Obtener malos resultados haciendo el bien
La nueva frase de los negocios es “prosperar haciendo el bien”. En otras palabras, emprender responsablemente actividades sociales amplía las ganancias. Por ejemplo, Pepsi incrementa sus rendimientos cambiando a alimentos más sanos y nutritivos.
Sin embargo, en gran parte del mundo, prosperar implica que no se tienen buenas intenciones, especialmente si se trata de los pobres. El suceso reciente que lo ejemplifica es el embrollo en Andhra Pradesh en la India, donde la administración ha tomado medidas para frenar el microfinanciamiento.
El microfinanciamiento se ha convertido en el favorito de los entusiastas del desarrollo. Después de todo, quién podría estar en contra de una actividad que produce historias inspiradoras como la de las mujeres de los celulares en Bangladesh, que salen de la pobreza consiguiendo créditos para comprar teléfonos para después rentarlos por minuto a personas del pueblo.
Se corre el riesgo de exagerar los beneficios del microfinanciamiento –no hay tantos micronegocios exitosos que los pobres puedan emprender con la mera obtención de créditos, puesto que también se necesitan calificaciones y habilidades de gestión. No obstante, los beneficios son reales: si bien no hay mucha evidencia de que los microfinanciamientos pongan a los pobres en el sendero de la riqueza, sí les ayuda a ahorrar, consumir consistentemente, resolver emergencias y expandir sus negocios existentes.
Estos no son beneficios triviales. Uno de los problemas que a menudo tienen los pobres cuando ahorran es la falta de acceso fácil a las cuentas de ahorro en las que puedan depositar su dinero. El dinero se guarda en una lata en la casa y se gasta fácilmente cuando algún vecino tiene apuros o el primo bueno para nada viene pidiendo ayuda. Al tomar un préstamo de una entidad de microfinanciamiento para comprar un bien necesario y después hacer pagos semanales obligatorios con sus ingresos, el ama de casa pide prestado para ahorrar –ya no tiene dinero por ahí sin usar para que otros lo malgasten.
El bien que se compra no tiene que ser físico. En la India, una gran parte de las cuotas anuales de la universidad se paga a principios del año. Las familias con empleos fijos obtienen créditos de las entidades de microfinanciamiento para pagar la universidad y durante el resto del año van pagando el préstamo. De esa manera, no tienen que recortar sustancialmente el gasto unos meses antes de la fecha límite de pago, pero en cambio pueden pagar continuamente durante el año. Esto es útil cuando las personas viven limitadamente –en las que recortar el gasto significa privarse de alimentos o medicinas.
Los créditos de emergencia son igual de importantes. Cuando los niños se enferman los padres no tienen tiempo de solicitar un préstamo a un banco estatal (tal vez la única alternativa de crédito para los pobres además de los prestamistas). Normalmente, el banco tarda meses en tratar la solicitud y puede pedir un soborno, incluso en el improbable caso de que esté dispuesto a asumir el riesgo de crédito. La entidad de microfinanciamiento, segura de recuperar su dinero, está dispuesta a extender oportunamente el crédito de emergencia y sin muchos trámites administrativos.
Finalmente, aunque no creo que el microfinanciamiento por si solo pueda promover iniciativas empresariales de éxito, indudablemente puede ser útil al permitir a un agricultor comprar más ganado o un tractor, o posibilitar a un tendero de poblado ampliar su inventario. Por lo tanto, también contribuye a expandir los ingresos.
Sin embargo, a pesar de todos estos beneficios, los políticos en general no están dispuestos a aceptar que los que están en la base de la pirámide de ingresos ganen dinero honestamente. Si las entidades de microfinanciamiento están teniendo ganancias gracias a los pobres es porque los están estafando. Las sospechas crecen debido al paternalismo inherente de los políticos –los pobres no saben lo que les conviene y se les puede engañar fácilmente.
Por supuesto, el hecho de que las entidades de microfinanciamiento cobran altas tasas de interés a los más pobres exacerba la percepción de que están dejando en la miseria a los miembros más vulnerables de la sociedad. Sin embargo, puede ser que las entidades de microfinanciamiento no tengan opción: dado lo pequeño que son los créditos, el costo de tramitarlos y colectar los pagos son relativamente altos, lo que hace que tengan que aumentar la tasa de interés de equilibrio.
Las cosas llegaron a su punto culminante en agosto de este año cuando la oferta pública inicial de SKS, una institución de microfinanciamiento fundada en la India por Vikram Akula, graduado de la Booth School of Business de la Universidad de Chicago, reunió aproximadamente 350 millones de dólares. La oferta pública inicial valuó la compañía en 1.6 mil millones de dólares. Una valuación tan alta se puede justificar si SKS ofrece un mejor servicio que la competencia, pero puede haber interpretaciones más oscuras. La opinión oficial era que si le estaba yendo tan bien a SKS es porque no tenía buenas intenciones.
Entonces las autoridades actuaron. La administración de Andhra Pradesh acusó a la industria de cobrar tasas de interés usureras instando a los pobres incautos a sobreendeudarse y después conducir a los prestatarios morosos a cometer suicidio. La administración impuso severas restricciones a la industria en octubre.
La opinión generalizada entre las entidades de microfinanciamiento es que las restricciones se impusieron no porque la industria fuera explotadora, sino porque ofrecía una alternativa al patrocinio político. Los políticos obtenían influencia y apoyo popular dando instrucciones a los bancos de propiedad estatal para que ofrecieran créditos a sus clientelas favoritas. Al amenazar a esta fuente de poder, la industria del microfinanciamiento se granjeó a un oponente poderoso que buscó el momento adecuado para atacar.
Es probable que en los dos extremos haya algo de verdad. El sector del microfinanciamiento ha cometido algunos errores que los políticos han exagerado con el fin de destruir a una industria que los debilita al dar mayor independencia a los pobres. De esto se puede desprender una lección. Se puede obtener dinero en la base de la pirámide de ingreso, y las empresas pueden hacer el bien al tiempo que lo obtienen ofreciendo a los pobres opciones que nunca han tenido. Pero el escepticismo sobre la posibilidad de obtener dinero de los pobres va mucho más allá de los políticos. Las industrias que hacen negocios con los pobres tienen la obligación de ser transparentes sobre la forma en que obtienen el dinero –y de defender firme y públicamente sus actividades. Al igual que la esposa del César, el microfinanciamiento debe estar por encima de cualquier sospecha.
AUTOR : Raghuram Rajan, profesor de Finanzas de la Booth School of Business de la Universidad de Chicago, es autor de Fault Lines: How Hidden Fractures Still Threaten the World Economy, que recientemente obtuvo el premio The Financial Times/Goldman Sachs Business al mejor libro del año.
FUENTE : PROJECT SYNDICATE
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