Viene una década difícil para la eurozona


¿Qué habría pasado durante la crisis financiera si no hubiera existido el euro? La respuesta breve es que los miembros de la eurozona habrían sufrido crisis monetarias.

Las monedas de países como Grecia, Irlanda, Italia, Portugal y España se habrían devaluado frente al marco alemán. Ése es el resultado que los creadores de la zona euro querían evitar y debemos reconocer que lo han conseguido. Pero, si el tipo de cambio no se puede ajustar, habrá algo que sí.
Ese “algo” son las economías de los países periféricos de la eurozona, que padecen una fuerte pérdida de competitividad frente a Alemania, el primer exportador del mundo en productos de alta calidad. Les deseo suerte. La economía de la eurozona es de suma importancia, dado que es equiparable a la de EEUU y tres veces más grande que las de Japón o China.
Hasta ahora, ha pasado la primera prueba. No obstante, del segundo trimestre de 2008 al segundo trimestre de 2009, la caída acumulada de EEUU fue tan sólo del 3,8% frente al 5,1% de la eurozona (desde el primer trimestre de 2008 al segundo trimestre de 2009). Más importante que la evolución de la eurozona en su conjunto es lo que ocurre dentro de sus confines.
El punto de partida son los déficit por cuenta corriente y los excedentes. En 2006, la zona estaba más o menos ajustada. No obstante, Alemania tenía un enorme excedente de 190.000 millones de dólares (6,5% del PIB), cuando el de Holanda no superaba los 64.000 millones de dólares (9,4% del PIB). En el otro extremo se sitúan los importadores de capital, con España a la cabeza, cuyo déficit asciende a 111.000 millones de dólares (9% del PIB).
Muchos argumentan que, con una unión monetaria, las disparidades entre los déficit por cuenta corriente han dejado de importar. Se equivocan. ¿Qué ocurriría si el resto del mundo retirara sus préstamos? La respuesta es una recesión. Dentro de un mismo país resulta sencillo desplazarse: la dificultad reside muchas veces en traspasar fronteras.
Hay además otra diferencia aún mayor: el Gobierno español no puede responder a las quejas de sus desempleados argumentando que la situación no es tan crítica en el resto de la zona euro: tiene que ofrecer una solución a nivel nacional. La cuestión es cuál.
Antes de la crisis, los países periféricos tenían un exceso de demanda sobre la oferta, mientras los países del centro avanzaban en la dirección opuesta. Dado que sus posiciones fiscales eran similares, el comportamiento de la demanda privada tenía que ser distinto: en 2006, los sectores privados de Grecia, Irlanda, Portugal y España gastaron mucho más de lo que ingresaron, mientras que los de Alemania y Holanda gastaron mucho menos. Después llegó la crisis.
Inevitablemente, afectó con más virulencia a los sectores privados más extendidos. Entre 2006 y 2009, los sectores privados de Irlanda, España y Grecia aumentaron su balance entre ingresos y gastos un 16%, 15% y 10% del PIB respectivamente. El resultado era de prever: un fuerte deterioro de la posición fiscal. Esto pone de manifiesto un argumento que los economistas parecen poco dispuestos a asumir: que la posición fiscal es insostenible cuando la financiación del sector privado también lo es. En estos países, ésta última era insostenible y todos fuimos testigos de sus desastrosas consecuencias.
En su primera década de existencia, los desequilibrios de la eurozona (y las burbujas asociadas) terminaron por perjudicar seriamente al crédito de los sectores privados de las economías más boyantes. Ahora también se está viendo afectado el crédito de sus sectores públicos. Aunque la propagación del riesgo es ahora menor en los mercados financieros, los que dependen de la deuda soberana de la eurozona son una excepción.
La rentabilidad de los bonos alemanes a diez años ha aumentado, cuando en su momento resultó ser mínima. En el caso de Grecia, la rentabilidad ha alcanzado los 274 puntos básicos. En opinión del economista Charles Kindleberger, una economía abierta necesitaba un hegemón cuyo cometido fuera ser el gastador y prestamista de último recurso en una crisis.
El hegemón sería, por tanto, el país con el mejor crédito: Alemania, en el caso de la eurozona. Pero Alemania es un prestamista, no un prestatario y así seguirá siendo. Así las cosas, los prestatarios más débiles deberán cumplir su función, con pésimos resultados para sus calificaciones crediticias.
¿En qué lugar se sitúan ahora los países periféricos? La respuesta es una recesión estructural. En algún momento tendrán que recortar sus déficit fiscales. Sin compensaciones monetarias o cambiarias, la recesión provocada por el colapso del gasto privado alimentado por su burbuja podría empeorar.
Y, lo que es peor, en los años de boom, estos países perdieron competitividad dentro de la eurozona. Los tipos de interés dictados desde el BCE, destinados a equilibrar la oferta y la demanda de la zona, eran demasiado bajos para las economías que crecían a la sombra de sus burbujas. La pérdida de competitividad externa y la fuerte demanda interna ampliaron los déficit externos. Estos generaron la demanda que necesitaban los países centrales con un exceso de capacidad.
Por si fuera poco, dado que estos son muy competitivos a nivel global y que la zona euro cuenta con una sólida posición y una fuerte divisa, el euro ha seguido revalorizándose. Eso perjudica a los países periféricos: no pueden generar fácilmente un excedente externo, como tampoco pueden reanudar el endeudamiento del sector privado con facilidad ni sostener sus actuales déficit fiscales. Aunque la emigración masiva es una posibilidad, sin duda no es recomendable.
La inmigración de extranjeros con más ingresos, que disfrutarían de viviendas ahora muy devaluadas, sería una opción mucho más adecuada. Aun así, en el peor de los casos, es probable que fuera necesaria una depresión prolongada para conseguir una reducción de los precios y de los salarios nominales. Aunque Irlanda parece haber aceptado un futuro de estas características, en el caso de España y Grecia no ha sido así.
Además, el país afectado, también sufriría una deflación de la deuda; con una caída de los precios y de los salarios nominales, la carga de deuda denominada en euros aumentaría. Cabría la posibilidad de que se produjera una serie de impagos tanto en el sector privado como en el público. La crisis de los países periféricos de la eurozona no es casual: es inherente al sistema.
Los miembros más débiles tienen que encontrar el modo de salir de la trampa en la que se encuentran. No recibirán mucha ayuda, ya que la eurozona no suele ser un gastador de último recurso y el propio euro está muy fuerte. Pero tienen que salir adelante. Cuando se creó la eurozona, se cuestionó si era la mejor unión monetaria posible. Ahora sabemos que no, pero tendremos que averiguar si este hecho es tan grave.

AUTOR : MARTIN WOLF
FUENTE : FINANCIAL TIMES

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