¿Para qué sirve la moneda del billón de dólares?
Por Joe Firestone
La propuesta de la moneda del billón de dólares para
resolver el problema del techo de la deuda ha experimentado de nuevo una
explosión en la blogosfera esta pasada semana. Puede que el factor que lo haya
precipitado sea que la gente está empezando a creer que los republicanos
llegarán a un acuerdo sobre “abismo fiscal” con los demócratas que incluya muy
poco sobre gasto en subvenciones, pero volverán luego en 2013 con una postura
muy contundente sobre el precio a convenir para elevar un techo de la deuda que
dé el Ejecutivo margen de maniobra durante un periodo determinado de tiempo.
Esto es lo que Bruce Bartlett tenía que decir sobre la cuestión:
“En mi opinión, el abismo fiscal es semejante al llamado
problema del efecto 2000 (Y2K) a finales de 1999, cuando mucha gente se
inquietó por que se desbaratasen los ordenadores, los ascensores dejasen de
funcionar y los aviones cayeran del cielo. Por supuesto, no sucedió nada de ese
género”.
“Así que si el abismo fiscal es un falso problema, ¿por
qué hemos de escuchar que la industria y el sector financieros albergan grandes
temores a propósito del mismo? La respuesta es que hay un problema fiscal muy
real que se producirá casi simultáneamente a la expiración del límite de la
deuda. Buena parte de lo que pasa por preocupación por el abismo fiscal es en
realidad ansiedad por saber si los republicanos del Congreso obligarán a una
suspensión de pagos sobre la deuda nacional siguiendo su agenda radical”.
Creo que Bartlett tiene razón respecto a que la atención
se está desplazando ahora al techo de la deuda, y esta es la razón por la que
tenemos una repentina explosión de interés en que el señoreaje [diferencia
entre el valor del dinero y el coste de producirlo] de la moneda de platino de
valor elevado tenga un valor nominal principalmente de pocos billones de
dólares, una vez más. Puesto que se está investigando de nuevo la Moneda del
Billón de Dólares , me gustaría razonar brevemente acerca de lo que no
comprenden bien los blogueros más convencionales que se han lanzado en tromba a
escribir esta semana sobre la solución del señoreaje de la moneda de platino de
prueba. Expongamos cuál es el contexto.
La mayoría de la gente que ha pensado sobre cómo crea
dinero el Estado sabe que el Congreso delega los poderes primordiales para
crear moneda a los Bancos de la Reserva Federal, cuyo sistema combinado con la
Junta de Gobernadores y el Comité Federal del Mercado Abierto, forma el banco
central de los Estados Unidos. Modernamente, una divisa no sólo significa
imprimir moneda sino créditos creados electrónicamente, reservas en las cuentas
de la Reserva Federal.
Las reservas que han sido creadas por la Fed en un
momento determinado son muchos múltiplos de la cantidad de papel moneda en
existencia producida por la Casa de la Moneda siguiendo órdenes de la Fed.
Así, la mayor parte de la moneda creada por la Fed adopta la forma de
reservas en lugar de papel moneda. Asimismo, es bien sabido que cuando la Fed
crea reservas, las crea “del puro aire”.
En nuestro sistema de moneda por decreto no hay
“respaldo” ni para las reservas ni para el papel moneda. Exactamente en ese
sentido, toda nuestra moneda está hoy “impresa”, y lo ha estado desde que
abandonamos el patrón oro en 1971. No hay distinción entre la moneda existente,
ya esté en papel, o en las reservas, y la moneda recién creada a ese respecto.
La Fed, sin embargo, no hace todo nuestro dinero. El Tesoro también tiene
su papel. El Congreso delega en la Casa de la Moneda norteamericana la
autoridad de acuñar moneda por decreto, cuyo valor en contenido de metal, con
respecto a ciertos tipos de monedas, no tiene que guardar relación con su valor
nominal, que puede ser tan elevado o tan reducido como quiera la Casa de la
Moneda. Sin embargo, esto ha causado un problema.
Si la Casa de la Moneda acuña dinero en denominaciones
adecuadas para transacciones comunes y corrientes al por menor, entonces esas
monedas en cuestión se pueden intercambiar entre las partes según sea
necesario. Pero, ¿qué pasa si la Casa de la Moneda acuña dinero de platino con
un valor nominal de billones de dólares? En ese caso, ese dinero no puede
utilizarse para su intercambio en términos prácticos, porque no hay compradores
que acepten monedas de un billón de dólares a cambio. Así que si el Tesoro
quiere utilizar esas monedas para llenar las arcas públicas con dinero que
pueda gastar luego en el reembolso de la deuda o para las asignaciones de
déficit al Congreso, debe transformar las monedas de elevado valor nominal en
dinero divisible, es decir, reservas en su cuenta de gasto de la Fed.
Afortunadamente, puesto que las monedas de valor elevado
son de curso legal, la Casa de la Moneda y el Tesoro pueden obligar a la
Reserva Federal a transformar las monedas de elevado valor en reservas, sólo
con depositarlas en la cuenta del Fondo de Iniciativa Pública FIP – Public
Enterprise Fund) de la Casa de la Moneda, que la Fed debe abonar con reservas a
cambio de las monedas de valor elevado.
Por ejemplo, si la Casa de Moneda deposita una moneda de
un billón de dólares en el FIP, entonces la Fed debe aceptar la moneda y abonar
al FIP un valor equivalente de créditos electrónicos en reservas. En ese caso,
el Tesoro tiene autoridad para “barrerse” todo el señoreaje en el FIP, es
decir, los beneficios resultantes de la transacción Casa de la Moneda/ Fed.
En el caso de la moneda de platino de prueba del billón
de dólares, los beneficios consisten en su valor nominal menos unos pocos miles
de dólares. Así que esa cantidad quedaría “barrida” en la Cuenta General del
Tesoro (CGT- Treasury General Account), que es la cuenta utilizada por el
Tesoro para llevar a cabo el gasto del Estado.
Una forma estupenda de considerar las monedas de elevado
valor de platino es que son instrumentos legales para que el Tesoro haga uso de
la autoridad de la Fed de una ilimitada creación de reservas a partir “del puro
aire” para llenar las arcas del gasto público, la CGT, destinadas a fines
públicos. En efecto, el señoreaje de monedas de platino implica que el Tesoro
se adueñe del poder de la Fed de crear reservas y las coloque en la CGT,
quizás, dependiendo de lo que el Tesoro escoja hacer, en los muchos billones de
dólares. Funcionalmente, produce el mismo resultado que si la Fed estuviera
subordinada al Tesoro dentro del Ejecutivo y el Tesoro dispusiera de autoridad
ilimitada para crear tanto la divisa como las monedas. ¿Es esto bueno?
Creo que lo es. La cacareada independencia de la Fed no
nos ha valido de mucho con los años. Lo que ha supuesto es que la Fed no
rindiera cuentas ante la opinión pública. Su independencia ha venido a
significar independencia respecto al Tesoro y, en buena medida, respecto al
Congreso. Pero no ha significado independencia en relación a los grandes bancos
y Wall Street, a los que la Fed no ha logrado regular en proporción visible
para proteger a la economía y el interés público, y cuyos intereses ha servido
la Fed por encima del interés público en toda su extensión.
En resumen, estoy plenamente a favor de que el
presidente encargue un señoreaje de monedas de platino de valor elevado,
pues pienso que las constricciones impuestas por la Fed, y también el llenar
las arcas públicas al extremo de que le quede claro a la gente que a los EE.UU.
no se les puede agotar la moneda que sólo ellos pueden emitir, volverá al
Congreso, la Fed y el Ejecutivo mucho más responsables en lo que toca a los
deseos del pueblo norteamericano.
Joe Firestone es director ejecutivo de Knowledge Management Consortium International (KMCI) y colaborador habitual del blog New Economic Perspectives, que divulga la Teoría Monetaria Moderna (MMT).
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