La Deuda y el Miedo
Por Sergi Cutillas
CADTM
No paramos de oír que las deudas están para pagarlas, que cuando uno se endeuda “ya sabe a lo que se atiene” y que por tanto debe afrontarlas bajo cualquier circumstancia. Esto sitúa el estatus de la deuda en nuestra cultura cerca de lo sagrado. ¿Pero es verdad que uno sabe a lo que se atiene cuando se endeuda? La realidad es que no. La prueba es que nadie previó esta crisis, ni los grandes bancos con todos sus analistas, ni los gobernantes con todos sus estadistas y consejeros fueron capaces de prever esta situación. A pesar de haber hecho apuestas muy arriesgadas, con todos sus analistas y ‘magos de las finanzas’, estos bancos se pegaron un soberbio batacazo, siendo incapaces de pagar sus deudas unos a otros… y fueron ayudados… por nosotros.
Entonces, ¿por qué nosotros deberíamos “saber a lo que nos atenemos” cuando nos endeudamos? En realidad la mayoría de la gente no tiene conocimientos profundos de finanzas, ni de economía, ni tiene una bola de cristal en casa que le permita saber si los precios están sobrevalorados, si los sueldos en el futuro serán más altos o si los tipos de interés van a subir. Por lo tanto, uno no sabe exactamente a lo que se atiene, porque el futuro es incierto. Eso no nos exime de toda responsabilidad, pero debería desmitificar la sacritud de las deudas.
Partiendo de esta idea de que uno puede cometer errores en la vida, una vez se han cometido ¿qué hacemos? Una posible respuesta puede ser: encontrar una solución. En el caso de la deuda, aunque el origen de ésta fuera legítimo (que no lo es), si no se pudiera pagar y el intento de pagarla creara una situación que atentara contra la dignidad y las vidas humanas, lo aceptable sería no pagarla, o reducirla hasta la cantidad que se pueda pagar sin esclavizar a las familias y posibilitando el buen funcionamiento de la economía.
Al contrario de lo que acabamos de decir, parece que la receta que se impone a los que no pagan sus deudas (excepto a los poderosos, que son los únicos en recibir ayuda) son el castigo inmisericorde. Esto parece un comportamiento neurótico, lleno de rencor, reproche y culpabilidad… sentimientos todos muy poco prácticos si lo que queremos es mejorar el funcionamiento de la economía. No parece que arruinar en masa a millones de familias sea una manera de llegar a esa solución que buscamos. Además de estas consideraciones, si observamos que los poderes financieros no han tenido que afrontar sus deudas, ni han perdido sus riquezas a pesar de los enormes agujeros que han provocado en nuestras economías, la situación se vuelve entonces ultrajante.
Parece obvio entonces que el objetivo es otro. A juzgar por el resultado de lo que observamos el objetivo parece ser la creación de una relación de dominación de quien está endeudado con la estrategia de “culpar a la víctima”, con argumentos entre otros como: “has vivido por encima de tus posibilidades”. Desde que existen las sociedades autoritarias-patriarcales, hace ya milenios, las clases dominantes han utilizado este tipo de mecanismos emocionales para someter a las personas a su orden.
Estos valores como la sacritud de la deuda son parte de una manipulación de nuestra cultura convencional por parte estos poderes económicos, y se difunden a través de diferentes canales como los medios de comunicación, las estructuras políticas (p.e. sistema educativo), y las instituciones religiosas (a pesar de que el mensaje de estas religiones sea de misericordia y solidaridad, estos poderes son capaces en ocasiones de manipular estos mensaje y añadir ideas, que no existían en el origen de estas creencias, para servir a sus objetivos de dominación), todas estas financiadas o influidas de diferentes formas por los poderes económicos.
Pero debemos ser conscientes de que esta relación psicosocial no es más que eso, una relación entre personas. Debe haber dos partes para que funcione, el dominador y el dominado. Con esto no queremos decir que el dominado lo sea por gusto, ya que muchos nos encontramos encerrados en contextos que nos oprimen, con situaciones diarias difíciles que nos llenan de miedo e incertidumbre y nos hacen no alzar mucho la voz para que la cosa no empeore. En la mayoría de ocasiones, de estas situaciones es imposibles salir solos. Por lo tanto debemos buscar la vía para hacerlo en compañía de aquellos que se encuentren en una situación similar o simplemente quieran darnos su apoyo en este camino.
Recopilando, podemos partir de las siguientes ideas:
Que nos podemos equivocar; un error no justifica un castigo eterno; y menos cuando quien ejerce el poder en la relación (élite económica) seguramente no ha sido sometida a las mismas condiciones o leyes que nosotras; y que además los mecanismos que generan la deuda son, en su mayor parte, ilegítimos y no tienen otro objeto que ese intento de dominació.
Entonces, ¿por qué someternos a esa relación social basada en el castigo y el miedo? La vida de un ser humano es igual de valiosa a la de cualquier otro, por lo que todas deberíamos tener los mismos derechos y las mismas obligaciones. Actualmente una parte grande de la sociedad asume solo obligaciones y castigos, mientras que la otra pequeña parte abusa de su condición de poder, que dejamos que ejerza sobre nosotras gracias en gran parte al peso de la Deuda. Por lo tanto, como dice nuestro lema: No debemos, No pagamos! De nosotras depende.
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