La crisis global en el ojo del huracán
Por Alejandro Nadal.
Dicen que el tiempo es un invento para evitar que todo suceda en el mismo instante. La frase original es del escritor Ray Cummings y aparece en su novela de ciencia ficción La chica del átomo dorado (publicada en 1929). Tal parece que hoy el tiempo se colapsa sobre sí mismo y, efectivamente, todas las economías del planeta acusan simultáneamente los síntomas y las heridas de la crisis.
Esto puede parecer una opinión demasiado pesimista. Después de todo la prensa de negocios se esfuerza en hacernos creer que la crisis global ha entrado en una fase de calma y hasta de recuperación. La violencia de la crisis en Grecia ha pasado momentáneamente a un segundo plano con la restructuración de su deuda hace una semana. El euro parece que mejoró su posición y aparecen otras buenas noticias. En Estados Unidos por tercer mes consecutivo se anuncia que se han generado empleos y se habla de una tímida recuperación.
Así que parece que los vientos huracanados van amainando y que a lo lejos podría despuntar un rayo de sol y el anuncio de mejores tiempos. Pero no hay que engañarse.
En Grecia, el arreglo redujo en más de cien mil millones de euros la deuda con acreedores privados. Pero eso no es más que una moratoria disfrazada de restructuración de la deuda. La prueba es que hasta una parte de los temidos seguros sobre impago fue activada (el monto apenas rebasó los 3 mil millones de dólares, lo que puede ser absorbido por los aseguradores sin demasiado problema).
Todo este arreglo fue para ganar tiempo, no para encontrar una solución real al problema de la economía griega. En el fondo, Grecia permanece sin capacidad de enfrentar el servicio de su deuda y las condiciones de política económica que le han sido impuestas (en especial por el programa de austeridad) conducirá necesariamente a profundizar la catástrofe. Ya el PIB acusa un desplome de 6 por ciento en 2011 y este año el pronóstico es muy malo. El desempleo rebasa 22 por ciento y entre jóvenes llega a 50 por ciento. Ya hay más de 22 mil personas sin techo en Atenas.
Todos los componentes de la demanda agregada de la economía griega van en picada: el salario mínimo se ha reducido en 22 por ciento (y para algunos sectores la pérdida será de 32 por ciento). El recorte del gasto público representa otro duro golpe a la demanda agregada. Es evidente que la meta de reducir la deuda griega a 120 por ciento del PIB para 2020 es irrisoria. El país va a reventar mucho antes.
El ritmo de actividad económica en Europa sigue disminuyendo y la región está entrando en una recesión que puede ser duradera. El desempleo en la Unión Europea alcanza ya 10,7 por ciento y es el más alto en más de 13 años. Los motores económicos no van bien: el pronóstico favorable para 2012 es que Alemania y Francia crezcan 1,2 y 1,3 por ciento, respectivamente. Italia y España se mantienen más o menos estables, si le hacemos caso a los diferenciales de financiamiento de su deuda soberana, pero esas dos economías están claramente en el umbral de una fuerte recesión y eso hará que los mercados financieros se vuelvan a inquietar. El costo financiero de su deuda volverá a crecer.
En Estados Unidos las buenas noticias sobre el desempeño del mercado de trabajo deben ser manejadas con cautela. Muchos de los empleos generados siguen siendo de muy mala calidad. Es normal, los problemas estructurales de la economía estadounidense no se han arreglado y la tendencia a la precarización del trabajo se mantiene. Por otra parte, todos los componentes de la demanda agregada se están contrayendo: el consumo, la inversión residencial y no residencial, y hasta las exportaciones. Y al igual que en Europa, la austeridad en la política fiscal no augura nada bueno.
En China las cosas tampoco marchan bien. La anemia mundial afecta sus exportaciones y eso envía un mensaje claro a la jerarquía china para transformar la economía, abandonando la política de exportaciones salvajes. Eso implicaría aumentar el consumo doméstico, lo que requiere aumentar el nivel de los salarios y remuneraciones. Los nuevos líderes en Pekín no parecen inclinarse en esa dirección y ya están apostando a la subvaluación del renminbi.
Para cerrar con broche de oro, la retórica de guerra en Medio Oriente hace que el precio del petróleo se mantenga alto, lo que afectará negativamente a la economía mundial. Israel sigue insistiendo en que no permitirá a Irán dotarse de armas nucleares. Eso puede ser parte de una campaña de distracción sobre el problema palestino, pero es algo que incide sobre las expectativas y la evolución del precio internacional del crudo.
En el cronómetro de la crisis, el tiempo se deforma y se reconcentra en un punto: la crisis es un monstruo que respira y retoma sus fuerzas. La ley de la mercancía, tan certeramente definida por Marx, llevó la lógica del capital hasta los rincones más apartados del planeta. Para este largo viaje, en su equipaje el capital también llevó sus contradicciones y la propensión a la crisis. Es el pulso de las economías capitalistas.
Dicen que el tiempo es un invento para evitar que todo suceda en el mismo instante. La frase original es del escritor Ray Cummings y aparece en su novela de ciencia ficción La chica del átomo dorado (publicada en 1929). Tal parece que hoy el tiempo se colapsa sobre sí mismo y, efectivamente, todas las economías del planeta acusan simultáneamente los síntomas y las heridas de la crisis.
Esto puede parecer una opinión demasiado pesimista. Después de todo la prensa de negocios se esfuerza en hacernos creer que la crisis global ha entrado en una fase de calma y hasta de recuperación. La violencia de la crisis en Grecia ha pasado momentáneamente a un segundo plano con la restructuración de su deuda hace una semana. El euro parece que mejoró su posición y aparecen otras buenas noticias. En Estados Unidos por tercer mes consecutivo se anuncia que se han generado empleos y se habla de una tímida recuperación.
Así que parece que los vientos huracanados van amainando y que a lo lejos podría despuntar un rayo de sol y el anuncio de mejores tiempos. Pero no hay que engañarse.
En Grecia, el arreglo redujo en más de cien mil millones de euros la deuda con acreedores privados. Pero eso no es más que una moratoria disfrazada de restructuración de la deuda. La prueba es que hasta una parte de los temidos seguros sobre impago fue activada (el monto apenas rebasó los 3 mil millones de dólares, lo que puede ser absorbido por los aseguradores sin demasiado problema).
Todo este arreglo fue para ganar tiempo, no para encontrar una solución real al problema de la economía griega. En el fondo, Grecia permanece sin capacidad de enfrentar el servicio de su deuda y las condiciones de política económica que le han sido impuestas (en especial por el programa de austeridad) conducirá necesariamente a profundizar la catástrofe. Ya el PIB acusa un desplome de 6 por ciento en 2011 y este año el pronóstico es muy malo. El desempleo rebasa 22 por ciento y entre jóvenes llega a 50 por ciento. Ya hay más de 22 mil personas sin techo en Atenas.
Todos los componentes de la demanda agregada de la economía griega van en picada: el salario mínimo se ha reducido en 22 por ciento (y para algunos sectores la pérdida será de 32 por ciento). El recorte del gasto público representa otro duro golpe a la demanda agregada. Es evidente que la meta de reducir la deuda griega a 120 por ciento del PIB para 2020 es irrisoria. El país va a reventar mucho antes.
El ritmo de actividad económica en Europa sigue disminuyendo y la región está entrando en una recesión que puede ser duradera. El desempleo en la Unión Europea alcanza ya 10,7 por ciento y es el más alto en más de 13 años. Los motores económicos no van bien: el pronóstico favorable para 2012 es que Alemania y Francia crezcan 1,2 y 1,3 por ciento, respectivamente. Italia y España se mantienen más o menos estables, si le hacemos caso a los diferenciales de financiamiento de su deuda soberana, pero esas dos economías están claramente en el umbral de una fuerte recesión y eso hará que los mercados financieros se vuelvan a inquietar. El costo financiero de su deuda volverá a crecer.
En Estados Unidos las buenas noticias sobre el desempeño del mercado de trabajo deben ser manejadas con cautela. Muchos de los empleos generados siguen siendo de muy mala calidad. Es normal, los problemas estructurales de la economía estadounidense no se han arreglado y la tendencia a la precarización del trabajo se mantiene. Por otra parte, todos los componentes de la demanda agregada se están contrayendo: el consumo, la inversión residencial y no residencial, y hasta las exportaciones. Y al igual que en Europa, la austeridad en la política fiscal no augura nada bueno.
En China las cosas tampoco marchan bien. La anemia mundial afecta sus exportaciones y eso envía un mensaje claro a la jerarquía china para transformar la economía, abandonando la política de exportaciones salvajes. Eso implicaría aumentar el consumo doméstico, lo que requiere aumentar el nivel de los salarios y remuneraciones. Los nuevos líderes en Pekín no parecen inclinarse en esa dirección y ya están apostando a la subvaluación del renminbi.
Para cerrar con broche de oro, la retórica de guerra en Medio Oriente hace que el precio del petróleo se mantenga alto, lo que afectará negativamente a la economía mundial. Israel sigue insistiendo en que no permitirá a Irán dotarse de armas nucleares. Eso puede ser parte de una campaña de distracción sobre el problema palestino, pero es algo que incide sobre las expectativas y la evolución del precio internacional del crudo.
En el cronómetro de la crisis, el tiempo se deforma y se reconcentra en un punto: la crisis es un monstruo que respira y retoma sus fuerzas. La ley de la mercancía, tan certeramente definida por Marx, llevó la lógica del capital hasta los rincones más apartados del planeta. Para este largo viaje, en su equipaje el capital también llevó sus contradicciones y la propensión a la crisis. Es el pulso de las economías capitalistas.
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