El papel de los impuestos en el desarrollo económico

  




Por Carlos Berzosa
ATTAC



Tras el final de la Segunda Guerra Mundial los países europeos desarrollados y Estados Unidos llevaron a cabo la implantación de sistemas de impuestos progresivos sobre la renta y, en menor medida, sobre el capital con dos finalidades: redistribución de renta y recaudación. Este sistema impositivo es lo que permitió el incremento de los gastos sociales que favorecieron también la redistribución de renta, y de posibilitar la tendencia hacia una mayor igualdad en derechos y oportunidades. En todo caso, hay que subrayar que estas actuaciones que tenían un carácter progresivo también venían acompañadas de una gran expansión de los gastos militares, sobre todo en Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, que suponía restricciones a la naturaleza progresiva del gasto público.
Este sistema de impuestos no sólo no impidió el crecimiento económico, sino que contribuyó a fomentarlo. El periodo económico de posguerra, hasta los años setenta, fue en el que se alcanzó unas tasas de crecimiento que han sido las más elevadas que se han logrado en la historia del capitalismo. Este crecimiento económico fue compatible con el pleno empleo, un mayor grado de cohesión social, y el impulso del Estado de Bienestar. Este sistema fiscal era, por lo general, defendido mayoritariamente por los economistas académicos, y hubo, al respecto, importantes trabajos como los de Musgrave sobre ello.
Este consenso, que presidía las actuaciones de Gobierno, se rompió a raíz de la crisis de los setenta. A partir de entonces, las voces de los economistas neoliberales, que habían sido minoritarias dentro de la profesión académica, empezaron a ser hegemónicas, y estas proposiciones económicas apoyadas en diferentes teorías, pero sobre todo en la endeble curva de Laffer, impulsaron la bajada de impuestos. Esta disminución de impuestos ha sido desde entonces una de las principales banderas de los economistas neoliberales, los cuales encontraron un apoyo en las actuaciones políticas de Reagan y Thatcher.
Los resultados que se dieron son muy elocuentes, pues la bajada de impuestos benefició principalmente a los ricos, la redistribución de la renta comenzó a empeorar en los países que aplicaron con mayor dureza estas propuestas, sustentadas en el fundamentalismo de mercado, y aumentó considerablemente la exclusión social. El crecimiento económico que ha tenido lugar en estas últimas décadas ha sido enormemente desigual en el reparto de sus frutos y ha impulsado la concentración de riqueza a unos niveles desconocidos, por lo menos desde la segunda mitad del siglo XX.
En estas últimas décadas, el gran beneficiado ha sido el capital financiero. Mientras tanto, las clases medias y bajas, han tendido a endeudarse para mantener o mejorar su nivel de vida.
Lo peor de todo esto es que el poder de las ideas es tan grande que este pensamiento neoliberal también influyó en los partidos socialistas, y hemos tenido que escuchar falsedades o simplezas como: “Bajar impuestos es de izquierdas”. De estas proposiciones vienen los males que estamos padeciendo en la actualidad, y son las que han provocado un gran desarme ideológico de los partidos socialistas, que no tienen propuestas claras para salir de la crisis con una orientación progresista.
Admitir que la bajada de impuestos fomenta el crecimiento económico es una falacia que los hechos han demostrado que no se ajustan al comportamiento económico. Pero si, además, se considera que el crecimiento no es igual al desarrollo aún todavía es menos evidente que sea beneficiosa la bajada de impuestos. El desarrollo significa no solamente crecimiento económico, sino impulso de la educación, sanidad, investigación, y otras actuaciones de políticas sociales, así como una mejor redistribución de la renta, una sostenibilidad del medio ambiente, y el avance en la igualdad de género, y en derechos y oportunidades.
Por otra parte, en una sociedad dividida en clases sociales, y, en consecuencia desigual en rentas y riqueza, plantear en términos generales una bajada o una subida no tiene ningún sentido. Lo que hay que clarificar es a quién perjudica o beneficia la subida o bajada de impuestos y a quién beneficia el gasto público. Resulta evidente que desde la izquierda hay que subir impuestos a las clases ricas, que pagan menos proporcionalmente que los asalariados y encima defraudan más y evaden capitales a los paraísos fiscales. Otro tanto sucede con el gasto público, que debe dirigirse principalmente a aquellas partidas sociales y educativas que benefician a las clases medias y más bajas en niveles de ingresos, y disminuir los gastos militares.
Desde luego lo que hay que evitar es entrar a debatir en el campo del pensamiento neoliberal, que con falsas argumentaciones lanza lemas muy simples que pueden influir en las mentalidades de muchas gentes, sobre todo clases medias y de ingresos más bajas que son, en gran parte, las que soportan, la carga impositiva. Hay que poner en valor el gasto público y hay que hacer comprender que en una sociedad los beneficios individuales no suponen una mejora al conjunto de la colectividad.

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