura permanecieran en ruinas, es que la producción se puede lograr usando diferentes combinaciones de trabajo y capital. Aunque un desastre puede destruir capital físico, es posible fabricar bienes usando más mano de obra, o usándola en forma más intensiva. Además, reconstruir es más fácil que reunir capital la primera vez, porque apunta a reproducir una pauta de inversión, más que a encontrar en qué invertir. Y el crecimiento de la productividad puede acelerarse cuando se instala maquinaria nueva, a menudo superior.
| Por lo regular el impacto económico de los desastres naturales es de poca duración. ¿Cómo será en Japón? | 
Aún no se conoce la extensión total del daño por el tsunami que azotó la costa noreste de Japón el 11 de marzo, pero los primeros cálculos son grandes. Reconstruir casas, fábricas, caminos y puentes podría costar hasta 200 mil mdd, según algunas estimaciones. Muy aparte de los costos directos, ¿causará el desastre un daño perdurable a la economía japonesa?
 Mucho dependerá del éxito de los esfuerzos por prevenir una  catástrofe nuclear. Asumiendo que la situación de la planta Dai-ichi de  Fukushima se estabilice, los contornos del impacto económico del propio  tsunami ya se pueden discernir. Los desastres naturales interrumpen la  producción, como ocurre también con episodios menos destructivos de mal  tiempo. En Japón la interrupción del suministro eléctrico significa que  la producción se ha afectado incluso en zonas no inundadas directamente.  Toyota, por ejemplo, detuvo la producción por problemas con partes y  suministros. Las operaciones se suspendieron en seis fábricas de Sony,  de las cuales sólo una estaba inundada.
Sin embargo, no es probable que esas interrupciones se prolonguen. El 16 de marzo Toyota anunció que reanudaba la producción de refacciones. Como ocurre con el mal tiempo, los desastres provocan que la producción se posponga, pero no que se pierda. Al reiniciarse, es probable que sea a un ritmo mayor de lo normal. Estudios de los efectos económicos de desastres naturales pasados, así como la propia experiencia de Japón luego del terremoto de 1995 en Kobe, ofrecen seguridades en este sentido. Sugieren que los efectos macroeconómicos del tsunami, aunque no pueden desdeñarse, no serán devastadores ni durarán mucho.
El tiempo durante el cual se reduzca la producción por un desastre natural depende de diversos factores. La ubicación es uno: las catástrofes que afectan a un cinturón industrial causarán más trastornos económicos que las que ocurren en zonas de escasa producción; los efectos económicos del tsunami habrían sido mucho peores si hubiera golpeado al corazón industrial de Japón. Y diferentes desastres tienen diferentes consecuencias para el crecimiento.
A mediano plazo, no todos los efectos son negativos. Un estudio del Banco Mundial en 2009 descubrió que, al incrementar la fertilidad del suelo, una inundación típica eleva la producción agrícola al año siguiente (aunque la producción cae en el año en que ocurre). Los beneficios de una mayor producción agrícola se derraman a otros sectores, y en las naciones en desarrollo, donde el sector agropecuario constituye una parte más grande de la economía, pueden conducir a un crecimiento más rápido de las manufacturas y los servicios en años subsecuentes.
Por otro lado, los terremotos tienen pequeños pero consistentes efectos negativos sobre el crecimiento económico. No sólo detienen la producción por un tiempo, sino también destruyen fábricas, caminos, líneas eléctricas y oficinas. Esta destrucción no reduce en forma directa el PIB de una nación, que mide el valor del flujo de bienes y servicios que produce una economía, pero sí afecta la capacidad subyacente de esa economía. El tsunami japonés encaja en esta descripción.
En teoría, en tanto dichos activos no estén en funcionamiento, su producción se pierde. En la práctica, este efecto negativo se puede compensar en parte usando plantas y maquinaria en zonas no afectadas. La mayoría de las fábricas no funcionan a su máxima capacidad todo el tiempo; la producción de las que aún funcionan se puede aumentar para compensar la que se pierde en otras.
Un análisis del efecto del terremoto de Kobe, hecho por George  Horwich, de la Universidad Purdue, da alguna esperanza de que así  podría ocurrir esta vez. Aquel sismo arrasó con gran parte de las  instalaciones del que era el sexto puerto de contenedores del mundo y  fuente de casi 40% de la producción industrial de Kobe. Unos 10 mil  edificios fueron destruidos por completo y muchos otros quedaron muy  dañados; 300 mil personas perdieron su hogar y más de 6 mil murieron.  Sin embargo, pese a la devastación en un gran centro de producción, la  economía local se recuperó muy aprisa. Aunque menos de la mitad de las  instalaciones portuarias han sido reconstruidas, en el curso de un año  los volúmenes de importación por medio de ese puerto se han recuperado  del todo, y los de exportación están casi en el nivel en que habrían  estado sin el desastre. Menos de 15 meses después del terremoto, en  marzo de 1996, la actividad fabril en la zona de Kobe estaba en 98% del  nivel que se proyectaba antes del fenómeno.Sin embargo, no es probable que esas interrupciones se prolonguen. El 16 de marzo Toyota anunció que reanudaba la producción de refacciones. Como ocurre con el mal tiempo, los desastres provocan que la producción se posponga, pero no que se pierda. Al reiniciarse, es probable que sea a un ritmo mayor de lo normal. Estudios de los efectos económicos de desastres naturales pasados, así como la propia experiencia de Japón luego del terremoto de 1995 en Kobe, ofrecen seguridades en este sentido. Sugieren que los efectos macroeconómicos del tsunami, aunque no pueden desdeñarse, no serán devastadores ni durarán mucho.
El tiempo durante el cual se reduzca la producción por un desastre natural depende de diversos factores. La ubicación es uno: las catástrofes que afectan a un cinturón industrial causarán más trastornos económicos que las que ocurren en zonas de escasa producción; los efectos económicos del tsunami habrían sido mucho peores si hubiera golpeado al corazón industrial de Japón. Y diferentes desastres tienen diferentes consecuencias para el crecimiento.
A mediano plazo, no todos los efectos son negativos. Un estudio del Banco Mundial en 2009 descubrió que, al incrementar la fertilidad del suelo, una inundación típica eleva la producción agrícola al año siguiente (aunque la producción cae en el año en que ocurre). Los beneficios de una mayor producción agrícola se derraman a otros sectores, y en las naciones en desarrollo, donde el sector agropecuario constituye una parte más grande de la economía, pueden conducir a un crecimiento más rápido de las manufacturas y los servicios en años subsecuentes.
Por otro lado, los terremotos tienen pequeños pero consistentes efectos negativos sobre el crecimiento económico. No sólo detienen la producción por un tiempo, sino también destruyen fábricas, caminos, líneas eléctricas y oficinas. Esta destrucción no reduce en forma directa el PIB de una nación, que mide el valor del flujo de bienes y servicios que produce una economía, pero sí afecta la capacidad subyacente de esa economía. El tsunami japonés encaja en esta descripción.
En teoría, en tanto dichos activos no estén en funcionamiento, su producción se pierde. En la práctica, este efecto negativo se puede compensar en parte usando plantas y maquinaria en zonas no afectadas. La mayoría de las fábricas no funcionan a su máxima capacidad todo el tiempo; la producción de las que aún funcionan se puede aumentar para compensar la que se pierde en otras.
Horwich supone que la principal razón de ese repunte en la producción y la actividad económica, pese a que algunas franjas de infraestructura permanecieran en ruinas, es que la producción se puede lograr usando diferentes combinaciones de trabajo y capital. Aunque un desastre puede destruir capital físico, es posible fabricar bienes usando más mano de obra, o usándola en forma más intensiva. Además, reconstruir es más fácil que reunir capital la primera vez, porque apunta a reproducir una pauta de inversión, más que a encontrar en qué invertir. Y el crecimiento de la productividad puede acelerarse cuando se instala maquinaria nueva, a menudo superior.
Una esperanza, al fin
La reproducción misma, por supuesto, también ayuda a  compensar el impacto negativo de un descenso en la producción a resultas  de un desastre. El negocio florece para constructores y productores de  bienes de capital. Es probable que en realidad las catástrofes no  estimulen la economía, porque la producción adicional en algunos  sectores desplaza el gasto en otros, aunque esto constituye una  preocupación menos importante en una economía que tiene mucha capacidad  ociosa. Sin duda, el año del sismo en Kobe no fue malo para la economía  japonesa, que creció 1.9% en 1995 en comparación con 0.9% el año  anterior.
Así pues, hay fundamento para esperar que los sucesos terribles de  este mes no causen daño duradero a la economía japonesa. Sin embargo,  hay preocupaciones. La crisis nuclear añade mucha incertidumbre. La  confianza de empresas y consumidores es frágil. Como las tasas de  interés ya están en cero, los encargados de las políticas tienen muy  poco espacio de maniobra. El sector manufacturero de Japón opera mucho  más cerca de la plena capacidad ahora que a mediados de la década de  1990, lo cual dificulta más compensar la producción perdida. El momento  en que ocurren los desastres es tan importante para la economía como su  gravedad.


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