La FED: más dólares e inflación
Por Pedro Calvo / Jose Luis de Haro
EL ECONOMISTA.ES
La receta de Ben Bernanke
El presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, cambió el curso de la historia reciente de los bancos centrales. Desde los años 70, y a raíz de las sucesivas crisis del petróleo, el desempleo fue apeado de su pedestal por la inflación, que pasó a ser la principal preocupación de las instituciones encargadas de manejar la política monetaria.
En la última reunión del año, el banco central norteamericano recuperó el viejo orden de las cosas. Explícita y literalmente, la Fed anunció que su objetivo primordial consiste en reactivar el mercado laboral y que, a cambio de eso, tolerará más inflación.
Para dar aún más relevancia a sus pretensiones, las sustanció en cifras concretas. Se comprometió a dejar los tipos de interés entre el 0 y el 0,25 %, el nivel en el que se encuentran desde hace cuatro años, mientras estén vigentes tres circunstancias.
La primera, que el paro "permanezca por encima del 6,5%"; es decir, mantendrá su política de dinero gratis mientras el desempleo no baje de ese nivel. La segunda, que entre 2013 y 2014 la inflación no supere el 2,5%, más allá de su objetivo a largo plazo, situado en el 2%. Y la tercera, que "las expectativas a largo plazo sobre la inflación continúen bien ancladas". Dicho de otro modo: algo más de inflación a cambio de crear más empleo, todo un hito en la trayectoria de los bancos centrales en las últimas décadas.
Un 'QE3' reforzado
Además, y para demostrar su extraordinario grado de compromiso con la recuperación y el empleo, cumplió los pronósticos y reforzó su tercera ronda de estímulos cuantitativos (QE3), activada el pasado mes de septiembre. Hasta la fecha, esta iniciativa consistía en que la Fed dedicaba 40.000 millones de dólares mensuales a la compra de deuda hipotecaria. Desde enero de 2013, complementará esta cantidad con otros 45.000 millones de dólares destinados a la compra de deuda pública norteamericana a largo plazo. En total, por tanto, cada mes creará 85.000 millones de dólares nuevos que inyectará en la economía mediante la adquisición de ese tipo de activos.Esos 45.000 millones de dólares adicionales servirán para tomar el relevo de la Operación Twist, mediante la que venía comprando ese volumen de bonos -45.000 millones mensuales- con el dinero procedente de la deuda a corto plazo que vendía al mismo tiempo. La diferencia entre ambas estrategias consiste, precisamente, en que la Fed no imprimía dólares nuevos con la Operación Twist -ese dinero provenía de las ventas de otros títulos que ya tenía-, mientras que con el QE3 sí lo hace.
Y aún hubo más, porque Bernanke aseguró que su extraordinariamente expansiva política monetaria todavía puede llegar más lejos si resulta preciso. "Si las perspectivas para el mercado laboral no mejoran sustancialmente, la Fed mantendrá sus compras de bonos del Tesoro y de deuda hipotecaria y empleará otras herramientas monetarias como resulte necesario, hasta que dicha mejoría no se consiga en un contexto de estabilidad de precios", sentenció la institución en su comunicado oficial.
Una
vez más, la adopción de semejantes medidas generó oposición interna, ya
que la posición de los miembros de la Fed no fue unánime. Fiel a la
filosofía que ha venido mostrando durante todo el año, Jeffrey Lacker se
opuso a la adopción de nuevos estímulos y al compromiso de mantener el
dinero gratis durante tanto tiempo. Los mercados, sin embargo, no
renegaron de la munición extra de la Fed y reaccionaron con compras en
bolsa y con ventas de dólares. El Dow Jones sumó un 0,4%, hasta los
13.296 puntos, su nivel más alto en dos meses. Además, el euro se
apreció un 0,6%, hasta los 1,308 dólares, y el oro subió un 0,3%, hasta
los 1.716 dólares.
No es suficiente
Bernanke, por tanto, puso aún más carne monetaria en el asador pese a que los datos de empleo sorprendieron positivamente en noviembre. El paro cayó del 7,9 al 7,7%, la cota más baja desde 2008. Pero aún está "elevada", tal como afirmó la Fed. De hecho, la tasa de desempleo previa a la crisis era inferior al 5% y la media del último medio siglo se limita al 6,1%. Y según las previsiones anunciadas por el banco central, aún habrá que esperar mucho tiempo para volver a verlas en esos niveles.Desde luego, no será en 2013, año en el que pronosticó que el paro se moverá entre el 7,4 y el 7,7%, unos parámetros similares a los actuales y apenas por debajo de los pronósticos anunciados en septiembre, situados entre el 7,6 y el 7,9%.
La misma impresión transmitieron sus expectativas sobre la economía. Si antes consideraba que en 2013 oscilaría entre el 2,5 y el 3 %, la afinó para situar esa horquilla entre el 2,3 y el 3 %. La Fed, en definitiva, no atisba una reactivación sólida de la economía. Es más, no perdió la ocasión de recordar la extrema necesidad de que demócratas y republicanos resuelvan el abismo fiscal -fiscal cliff-, la letal mezcla de subida de impuestos y recorte de gasto público que amenaza con precipitar a la economía estadounidense en la recesión.
"De forma clara, el abismo fiscal está teniendo efectos sobre la economía, está afectando ya a las decisiones empresariales y al sentimiento del consumidor", aseguró. Y avisó: "Si el abismo fiscal ocurriera, no creo que la Fed tenga las herramientas para manejarlo. La política de la Fed tiene sus límites".
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