Una ambiciosa agenda

Médico, cúrate a ti mismo. Ésta debe ser la respuesta unánime ante la noticia de que el Foro Económico Mundial (WEF, en sus siglas en inglés) ha puesto en marcha una ambiciosa iniciativa para “replantearse, rediseñar y reconstruir” el mundo.

¿No fueron los miembros del foro los responsables de prácticas que provocaron una caída espectacular de la economía mundial durante la crisis financiera? ¿No defendió el foro el capitalismo financiero que ahora ha quedado tan desacreditado? ¿Puede una organización de estas características aportar algo de utilidad a la reforma global? La respuesta es: sí, dado que el mundo no espera demasiado.
La idea de que es posible volver a crear un nuevo entorno es demasiado ambiciosa. Recuerda a la “fatal arrogancia” tan criticada por Friedrich Hayek, premio Nobel de Economía y posiblemente el pensador liberal más importante del siglo XX. No obstante, en este momento de incertidumbre, la reunión podría aportar algo de valor, dado que aborda aspectos que pueden, y deberían resolverse.
La iniciativa del foro se centra en seis grandes materias: los valores y las personas, el bienestar económico y social, los riesgos globales, la seguridad, los recursos y la sostenibilidad y las nuevas estrategias institucionales. El WEF ha creado comités globales, 70 en total, formados por expertos en las distintas materias.
Para los valores y las personas, colaborarán profesionales en educación y nutrición, entre otros. En cuanto al bienestar económico y social, los comités estarán compuestos por expertos en flujos de inversión, riesgo sistémico, riesgo financiero, sistemas monetarios, comercio y empleo y protección social.
En cuanto a los riesgos globales, habrá asesores en seguridad energética, corrupción, crecimiento de la población y ayuda humanitaria. El comité de seguridad abordará aspectos como el terrorismo, la seguridad energética, los derechos humanos, los estados más frágiles y la cooperación en materia de seguridad.
En lo referente a recursos y sostenibilidad, se estudiarán el cambio climático, el futuro de China, y la energía y el consumo sostenibles. Por último, las nuevas estrategias institucionales contarán con expertos en nuevas tecnologías, crecimiento económico y el futuro de los gobiernos.
A pesar de que la lista sea extensa, no puede considerarse exhaustiva. Sin duda, resulta ambiciosa. ¿Quién, se pueden preguntar desde fuera, otorga a este organismo, al que nadie elige, el derecho a intervenir de forma tan contundente en las competencias de la política soberana? Y, en cualquier caso, ¿qué podemos esperar de la iniciativa? La respuesta a la primera de estas cuestiones es ¿Quién podría asumir su papel?
Los estados individuales no pueden resolver estas cuestiones de forma unilateral y los gobiernos, empresas y ONG representadas en la reunión anual son, a pesar de sus fallos, los que dirigen el mundo. En un momento en el que la élite, sobre todo la occidental, ha perdido la confianza del mundo, necesita demostrar que entiende los problemas y que, al menos, cuenta con algunos planes para resolverlos.
Además, dado que ocupan los puestos de mayor responsabilidad, son los que pueden iniciar los cambios con relativa rapidez, tanto en el mundo empresarial como en el entorno político. Por último, aunque no menos importante, al reunirse en un escenario informal, los participantes podrán alcanzar un consenso y elaborar una estrategia para abordar los problemas comunes. Aun así, es razonable mostrarse escéptico.
Al WEF asistirá la clase dirigente, que, inevitablemente, es prisionera de la opinión convencional. En cuanto a lo que podemos esperar, el mejor resultado sería el menos probable, una clara distinción entre lo urgente y lo conveniente. Intentar hacerlo todo suele tener como resultado acabar por no hacer prácticamente nada.
En mi lista de problemas urgentes incluiría: mantener una economía mundial abierta y dinámica, reparar el sistema financiero, reformar el sistema monetario internacional, fomentar el equilibrio de la economía mundial, abordar el cambio climático, contener la proliferación nuclear, incluir a las potencias emergentes, y en concreto a China, en los foros políticos globales y reformar las instituciones internacionales para que se adapten a las nuevas realidades políticas.
En ningún momento he pensado que abordar todos estos problemas resultara sencillo. El mundo se enfrenta a innumerables desafíos: el poder se desplaza al Este, dado el espectacular crecimiento de China e India. Las nuevas potencias están todavía más aferradas al principio de soberanía nacional que EEUU. Además, hay una falta de afinidad ideológica entre China y EEUU.
Al mismo tiempo, el viejo sistema geopolítico necesita, evidentemente, una reforma sustancial. No es sólo que el peso dado a los distintos participantes en los organismos encargados de la toma de decisiones sea erróneo; es que el actual sistema parece incapaz de abordar los problemas esenciales. La inestabilidad financiera es un ejemplo notable.
Podría pensarse que es una cuestión relativamente sencilla cuando se la compara con algunas de las presentes en la agenda de los consejos. Sin embargo, el mundo parece instalado en la rutina, con problemas más graves que nunca, incluso en estas áreas. Así que dejemos que los médicos lo intenten. Es posible que no solucionen todos los males que han diagnosticado, pero podrían terminar disponiendo de más información sobre ellos: un comienzo modesto, pero útil.

AUTOR : MARTIN WOLF
FUENTE : FIANANCIAL TIME

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