La FED y BCE: Cinco años después




Por Economista.es


La crisis económica mundial cumple su quinto aniversario en medio de una incertidumbre general con respecto a su futura evolución. El ojo del huracán se centra ahora en el futuro de la deuda soberana europea.
Mañana es 9 de agosto. Una fecha clave para la crisis actual. Tal día como este, pero de hace cinco años, tuvo lugar una acción coordinada que marcó un antes y un después, al ser la primera actuación de organismos oficiales para hacer frente a una crisis que se sobrevenía y que ya cumple un lustro.
Los dos principales bancos centrales del mundo respondieron a la llamada de auxilio de las entidades financieras privadas, que veían que no podían obtener recursos en el mercado interbancario ya que se había quedado seco. Así, el 9 de agosto de 2007 tanto la Reserva Federal estadounidense (Fed) como el Banco Central Europeo (BCE) entraron en juego como financiadores de las entidades. La crisis había comenzado.
La institución que preside Ben Bernanke inyectó 17.500 millones de dólares a la banca, mientras que la que en aquel momento dirigía Jean Claude Trichet hizo lo propio en la eurozona, con 95.000 millones de euros.
Sin embargo, estas primeras inyecciones de los bancos centrales no impidieron que el sector financiero norteamericano se colapsase. Primero fue J.P.Morgan la que adquirió en 2008 el banco de inversión Bear Stearns con la colaboración de la Fed -por primera vez, la principal autoridad monetaria americana puso dinero para rescatar una entidad financiera-.
Después vino la nacionalización de Fannie Mae y Freddie Mac, las dos mayores entidades hipotecarias del país que ayudaron a crear la burbuja. Y por último, el 14 de septiembre, se produjo el hito que le dio dimensiones absolutas a esta crisis, la quiebra de Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión de Wall Street y cuya bancarrota supone la mayor quiebra de la historia de una entidad privada.
A partir de ahí, el miedo cundió. Bank of America adquirió Merrill Lynch y la Fed volvió a inyectar liquidez. Esta vez, 85.000 millones de dólares para salvar a la maltrecha aseguradora AIG. El cáncer tenía metástasis en forma de desacelaración mundial y, para intentar frenarlo, el Congreso de EEUU aprobó otra medida: un plan de rescate financiero de 700.000 millones de dólares para comprar esos activos tóxicos creados a partir de deudas incobrables que las agencias de rating no supieron calificar a tiempo.

Turbulencias bursátiles

Las bolsas de todo el mundo se han visto afectadas en mayor o menor medida con cada decisión, propuesta o rumor originario de las altas esferas. En el país donde se originó todo, EEUU, los principales índices han seguido una trayectoria desigual. Mientras que el Dow Jones y el S&P 500 han tendido a la baja, el Nasdaq ha experimentado una subida de alrededor del 37% en este margen de cinco años. 




En este lado del charco, las caídas han sido más pronunciadas. El EuroStoxx 50 ha retrocedido un 49%. En la bolsa española, el Ibex 35 supera ese descenso, con pérdidas acumuladas del 52%. La crisis está siendo tan devastadora que incluso en las antípodas se han notado sus efectos. Así lo demuestra el japonés Nikkei con una bajada del 48,7% en los últimos cinco años.
Aunque en esta crisis el mercado de deuda ha ido captando todos los focos, con la prima de riesgo como protagonista. Mientras la rentabilidad del bono español a diez años ha escalado 233 puntos básicos -o 2,33 puntos porcentuales-, su homólogo germano ha descendido 295 puntos básicos en estos cinco años. Esta brecha ha provocado que la prima de riesgo española se coloque ahora en los 538 puntos, es decir, 528 puntos más que hace un lustro, cuando el diferencial con la deuda alemana apenas alcanzaba los 10 puntos básicos.
En todo este escenario, la moneda única se ha situado como el epicentro del problema. Su viabilidad se ha cuestionado en muchas ocasiones y estas dudas han provocado que el euro se haya depreciado un 10% contra el billete verde, tocando el nivel más bajo en los 1,1923 dólares por euro en junio de 2010.

Los orígenes

Gran Bretaña 1945-1955; Latinoamérica, década de los 80; Japón, década de los 90. Son las décadas pérdidas por excelencia. Diez años de estabilidad, de crecimiento, perdidos por una última razón: el endeudamiento particular, empresarial y estatal de países que, alentados por unas expectativas ficticias, no supieron controlar una especulación que, como sentenciase John Kenneth Galbraith en su obra Breve historia de la euforia financiera, "se construye a sí misma y se proporciona su propio impulso". Hasta que ese impulso se acaba, y todo cae por su propio peso.
La tormenta perfecta no se gestó en un día, ha sido fruto de una concadenación de prácticas y hábitos erróneos que se sucedieron y llevaron al nacimiento de un monstruo que hasta hoy no se ha podido parar. En los años precedentes al estallido de la crisis había políticas monetarias expansivas que propiciaron una escalada del endeudamiento, dado que las obligaciones financieras eran muy reducidas y alentaban a una gran liquidez. Los tipos de interés que se ofrecían, por debajo de la inflación, desincentivaban el ahorro de los particulares. Lo que a su vez propició que el endeudamiento de los agentes se disparara. De esta forma, el apalancamiento se convirtió en la piedra angular del crecimiento.
A esto se unió una falta de regulación externa por parte de la Fed y, cómo no, una desmedida avaricia por parte de los dirigentes de la entidades financieras y una mala evaluación de los riesgos. Todo esto desembocó en la explosión de la burbuja inmobiliaria de EEUU y la consiguiente crisis del sector hipotecario, que fue el germen que se desarrolló hasta convertirse en la actual crisis económica mundial. 






Alianza mundial

A lo largo de este lustro muchas han sido las medidas adoptadas por los diferentes países por la imparable recesión de la economía mundial. Pero ninguna puede ser mejor reflejo de que las cosas se habían puesto feas que la medida pionera adoptada el 8 de octubre de 2008. Una decisión conjunta por parte del BCE, la Fed y los bancos centrales de Canadá, Suecia, Suiza e Inglaterra, de rebajar al unísono los tipos de interés en medio punto.
No sólo ellos, el banco central chino también recortó su tasa de interés para préstamos a un año en 27 puntos y Japón se mostró partidaria de la medida, aunque no se adhirió a la rebaja puesto que sus tipos ya estaban en mínimos. No se había visto una medida similar desde que el BCE y la Fed acordaran una reducción de 50 puntos básicos tras el atentado del 11-S.
Las autoridades monetarias mundiales querían poner un cortafuegos a la crisis, con el fin de reactivar los mercados e incentivar el flujo de dinero. Este cortafuegos no resultó suficiente, y dos meses más tarde la Fed dio un nuevo giro de tuerca para combatir la masiva destrucción de riqueza. Arrojó sus tipos de interés hasta los niveles más ínfimos de su historia, situándolos entre el 0 y el 0,25%. Una medida desesperada que la Fed prolongará como mínimo hasta 2014.
Por su parte, Europa ha tratado durante este tiempo de aunar esfuerzos a la hora de enfrentarse a la alargada sombra de la crisis. No ha sido fácil, pues los intereses particulares de los diferentes países de la eurozona no siempre han logrado concurrir. Y entre medias el BCE, atado por las circunstancias.
A pesar de ello, y tras la llamada de auxilio de Grecia, la UE acordó crear el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) destinado a proveer de asistencia financiera a los países en dificultades gracias a una red de seguridad de hasta 750.000 millones. Grecia abrió la veda el 23 de abril de 2010 y el imparable efecto dominó comenzó su curso: Irlanda, Portugal, segundo rescate a Grecia, y tras ello, el foco se fijó en España, que se vió obligada a agachar la cabeza y pedir ayuda financiera para sus bancos.
Fue el pasado 9 de junio cuando España lanzó su petición, en vista de la grave situación del sistema financiero. El Eurogrupo le concedió al país un préstamo de hasta 100.000 millones de euros para sanear su sector bancario. Esta ayuda no ha servido para calmar a los mercados, que exigen a España que solicite un rescate. Sólo después de esto el BCE intervendría para volver a poner un cortafuegos.

El BCE intervino por última vez hace un año

Esta semana es la de las efemérides. Si mañana es el quinto aniversario desde que dos de los grandes bancos centrales, la Fed y el BCE, inyectaron por primera vez de forma coordinada dinero a la banca, ayer se cumplió un año desde la última vez que la institución europea retomó la compra de deuda de los países periféricos, en concreto de España e Italia.
La situación lo requería. La prima de riesgo española se asomó el jueves previo a los 400 puntos básicos por primera vez. Fue un domingo cuando el BCE anunció a última hora que volvería a comprar deuda pública de estos países. Ahora acumula 21 semanas consecutivas sin adquirir deuda de la periferia y en su última reunión ya avisó que supedita su intervención a que estos países soliciten una ayuda al fondo de rescate.



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