¿Se están contagiando los Estados Unidos del “mal británico”?


En los Estados Unidos se respira un aire de decadencia. La extralimitación imperial, la polarización política y una costosa crisis financiera están pesando sobre la economía. Algunos expertos ahora les preocupa que ese país contraiga el “mal británico”.
Condenados a un lento crecimiento, los Estados Unidos de hoy, al igual que el Reino Unido que surgió agotado de la Segunda Guerra Mundial, estarán obligados a reducir sus compromisos internacionales. Esto creará un espacio para potencias en ascenso como China, pero también expondrá al mundo a un periodo de fuerte incertidumbre geopolítica.
Al pensar en estas perspectivas, es importante entender la naturaleza del mal británico. No era solamente que los Estados Unidos y Alemania crecieron más rápidamente que el Reino Unido después de 1870. Después de todo, es totalmente normal en los países en desarrollo tardío crecer velozmente como se observa con China actualmente. El problema fue que el Reino Unido no pudo a finales del siglo XIX hacer que su economía pasara al siguiente nivel.
El Reino Unido se tardó en pasar de las viejas industrias de la primera Revolución Industrial a los sectores modernos como la ingeniería eléctrica, lo cual impidió la adopción de métodos de producción masiva. Tampoco logró adoptar la maquinaria de precisión que dependía de la electricidad, lo cual se convirtió en un obstáculo para producir componentes mecanizados para ensamblar máquinas de escribir, cajas registradoras y vehículos de motor. Lo mismo se puede decir sobre otras nuevas industrias como la de productos químicos sintéticos, colorantes y telefonía, en ninguna pudo apoyarse.
El ascenso de nuevas potencias económicas con costos más bajos condujo inevitablemente a pérdidas de empleo en las viejas industrias como los textiles, el hierro y acero y la construcción naval. Sin embargo, el error principal del Reino Unido fue el de no poder sustituir las antiguas industrias del siglo XIX con nuevas sucesoras del siglo XX.
¿Están condenados los Estados Unidos a la misma suerte? Para responder esta pregunta es necesario entender las razones que explican la falta de progreso tecnológico en el Reino Unido. Una explicación popular es que es una cultura que denigró la industria y la iniciativa empresarial. Durante el largo proceso de modernización británica, las clases industriales estuvieron absortas en las clases dominantes. Desde mediados del siglo XIX, las mentes más brillantes entraron en la política, no a los negocios. Los administradores empresariales eran vendedores que habían sido ascendidos y según se dice, eran de segunda categoría.
Ahora, supuestamente, vemos un problema similar en los Estados Unidos. En las palabras de David Brooks del diario New York Times: “Después de décadas de prosperidad, los Estados Unidos se han alejado de su concentrada mentalidad pragmática que en un principio construyó la riqueza de la nación. …Las mentes más brillantes de los Estados Unidos han ido abandonado la industria y la empresa técnica por sectores más prestigiosos pero menos productivos como el derecho, las finanzas, la consultoría y el activismo sin fines de lucro.”
De hecho, esta supuesta explicación de la decadencia británica no ha superado la prueba del tiempo. No hay evidencias sistemáticas de que los administradores británicos fueran inferiores. En efecto, ampliar las posibilidades de buscar administradores potenciales más allá de los hijos de los fundadores de una empresa tuvo precisamente el efecto contrario. Permitió que destacaran los mejores.
En los Estados Unidos de hoy, también es difícil encontrar evidencias de este presunto problema. Las empresas de Silicon Valley no se quejan de una escasez de administradores talentosos. No faltan nuevos egresados de las maestrías de administración de empresas que establecen nuevas compañías o que incluso trabajan para los fabricantes de automóviles.
La segunda explicación popular de la decadencia británica se centra en el sistema educativo. Oxford y Cambridge, establecidas mucho antes de la era industrial, produjeron filósofos e historiadores eminentes, pero muy pocos científicos e ingenieros. No obstante, es difícil ver cómo se aplica este argumento a los Estados Unidos, cuyas universidades siguen siendo líderes a nivel mundial y atraen a estudiantes de posgrados en ciencias e ingeniería de todo el mundo –muchos de los cuales se quedan en el país.
Otros más explican la decadencia británica en función del sistema financiero. Al haber surgido a principios del siglo XIX, cuando las necesidades de capital de las industrias eran modestas, los bancos se especializaron en el financiamiento del comercio exterior, y no en la inversión interna y con ello privaron a la industria del capital que necesitaban para crecer.
De hecho, las evidencias reales de tal predisposición a favor de la inversión externa frente a la interna son escasas. Y, de cualquier modo, eso también es irrelevante actualmente en el caso de los Estados Unidos, que reciben, y no envían, inversión extranjera.
Según una última explicación de que el Reino Unido no haya podido mantener el ritmo, la culpable es la política económica. El Reino Unido no pudo establecer una política eficaz de competencia. En respuesta al colapso de la demanda en 1929, se impusieron altas barreras arancelarias. Al estar protegida de la competencia extranjera, la industria se hizo obesa y perezosa. Después de la Segunda Guerra Mundial, los cambios constantes entre los gobiernos laboristas y conservadores dieron lugar a la interrupción constante de políticas, lo que aumentó la incertidumbre y creó problemas financieros crónicos.
Esta es la explicación más convincente de la decadencia británica. El país no logró desarrollar una respuesta de política coherente a la crisis financiera de los años treinta. En lugar de tratar de trabajar juntos para abordar los problemas económicos urgentes, sus partidos políticos se dedicaron a atacarse. El país volvió la mirada al interior. Su política se hizo irascible y errática y sus finanzas se volvieron cada vez más inestables.
En resumen, el fracaso del Reino Unido fue político, no económico; Y eso, lamentablemente, es muy pertinente para el futuro de los Estados Unidos.

AUTOR  :  Barry Eichengreen es profesor de Economía y Ciencias Políticas de la Universidad de California en Berkeley.

FUENTE : PROJECT SYNDICATE

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