Las lecciones de la crisis para la política fiscal
Por Marco Antonio Moreno
EL BLOG SALMON
Así como la actual crisis ha arrojado la importante lección para la política monetaria de que no debe tener como único horizonte el control de la inflación, también ha dejado en claro que el rol de la política fiscal debe ser más activo a la hora de contrarrestrar el ciclo económico. La crisis que en 2013 entrará en su sexto año de desarrollo ha demolido uno de los principales mitos que decían que los mercados se autorregulan a sí mismos. Esta falacia, como tantas otras provenientes del corte neoliberal de la teoría económica, ha desmoronado dos principios fundamentales de esta teoría: que el control de precios es la clave de la estabilidad económica y que los multiplicadores fiscales no tienen la menor importancia.
En el artículo anterior intenté despejar el lado monetario dando cuenta de los dos errores cruciales detectados en la política monetaria: el control de precios como meta central de los bancos centrales, y el nulo rol que desempeñan los bancos centrales en la creación de dinero al no tener ninguna noción sobre la tasa de encaje o nivel de reservas que se autodeterminan los bancos privados. Ambos errores se retroalimentan entre sí si tomamos en cuenta que los precios fijos que defienden los bancos centrales son el mejor aliciente para la especulación y los especuladores.
La gran crisis iniciada el año 2007 e intensificada por la contracción del crédito, el desempleo, la caída de la demanda y el comercio, ha demostrado que la política monetaria no es la mejor herramienta para superarla. Los miles de millones de euros que el BCE ha inyectado al sistema financiero, están lejos de resolver una crisis que cada día parece conocer nuevas profundidades. Al mismo tiempo, la subestimación de la política fiscal también desempeñó un rol clave.
Es cierto que la política fiscal es muy susceptible de ser corrompida por gobiernos y políticos corruptos, de ahí su impopularidad. Pero este tema debe estar en el centro del debate político y se debe reforzar la vigilancia y las sanciones contra la corrupción. No se pueden poner en peligro las herramientas de la política fiscal por culpa de un puñado de políticos corruptos como los envueltos en la creación, el manejo y el desempeño de Bankia, por ejemplo.
El multiplicador fiscal
Esto es aún más grave dado el rol que desempeña el multiplicador fiscal en la política económica. Durante décadas, se pensó que este multiplicador keynesiano cumplía un rol menor en la actividad económica, y se determinó su impacto entre 0,4 y 0,5, equivalente a decir que el incremento del gasto público en 1 euro produce un incremento de 0,5 euros en el ingreso. Esta era la idea predominante del multiplicador al inicio de la crisis y por eso no se le dio ninguna relevancia a la política fiscal. Por el contrario, como se estableció que los déficit eran el problema central de la política fiscal, se reformuló esta política en orden a asegurar la estabilidad presupuestaria de los gobiernos. Los déficit pasaron a tener una importancia central ¡en plena crisis financiera!, contribuyendo notablemente a su deterioro.El reciente estudio realizado por Olivier Blanchard, del FMI, demostró que la magnitud del multiplicador fiscal puede ubicarse entre 1,5 y 1,9, lo que indica un rango cuatro veces superior al que primaba en la economía desde los años 80. Esto permite explicar por qué los recortes de gasto público y las medidas de austeridad han acentuado la crisis en vez de aliviarla. La política fiscal cumple un rol más importante que el que se ha pensado en las últimas décadas, de ahí que los gobiernos deben ser eficientes y disciplinados en su ejecución.
Tarde se han dado cuenta los gobiernos que las reducciones de impuestos son muy buenas para los objetivos demagógicos de sus campañas, pero que en la práctica no generan ningún amortiguador real. Los impuestos deben cumplir un rol anticíclico para contrarrestar el ciclo económico: incrementarse en el período de auge y reducirse en los momentos de contracción. Nada más procíclico que reducir los impuestos en los períodos de vacas gordas y pretender aumentarlos en los de las vacas flacas. Quienes proponen estas ideas han olvidado la historia y la complejidad del ciclo económico.
Evasión fiscal y lavado de dinero
Las herramientas de gasto público e impuestos deben ser también compensadas por una mayor vigilancia para evitar la evasión fiscal. Este debate se ha intensificado en las últimas semanas a raíz de la evasión tributaria que permiten los paraísos fiscales y el lavado de dinero. Operaciones que son realizadas con la intermediación y asesoría de los principales bancos del mundo, como es el caso del británico HSBC.Hasta hace poco tiempo, hablar de los paraísos fiscales, del lavado de dinero o de la especulación, no sólo era un tema prohibido de los medios por considerarlo inexistente, sino que también era considerado irrelevante e intrascendente. Ahora que se conoce parte de los niveles que alcanza la especulación, el lavado de dinero o los volúmenes ocultos en los paraísos fiscales, la política fiscal deberá fortalecerse para contar con un arsenal contundente que permita contrarrestar el ciclo económico recesivo.
Así como la Política Monetaria debe velar por intereses más allá de la mera inflación de corto plazo, así también la Política Fiscal debe velar por intereses que apunten a la estabilidad macroeconómica de mediano y largo plazo. Las medidas que se adopten en materia de impuestos y gasto público, así como la lucha contra la evasión, los paraísos fiscales y el lavado de dinero, deben contribuir a fortalecer la política económica y crear efectivos mecanismos que contrarresten la virulencia del ciclo económico recesivo, como el que hoy sufre la economía mundial.
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