Demasiado poderosos para ir a la cárcel
 Por Juan Torres López
Cuando
 se comprobó que el comportamiento irresponsable de las entidades 
bancarias más grandes del mundo fue lo que provocó su quiebra y la 
crisis que ésta llevó consigo, lo lógico hubiese sido dejar que se 
hundieran y salvar el sistema financiero para que la economía productiva
 saliera adelante. Sin embargo, los gobiernos hicieron suyos los 
intereses de los banqueros y los salvaron a ellos, con la excusa de que 
esos bancos eran demasiado grandes para dejarlos caer.  
Con
 el paso del tiempo se ha podido comprobar que se trataba no solo de un 
principio fatal para la recuperación económica (porque al salvar a los 
bancos responsables de la crisis y no al sistema financiero la economía 
sigue sin disponer de los recursos que necesita) sino también que estaba
 mal formulado.
Lo
 cierto no es que los grandes bancos que han provocado la crisis sean 
demasiado grandes para dejarlos caer sino que los banqueros son 
demasiado poderosos como para ir a la cárcel.
No
 pasa una semana sin que tengamos alguna noticia de crímenes financieros
 cometidos por los bancos o de la impunidad con que siguen actuando sus 
responsables.
Hace
 unos días se ha sabido que las mismas autoridades de Estados Unidos que
 descubrieron que el banco HSBC había permitido que presuntos 
terroristas y traficantes de drogas usaran sus cuentas para mover dinero
 han desistido de llegar al fondo para condenarlo en firme.
De
 nuevo con la excusa de que su condena podría poner en peligro todo el 
sistema financiero la Justicia estadounidense se ha limitado a aceptar 
un acuerdo por el cual el banco pagará una multa de 1.900 millones de 
dólares.
Es
 la misma estrategia que ya se siguió en 2010 con Goldman Sachs o con 
otros bancos en otras ocasiones, imponer multas que los medios de 
comunicación divulgan como si fueran gigantescas pero que en realidad 
son migajas de sus beneficios para las grandes entidades. La de HSBC 
equivale a los obtenidos en menos de mes y medio de 2011 (obtuvo 16.800 
millones de dólares de beneficio en todo el año), y la de Goldman Sachs 
(550 millones de dólares) representó en 2010 el 15% del beneficio o el 
3% de las primas distribuidas en 2009.
Como hemos comentado con más detalle Vicenç Navarro y yo en Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero
 (Espasa 2012), diversas investigaciones han puesto rigurosamente de 
manifiesto que HSCB no ha sido el único banco que ha servido 
conscientemente para movilizar dinero criminal entre Méjico y Estados 
Unidos. Más o menos lo mismo han hecho otros como Citigroup, Bank of 
America o Banco de Santander, además de Wachovia o Wells Fargo, por 
citar a los más conocidos o reincidentes (Michael Smith, Banks Financing Mexico Gangs Admitted in Wells Fargo Deal). Pero ninguno de sus propietarios o grandes directivos ha terminado en la cárcel por haberlo hecho.
Como
 tampoco han sido perseguidos seriamente ni condenados en otros lugares 
en donde han llevado a cabo las mismas actividades o donde han cometido 
las estafas que dieron lugar a la crisis.
En
 nuestro país, las sentencias que dan la razón a los clientes frente a 
los bancos en los casos de contratación fraudulenta de swaps y otros 
productos semejantes van ya por 1.062, al día de hoy y según la web de 
la Asociación de Usuarios Afectados por Permutas y  Derivados Financieros.
 Es solo una de las estafas, a las que se podría  añadir la de las 
preferentes o las muchas irregularidades que han cometido los  bancos en
 los últimos años (una relación de ellas en mi artículo Banqueros  contra la justicia y la democracia publicado en esta misma web).
¿No
 son suficientes más de 1000 sentencias condenatorias para que los 
poderes públicos asuman que lo que realmente hay detrás de eso es un 
fraude organizado, una auténtica pandemia de estafas y engaños que se 
han traducido en perjuicios gravísimos a millones de españoles? ¿Cómo es
 que no se investiga la responsabilidad última de quien planificó 
semejante expolio, cómo es que no se piden cuentas a los dueños y 
grandes directivos que se lucraron mediante esas estafas y cómo es que 
no están pagando en la cárcel el daño tan grande que han hecho a la 
economía española, destruyendo la riqueza de tantos empresarios y 
familias? ¿cómo es que no han sido investigados los directivos del Banco
 de España que lo consintieron, los jueces y fiscales que no los han 
perseguido, o los gobernantes que los han amparado?
La
 impunidad con que vienen actuando los banqueros es una manifestación 
palpable de los males gravísimos que afectan a nuestra sociedad.
Hace
 que la economía se resiente porque dejar en libertad a quienes han 
actuado como los banqueros implica dar por buenos comportamientos que 
son destructivos, y por tanto incompatibles con cualquier modo de 
generación de riqueza, además de producir incentivos perversos: si no 
hay castigo ¿qué problema hay en repetir lo que se ha venido haciendo?
La
 impunidad con que actúan los banqueros también debilita la democracia, o
 mejor dicho, indica qué escasa y falseada es la que tenemos, porque la 
democracia real es incompatible con la total ausencia de rendición de 
cuentas con que vienen actuando no solo los responsables de la banca 
sino la clase política que los protege. Y, por supuesto, echa por tierra
 la confianza en instituciones básicas para la convivencia ¿Cómo creer 
en un poder judicial que justo cuando va a llegar al Supremo el caso de 
las preferentes elige como nuevo magistrado de la Sala que habrá de 
atenderlo a un asesor jurídico de la banca que las ha colocado a sus 
clientes y que está siendo condenada por ello? ¿y cómo no repudiar a los
 gobiernos que indultan a los pocos que eventualmente son condenados?
Es
 evidente que si los banqueros pueden eludir la justicia prácticamente 
en todo el mundo es por el enorme poder político que han acumulado y que
 les permite corromper a gobernantes, jueces y responsables de medios de
 comunicación en un proceso de desmantelamiento progresivo de la 
democracia y de los poderes representativos. Gracias a ello no van a la 
cárcel pero esa es justamente la razón para que quienes de verdad 
quieran salvar las democracias empiecen antes que nada por perseguir los
 crímenes de los banqueros y hacerles pagar por ellos, en lugar de 
darles cada día más dinero y privilegios.



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