Bajo el paraguas de los BRICS
Por Michael R. Krätke *
Las escenas recuerdan al verano fatal de 2008, y a pesar de todo, todo es muy diferente: el drama tiene lugar en Europa y en esta ocasión los Lehmann son rescatados. El pequeño banco griego Protonbank pasa a estar bajo control del Banco Central griego, el franco-belga Dexia sigue en el negocio gracias a las ayudas estatales francesas y es, de facto, nacionalizado. Nadie quiere arriesgarse a un crash bancario, y ello por buenas razones. Sólo Dexia es tan grande como todos los grandes bancos griegos –los grandes acreedores de la deuda griega– tomados de consuno. Comienza otra ronda de rescate de los bancos europeos, pero con ello no disminuye la crisis europea. A los hiperactivos, hipernerviosos y cualquier cosa menos racionales “mercados” y a los políticos profesionales en su espectáculo amateur se les entrecorta la respiración.
La última reunión del Fondo Monetario Internacional fue muy reveladora: la nueva directora del Fondo, Christine Lagarde, pidió al Banco Central Europeo que rompiese su mayor tabú y comprase más títulos de deuda de la eurozona, por valor, además, de 100 a 200 mil millones de euros. No tardó en oírse la respuesta desde Alemania: ¿A dónde iríamos a parar si el BCE se pone a interpretar el papel de lender of last resort y con ello se sugiriere a todo el mundo que tras nuestro dinero no está el crédito estatal sino la máquina de imprimir billetes? De llegarse a conocer, podría ser peligroso.
Tanto o más interesante que la declaración de Christine Lagard fue un encuentro lejos de los ojos del FMI. Allí se reunieron los llamados estados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en cuyo crecimiento y reservas monetarias ahora todo el mundo confía. La República Popular China dispone de más de 3'2 billones de dólares en reservas de divisas; Brasil más de 352 mil millones; India más de 320 mil millones; Rusia más de 543 mil millones. Todos son potenciales inversores y ahora tienen una quinta o una cuarta parte de sus reservas en títulos europeos. Sólo Rusia mantiene con esos préstamos el 45 por ciento de sus activos.
De buen grado
Si este grupo de estados pusiera todo su peso en el platillo adecuado para hacer bascular la balanza a favor del euro en los mercados financieros, la eurozona quedaría estabilizada. Reforzar la moneda europea como rival del dólar aparece como una opción tentadora para los estados BRICS. Pero este escenario tiene lugar también con la precaución de no dañar los propios intereses comerciales en el espacio europeo. Los chinos han comprado desde enero repetidamente bonos del plan de rescate europeo así como títulos de deuda de Grecia, España, Italia e Irlanda. Sin embargo, lo han hecho en una medida limitada, para tranquilizar a los actores de los mercados financieros. Los negociadores italianos y griegos se han preocupado también de hacer guiños a la exportación masiva de capital hacia sus Estados.
Las inversiones y la participación directa en la floreciente industria europea y en iniciativas comerciales en Europa se promocionan en Pequín. ¿Por qué deberían los chinos sin embargo adquirir fondos del estado o los desvencijados bonos del tesoro de los países de la UE más endeudados? Si Europa emitiese eurobonos, se comprarían de buen grado en el lejano oriente. En su último viaje a Europa el primer ministro Wen [Jiabao] señaló repetidamente que China quería implicarse más en la Unión Europea, pero sólo a cambio de abandonar su mullido cojín de divisas. Entre otras cosas, se trataría de esperar concesiones en materia de política comercial, como la aceptación de un yuan artificialmente barato, en parte gracias a las enormes reservas en dólares. A pesar de todo ello, los EE.UU. trabajan tras bastidores para que la ayuda de todos los estados BRICS se limite a operaciones de rescate formales para el euro. Y con todo, los brasileños se mantienen reservados, los indios son capaces de actuar sólo hasta cierto punto y los chinos piensan llevarla a cabo a cambio de sus miles de millones en una posición mejor en la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero también, y sobre todo, en el FMI y en el Banco Mundial, donde buscaría, con la asistencia de la UE, una posición predominante. Ése podría ser un trato posible.
Japón –todavía uno de los mayores países industriales– tiene, a pesar de su enorme deuda estatal del 220% de su PIB, la misma voluntad manifiesta de comprar bonos del tesoro europeos. Para Tokio mucho está en juego: la retirada de los inversores europeos del mercado de bonos japoneses (bonos samurái) mientras la debilidad del euro frena marcadamente la economía exportadora japonesa.
Profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido. *
Las escenas recuerdan al verano fatal de 2008, y a pesar de todo, todo es muy diferente: el drama tiene lugar en Europa y en esta ocasión los Lehmann son rescatados. El pequeño banco griego Protonbank pasa a estar bajo control del Banco Central griego, el franco-belga Dexia sigue en el negocio gracias a las ayudas estatales francesas y es, de facto, nacionalizado. Nadie quiere arriesgarse a un crash bancario, y ello por buenas razones. Sólo Dexia es tan grande como todos los grandes bancos griegos –los grandes acreedores de la deuda griega– tomados de consuno. Comienza otra ronda de rescate de los bancos europeos, pero con ello no disminuye la crisis europea. A los hiperactivos, hipernerviosos y cualquier cosa menos racionales “mercados” y a los políticos profesionales en su espectáculo amateur se les entrecorta la respiración.
La última reunión del Fondo Monetario Internacional fue muy reveladora: la nueva directora del Fondo, Christine Lagarde, pidió al Banco Central Europeo que rompiese su mayor tabú y comprase más títulos de deuda de la eurozona, por valor, además, de 100 a 200 mil millones de euros. No tardó en oírse la respuesta desde Alemania: ¿A dónde iríamos a parar si el BCE se pone a interpretar el papel de lender of last resort y con ello se sugiriere a todo el mundo que tras nuestro dinero no está el crédito estatal sino la máquina de imprimir billetes? De llegarse a conocer, podría ser peligroso.
Tanto o más interesante que la declaración de Christine Lagard fue un encuentro lejos de los ojos del FMI. Allí se reunieron los llamados estados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en cuyo crecimiento y reservas monetarias ahora todo el mundo confía. La República Popular China dispone de más de 3'2 billones de dólares en reservas de divisas; Brasil más de 352 mil millones; India más de 320 mil millones; Rusia más de 543 mil millones. Todos son potenciales inversores y ahora tienen una quinta o una cuarta parte de sus reservas en títulos europeos. Sólo Rusia mantiene con esos préstamos el 45 por ciento de sus activos.
De buen grado
Si este grupo de estados pusiera todo su peso en el platillo adecuado para hacer bascular la balanza a favor del euro en los mercados financieros, la eurozona quedaría estabilizada. Reforzar la moneda europea como rival del dólar aparece como una opción tentadora para los estados BRICS. Pero este escenario tiene lugar también con la precaución de no dañar los propios intereses comerciales en el espacio europeo. Los chinos han comprado desde enero repetidamente bonos del plan de rescate europeo así como títulos de deuda de Grecia, España, Italia e Irlanda. Sin embargo, lo han hecho en una medida limitada, para tranquilizar a los actores de los mercados financieros. Los negociadores italianos y griegos se han preocupado también de hacer guiños a la exportación masiva de capital hacia sus Estados.
Las inversiones y la participación directa en la floreciente industria europea y en iniciativas comerciales en Europa se promocionan en Pequín. ¿Por qué deberían los chinos sin embargo adquirir fondos del estado o los desvencijados bonos del tesoro de los países de la UE más endeudados? Si Europa emitiese eurobonos, se comprarían de buen grado en el lejano oriente. En su último viaje a Europa el primer ministro Wen [Jiabao] señaló repetidamente que China quería implicarse más en la Unión Europea, pero sólo a cambio de abandonar su mullido cojín de divisas. Entre otras cosas, se trataría de esperar concesiones en materia de política comercial, como la aceptación de un yuan artificialmente barato, en parte gracias a las enormes reservas en dólares. A pesar de todo ello, los EE.UU. trabajan tras bastidores para que la ayuda de todos los estados BRICS se limite a operaciones de rescate formales para el euro. Y con todo, los brasileños se mantienen reservados, los indios son capaces de actuar sólo hasta cierto punto y los chinos piensan llevarla a cabo a cambio de sus miles de millones en una posición mejor en la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero también, y sobre todo, en el FMI y en el Banco Mundial, donde buscaría, con la asistencia de la UE, una posición predominante. Ése podría ser un trato posible.
Japón –todavía uno de los mayores países industriales– tiene, a pesar de su enorme deuda estatal del 220% de su PIB, la misma voluntad manifiesta de comprar bonos del tesoro europeos. Para Tokio mucho está en juego: la retirada de los inversores europeos del mercado de bonos japoneses (bonos samurái) mientras la debilidad del euro frena marcadamente la economía exportadora japonesa.
Profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido. *
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