No son los mercados, sino los bancos, los que dominan la Unión Europea
En una entrevista reciente para La Vanguardia (09.05.10), el ex Presidente Felipe González, que ha estado dirigiendo un grupo de reflexión nombrado por el Consejo Europeo para reflexionar sobre el futuro de Europa, hizo una observación de carácter personal que apenas tuvo impacto en los medios y que describe muy claramente el mayor problema que tiene Europa. Es una lástima que esta observación no apareciera en el informe de tal grupo de reflexión. Decía el ex Presidente Felipe González que lo que pasaba en Europa le recordaba lo que dijo en su día el Presidente Eisenhower cuando, en su discurso de despedida, el último día de su mandato, alertó a la sociedad estadounidense de las consecuencias negativas que tenía para EEUU el enorme poder del complejo industrial militar (The Military Industrial Complex). En una declaración sorprendente, al ser hecha por el que había sido un General del Ejército, el Presidente Eisenhower alertó de la excesiva influencia que tenía la industria armamentística en EEUU en configurar la política doméstica y exterior de aquel país. Pues bien, añadía el ex Presidente Felipe González, que hay que alertar a las sociedades europeas del excesivo poder que tiene en nuestro continente el complejo financiero. Hoy, tal complejo está determinando las políticas domésticas de los países de la UE. He publicado, extensamente, (ver artículos publicados en varios forums, y colgados en mi blog www.vnavarro.org, secciones Neoliberalismo y Economía Política) refiriéndome al peligro que supone para Europa el enorme poder e influencia que tiene la banca europea (y, muy en especial, la alemana) sobre el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, y que ha determinado enormes gastos públicos por parte de los países de la UE y del FMI (más de un billón de euros) en ayudas a banqueros y accionistas, sin que ello haya repercutido en una mayor disponibilidad de crédito a la sociedad. Tales instituciones están, a la vez, exigiendo una enorme austeridad de gasto público, incluyendo gasto público social, que está significando un enorme sacrificio para las clases populares de los países de la UE y, muy en particular, de los países llamados periféricos -Grecia, Portugal, España e Irlanda-, a fin de que aquellos estados puedan pagar a la banca de los países del centro de la UE la deuda pública a unos intereses exuberantes y confiscatorios.
Como se expresa este poder de la banca
La excesiva influencia que la banca alemana ha tenido en la construcción de la Unión Europea (tanto en el establecimiento del Banco Central Europeo (BCE), como la definición del Pacto de Estabilidad (cuyo objetivo principal ha sido el de mantener estable el precio del dinero, en lugar de estimular el crecimiento económico) explica la orientación neoliberal de las instituciones de la UE. Un indicador de tal orientación neoliberal es que tal Unión no tiene un banco central, y ello a pesar de que la institución financiera de la UE se llame Banco Central Europeo. A primera vista esta afirmación parece una provocación. Pero el análisis de sus funciones y comportamientos muestra que no es un banco central, como lo es, por ejemplo, el Federal Reserve Board, FRB (el Banco Central de EEUU) o el Banco de Inglaterra. Un banco central tiene como misión realizar las intervenciones financieras que permitan a sus estados realizar las políticas económicas conducentes al desarrollo y bienestar de la población. Para conseguir tal objetivo, los bancos centrales son altamente intervencionistas, impidiendo o dificultando, por ejemplo, las actividades especulativas de agentes financieros nacionales o internacionales, que imposibiliten el desarrollo de las políticas económicas y fiscales estatales. Así, cuando los especuladores financieros internacionales quisieron especular con la deuda pública de EEUU y de Gran Bretaña, sus bancos centrales intervinieron activamente, imprimiendo grandes cantidades de dinero con los cuales compraron gran cantidad de la deuda pública de sus propios estados, vendiéndola a un precio menor del que habían comprado, forzando la bajada de su precio e intereses, con lo cual los especuladores salían escaldados, pues perdían mucho dinero. Esto es lo que hace un Banco Central. Ni que decir tiene que imprimir mucho dinero puede aumentar la inflación (el enemigo número uno de la Banca), pero en momentos de recesión, como ahora, el peligro no es éste, sino el contrario –la deflación-. Será cuando la economía se recupere que pueda aumentar la inflación, pero este aumento (siempre que pueda mantenerse en dimensiones moderadas) es incluso positivo pues ayuda al estado a poder pagar su deuda más rápidamente. Si el estado debe una cantidad fija de dinero, esta cantidad, al cabo del tiempo, disminuye su valor monetario cuando la inflación aumenta.
Esto es lo que han hecho los bancos centrales ahora y siempre (véase el reciente comportamiento del Federal Reserve Board en EEUU). No así el BCE, el cual tiene total independencia. Es decir puede hacer lo que quiera. Y lo hace según el deseo e intereses de la banca de Alemania y de otros países del centro de la UE. El primer objetivo del BCE es ayudar a los bancos, no ayudar a los estados. El BCE, que es el único banco en la UE que tiene el poder de definir la cantidad de moneda que se imprime, ha estado enviando este dinero como préstamos a la banca privada, a unos intereses de sólo un 1%. Con este dinero, la banca privada compró deuda pública, que ofrecía unos intereses de 3%, 4%, 6% o incluso 9%, con lo cual lograron el chanchullo del año. Mientras, el crédito brillaba, y continúa brillando, por su ausencia. Es más, el BCE tiene prohibido comprar deuda pública. Últimamente, se ha saltado a la torera esta prohibición, cuando los estados estaban ya en pie de guerra en contra del BCE, rebelión liderada por el Sr. Sarkozy (la cultura política republicana francesa da más protagonismo a los estados que el que se da en la cultura neoliberal alemana). Pero aún así tal compra de bonos de deuda pública se está haciendo con timidez y en dosis muy limitadas, nada comparables a lo que hizo el Federal Reserve Board, en EEUU
¿Por qué esta timidez? La respuesta puede parecer paranoica pero no lo es. La banca tiene un objetivo, nunca explicitado, pero que aparece constantemente entre líneas en sus escritos. En realidad, existe una robusta evidencia de que la Banca y sus agentes, que incluyen desde el BCE al Fondo Monetario Internacional (lo que se llama en la terminología anglosajona el establishment financiero), quieren utilizar esta Gran Recesión para conseguir lo que han deseado desde el principio de la UE: debilitar el estado del bienestar, diluir y reducir la dimensión social de Europa, y reducir los derechos sociales y laborales. Si se leen los documentos internos del BCE, del FMI y del Banco de España (y yo lo he estado haciendo todos estos años) verán que desde hace ya muchos años están subrayando la necesidad de que se hagan tales cambios. Y ahora quieren aprovechar esta crisis para, en colaboración de los grandes grupos empresariales, conseguir que se hagan, ayudados por unos medios que están intentando persuadir a la población de que tales cambios son necesarios para salir de la Gran Recesión (argumentos que ya se utilizaron incluso antes de que hubiera la Gran Recesión). Y resultado de su gran influencia en los medios, hemos visto como los cinco rotativos más importantes en España han escrito editoriales apoyando las medidas de austeridad promovidas por el FMI. Estos medios por cierto, nunca han analizado objetivamente las consecuencias de llevar a cabo tales medidas. Analicémoslas y veamos primero que es el FMI.
Las recetas desastrosas del FMI
Desde que el Presidente Reagan inició en las Américas la época neoliberal, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido el mayor promotor de las políticas neoliberales en el mundo, habiendo desarrollado sus políticas en mayor intensidad en Latinoamérica. El FMI ha sido siempre propuesto por el Secretario del Tesoro del Gobierno Federal de EEUU (equivalente al Ministerio de Economía y Hacienda en España). Nunca se ha dado el caso de que la mayoría de los 184 estados miembros del FMI hayan votado en contra de las posturas adoptadas por el representante estadounidense en el Consejo de Dirección. De ahí que el FMI haya sido el mayor propagandista del “Consenso de Washington”, cuya versión europea ha sido el “Consenso de Bruselas”. Según tal consenso, los países receptores de la “ayuda” ofrecida por el FMI tenían que reducir, e incluso eliminar, cualquier restricción a la movilidad internacional de capitales y comercio, privatizar sus servicios públicos y sus transferencias públicas (como la Seguridad Social), eliminar los déficits del estado y ofrecer plena independencia y autonomía a los bancos centrales, priorizando el control de la inflación, a costa del estímulo del crecimiento económico. A estas políticas se añadieron medidas desincentivadoras de las políticas estatales intervencionistas en las áreas industriales de la economía, enfatizando la desregulación de los capitales financieros y de los mercados laborales. Estas políticas se expandieron por toda América Latina con resultados que el director del prestigioso Center for Economic and Policy Research de Washington D.C., Mark Weisbrott, ha definido como “desastrosas” para aquellos países.
La renta per capita en Latinoamérica, que había crecido un 82% durante el periodo 1960-1980, bajó a un mero 9% durante el periodo 1980-2000, bajando incluso más, a un 4%, en el periodo 2000-2005. Para darnos cuenta del significado de estas cifras, tenemos que darnos cuenta de que si varios países de Latinoamérica, como Argentina, México y Chile (todos ellos expuestos a las políticas liberales impuestas por el FMI), hubieran continuado creciendo como lo hicieron en la época 1960-1980, habrían alcanzado ya el nivel de desarrollo de España. Hoy están muy retrasados, con un nivel de riqueza muy inferior al español.
El fracaso de tales políticas es lo que llevó a un cambio de casi 180º a partir del 2003 y 2004, con la elección de partidos de centro izquierda y de izquierda en la gran mayoría de países de América Latina, y que se dio como rechazo a las políticas impuestas por el FMI. El primer país que se rebeló en contra del FMI, fue Argentina, la cual se estaba hundiendo económicamente al seguir las políticas neoliberales propuestas por el FMI. En mayo de 2003, el nuevo gobierno electo, presidido por Néstor Kirchner, expulsó en la práctica al FMI de Argentina, rompiendo con el neoliberalismo impuesto por tal institución. Kirchner declaró al país en bancarrota, forzando a renegociar la deuda con los bancos y con el FMI, que tuvieron que absorber grandes pérdidas de sus fondos. Rompió también con la paridad peso argentino-dólar (medida impuesta por el FMI) y siguió políticas expansivas de gasto público que estimularon la economía, creciendo un 9% durante los próximos tres años, lo cual le permitió ir pagando su deuda pública. A este hecho hizo referencia la presidenta Kirchner, esposa del presidente Kirchner, cuando en una conferencia reciente en Barcelona con el mundo empresarial, indicó que la manera de salir de la recesión no era bajar el déficit y la deuda pública, sino crecer económicamente, incluso a costa de aumentar el déficit y la deuda pública.
Casos parecidos han ocurrido en Bolivia, con Evo Morales, que también terminó con el FMI y adoptó políticas radicalmente distintas a las neoliberales propuestas por el FMI. En Mayo de 2006 el Presidente Morales nacionalizó el gas y el petróleo, exigiendo a la vez al FMI y a los bancos que renegociaran la deuda, absorbiendo grandes pérdidas. Desde entonces, Bolivia ha sido uno de los países con mayor tasa de crecimiento económico en América Latina. Antes, durante la época neoliberal, la economía permaneció estancada, de manera que en 2006 (después de haber estado bajo el dominio del FMI durante veinte años) su renta per cápita era menor que el existente 27 años antes.
Lituania, en Europa, es otro ejemplo. El FMI y la UE han impuesto unas políticas liberales de gran austeridad que han causado una reducción del 25% de su PIB, con una tasa de desempleo de 22% de la población activa. Según las propias proyecciones del FMI, Lituania no alcanzará el nivel del PIB que tuvo en el año 2006, hasta el año 2015.
Y ahora, Grecia. Las políticas impuestas por el FMI han hecho que el PIB haya disminuido un 18% en el 2009, y tendrá que esperar ocho o nueve años para recuperar el PIB que tenía en el 2008. Y algo semejante ocurrirá en España, resultado del mandato de la UE y del FMI.
Éstas y otras experiencias explican no sólo el descrédito del FMI, sino también la aparición de alternativas, como el Banco del Sur, en América Latina, en sustitución del FMI. La evidencia muestra como el FMI ha sido utilizado por el capital financiero (la banca) para forzar una austeridad de gasto público social, con el fin de conseguir que se pague a la banca. En la UE, la mal llamada ayuda de la UE-FMI a Grecia, ha sido, en realidad, una ayuda a la banca alemana y de los otros países del centro de la UE, prestando dinero al estado griego para que le pague su deuda externa.
Termino, pues, esta presentación acentuando que no son los mercados financieros, sino la banca la que está dominado el mundo, consecuencia de la excesiva influencia de complejo bancario, el cual está dominando la vida política y mediática de los países, conduciendo a estos países a una situación de enormes sacrificios para las clases populares, las cuales se exigen para respetar los beneficios de tal complejo. El complejo financiero es hoy, en la Unión Europea, lo que el complejo militar industrial ha sido en EEUU.
Vicenç Navarro
FUENTE : SISTEMA DIGITAL
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