Probablemente, no



Por Paul Krugman
El Pais


Las burbujas pueden ser perjudiciales para su salud financiera (y para la salud de la economía también). La burbuja de las puntocom de finales de los años noventa dejó detrás muchos edificios vacíos y muchos más sueños rotos. Cuando la burbuja inmobiliaria de la década siguiente estalló, la consecuencia fue la mayor crisis económica desde los años treinta; una crisis de la que todavía tenemos que salir.
De modo que cuando la gente habla de burbujas, deberían escuchar con atención y evaluar sus afirmaciones, y no descartarlas despectivamente, que fue el modo en que muchos autoproclamados expertos reaccionaron a las advertencias sobre el mercado inmobiliario.
Y ahora mismo se habla mucho de burbujas. La mayoría de las veces se trata de una supuesta burbuja de bonos que se supone que mantiene los precios de los bonos artificialmente altos y los tipos de interés —que se mueven en dirección opuesta a los precios de los bonos— artificialmente bajos. Pero la subida del Dow Jones también ha hecho que surja el temor a una burbuja de acciones.
Entonces, ¿tenemos una gran burbuja de bonos y/o de acciones? Respecto a los bonos, yo diría sin duda que no. En cuanto a las acciones, probablemente no, aunque no estoy tan seguro.
En todo caso, ¿qué es una burbuja? Sorprendentemente, no hay ninguna definición estándar. Pero yo la definiría como una situación en la que los precios de los activos parecen estar basados en opiniones poco plausibles o incoherentes sobre el futuro. Los precios de las puntocom en 1999 solo tenían sentido si uno creía que había muchas empresas que acabarían convirtiéndose en Microsoft; los precios de las viviendas en 2006 solo tenían sentido si uno creía que dichos precios podrían seguir subiendo mucho más deprisa que los ingresos de los compradores en el futuro.
¿Está pasando algo comparable en el mercado de los bonos actual? Bueno, el tipo de interés de los bonos a largo plazo depende principalmente de la trayectoria prevista para los tipos de interés a corto plazo, que están controlados por la Reserva Federal. Uno no quiere comprar un bono a 10 años a menos del 2%, el tipo de interés actual, si cree que la Reserva subirá los tipos a corto plazo al 4% o al 5% en un futuro no muy lejano.
 ¿Pero por qué exactamente deberíamos creer tal cosa? La Reserva normalmente rebaja los tipos de interés cuando el paro es alto y la inflación es baja (que es la situación actual). Es verdad que ya no puede rebajar más los tipos, porque ya están casi a cero y no pueden bajar más (de lo contrario, los inversores se limitarían a guardar sus reservas de efectivo). Pero resulta difícil ver por qué la Reserva iba a subir los tipos hasta que el paro baje considerablemente o aumente la inflación, y no hay ningún indicio en los datos de que nada parecido vaya a suceder hasta dentro de varios años.

¿Por qué, entonces, se habla tanto de una burbuja de bonos? En parte refleja la observación correcta de que los tipos de interés están muy bajos según las referencias históricas. Lo que deben tener presente, sin embargo, es que la economía también está en una situación especialmente mala desde una perspectiva histórica (peor que nunca en tres generaciones). No pueden aplicarse las reglas habituales sobre lo que constituye un nivel razonable para los tipos de interés.
También hay, debo decirlo, un elemento de ilusión en esto. Por alguna razón, mucha gente del sector financiero ha desarrollado un profundo odio hacia Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal, y hacia todo lo que hace; quieren que se ponga fin a sus políticas de dinero fácil y también quieren ver que esas políticas fracasen de alguna forma espectacular. Sin embargo, resulta que la antipatía hacia los catedráticos de Princeton barbudos no es una base sólida para las estrategias de inversión.
Y nunca deberíamos olvidar el ejemplo de Japón, donde las apuestas contra los bonos del Estado —justificadas por los mismos argumentos más o menos que actualmente se usan para justificar las afirmaciones de que hay una burbuja de bonos del Tesoro estadounidense— se fueron al traste con tanta frecuencia que el sector en general llegó a ser conocido como la “fábrica de viudas”. En este momento, la deuda de Japón está muy por encima del doble de su PIB, su déficit presupuestario sigue siendo grande y el tipo de interés de los bonos a 10 años es del 0,6%. No, no es una errata.
Vale, ¿y qué hay de las acciones? Los principales índices bursátiles están ahora más altos de lo que lo estaban a finales de los años noventa, lo cual puede sonar ominoso. Sin embargo, suena mucho menos ominoso cuando uno sabe que los beneficios empresariales —que son, a fin de cuentas, aquello de lo que las acciones son participaciones— son más de dos veces y media más altos que cuando estalló la burbuja de los años noventa. Además, dado que la rentabilidad de los bonos es tan baja, sería de esperar que los inversores se pasasen a las acciones, lo que haría subir el precio de estas.
Teniéndolo todo en cuenta, la afirmación de que hay burbujas considerables en las acciones o, especialmente, en los bonos no se sostiene. Y esa conclusión es importante tanto para la política como para las inversiones.
Porque un importante trasfondo de toda esta retórica reciente sobre las burbujas es la exigencia de que Bernanke y sus compañeros dejen de intentar combatir el elevadísimo paro, que deben interrumpir y desistir de sus esfuerzos por impulsar la economía o habrá consecuencias terribles. El hecho, sin embargo, es que no hay ningún motivo para creer que nos enfrentamos a ningún problema extendido de burbujas, por no hablar de si preocuparse por burbujas hipotéticas debería tener prioridad sobre la tarea de conseguir que los estadounidenses vuelvan a trabajar. Bernanke debería hacer caso omiso del parloteo de los barones del burbujismo y seguir haciendo su trabajo.

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